En esta ocasión, he tenido el
placer de entrevistar al periodista, documentalista y escritor, Alfonso Domingo Álvaro por su
última novela: ‘El enigma de Tina’. Especialista en información internacional,
reportero de guerra, director de
documentales, en su haber figuran más de cien trabajos, algunos doblemente galardonados, dos novelas
premiadas y varios libros de ensayo,
relatos y viaje. En junio de 2011 obtuvo el premio Ateneo de Sevilla de novela
por “El espejo negro”. En la actualidad
dirige Argonauta Producciones, una productora de documentales y sigue escribiendo narrativa.
Ginés Vera: Me ha gustado la cita
de Ana Karenina de Tolstoi, la de que todos somos cadáveres vivientes.
Alfonso Domingo: Sí, es una obra muy curiosa de Tolstoi pues salieron
unas ediciones que se agotó y no volvieron a reeditarla. Y digo muy curiosa por
Tolstoi, porque está basado en un hecho real al que aludo también en la novela.
Él no quiso sacar más esa historia de lo que ya lo había hecho, y eso que le habían
pedido una obra de dramaturgia para un teatro en Rusia. Les daba largas porque
no quería que se supiera precisamente que estaba basado en hechos reales.
A mí me sirve un poco como leit
motiv para recordar que la vida es pasajera y muy efímera, el hilo del que
pendemos puede ser cortado sin apelación. En el inicio de la novela hay una
escena en la que Tina viaja en tren a Alemania con dieciséis años y pensé en
eso, en que me daba juego a la hora de poder meter el interés sobre cuál era el
destino de Tina, en qué momento el cadáver viviente se convierte en cadáver
real.
G.V.: Lo de que a Julián Montes
le gusten las novelas policiacas, ¿es un guiño personal?
A.D.: Si, es un guiño personal, pero también es un poco reflejo de lo
que pasaba en esa época. A mí me gustó la novela policíaca Tuve un abuelo que tenía
una biblioteca enorme con toda la novela del siglo XIX. Me pude llevar de ella
unas cuantas obras y ahí empezó mi interés por la novela policíaca Estamos hablando
de la novela policíaca de esos años que luego se convirtió en novela negra. No
sólo estaban Antonio Trent y los demás que se mencionan, también William Faulkner,
Agatha Christie, Graham Green, Dashiell Hammet…, una serie de gente que han sido
básicos no sólo en la literatura negra sino en la general. La novela para mí
era un guiño personal porque yo leí esas novelas, algunas las tengo, y porque
reflejaban una época. Pretendidamente eran novelas de disipación pero tenían
una gran carga social.
Lo sorprendente en este caso, es
que a un anarquista le gustase este tipo de novela porque era muy popular, muy
de calle, pero como Julián Montes ha trabajado de periodista, en sucesos, por
eso le ha enganchado esa novela.
¿Cómo se documenta uno para
ponerse en la piel de un recluso condenado a muerte en 1939?
Entrevistando a mucha gente que ha estado en esa situación, leyendo
todas sus memorias, investigando en los archivos las condenas de muerte; ya desde
el nivel documental primario, lo que son los papeles de los archivos, a lo que es
la experiencia personal que ha vivido alguien en esa tesitura, y que te dan la
medida de lo que era esa situación. Sobre todo el paso de las horas que era lo
terrible y lo que yo quería reflejar. En la cárcel no se hacía más que rumiar
cómo se había llegado a esa situación, darle vueltas en la cabeza a esa idea:
si te condenarían a muerte, si habría reducción de pena; cada cual se hacía sus
cábalas. Había muchos más reclusos que espacio, era un ambiente muy asfixiante.
Luego llegaban ‘las sacas’ para llevarte al paredón… Era un universo en el que
prevalecía el miedo.
Veo en la lista de archivos
consultados que no figura San Miguel de los Reyes en Valencia donde arranca la
novela.
Porque los que yo investigué aquí en Valencia habían pasado por esa
cárcel pero no se habían quedado ahí. Los traslados eran muy frecuentes porque
los intentaban agrupar; por ejemplo, los condenados a muerte todos en un mismo
grupo. En San Miguel de los Reyes, aparte que no sé dónde estará ahora el
archivo, no tuve que buscar porque de los personajes reales que salen en la
novela ninguno pasó por San Miguel de los Reyes y no me hizo falta. Es una de
las pocas cosas que no he investigado.
¿También ahora necesitamos un
poco de espectáculo y diversión necesarios para olvidarnos de los problemas?
Si, el hombre es un animal desfallecido y desfalleciente por sistema. No
puede estar en el mismo punto siempre porque el cerebro no lo admite. La gente
hace chistes hasta en las situaciones más tremendas, te lo digo porque yo he sido
reportero de guerra. La vida está siempre descuadrada, cuando no es la pareja,
es la familia o los amigos; siempre hay algo que arreglar. El mismo cerebro
busca una válvula de escape. Necesitamos distancia para abordar los problemas y
esa distancia nos la da el humor.
Coméntanos algo de la conexión
entre Tina de Jarque, El último cuplé y la recientemente desaparecida Sara
Montiel.
Ese enlace es Álvaro Retana, fue amigo de Tina, y estaba –en el momento
en el que a ella la detienen en Madrid– refugiado en su casa y había hecho
muchos cuplés para ella. Álvaro Retana
sufrió también las represalias de la Guerra Civil, fue un hombre muy prolífico
con una capacidad de trabajo impresionante. Retama tras la guerra se reivindica
a partir de los años ‘60 y ‘70 en la
película ‘El último cuplé’. Sara lo pone de guionista de la película y mete
todas las canciones de ‘El último cuplé’. Sara le regaló un piso de todo lo que
se obtuvo de aquello, estaban mucho más baratos, lógicamente. Esa es la
relación, Álvaro era uno de los íntimos amigos de Tina de Jarque.
¿Qué supone para la novela de una
parte y para el autor por otra recibir un premio importante, en este caso el
del Ateneo Ciudad de Valladolid?
Es el segundo gordo que me dieron en poco tiempo, el otro fue el del Ateneo
de Sevilla. Te sirve para mantenerte durante un tiempo sin tener que hacer otra
cosa, y supone también una responsabilidad porque tu novela tiene que defenderse
bien en el juicio público que es ponerla a la venta. Independientemente que hayan
caído las ventas de libros en España un 35% ó 40% tienes que salir ahí a
defenderla y a luchar por ella.
Un premio siempre es un reconocimiento. No te puedes basar sólo en los
premios tienes que tener una carrera de fondo; los premios a veces complementan,
son efímeros, duran un año, luego tienes que seguir manteniendo el mismo nivel.
Alguien puede pensar que esta es
otra novela histórica con la Guerra Civil de fondo.
Pues lo puede pensar, pero en realidad la novela descubre, o resuelve,
un secreto –o un misterio– que históricamente se había producido y nadie había develado.
Pequeñas cosas sí, pero no se había llegado en su totalidad. Es un drama que
tiene lugar en la Guerra Civil, La Guerra Civil es causa y consecuencia, y desde ese punto de vista está basado en
ella.
Yo he escrito mucho sobre la Guerra Civil, tanto ensayo como ficción, y
es un tema que ya he dejado, pero éste era un misterio que me rondaba desde
hacía tiempo, que lo investigué, que tenía que escribir y lo he hecho. No hay
grandes historias sobre la Guerra Civil. Podía haber sido otra guerra, podía haber
sido otra traición. Se tratan los grandes temas de la condición humana. En una
guerra sale todo lo bueno y todo lo malo del ser humano. Hay una serie de
elementos desde el punto de vista literario –de las pasiones humanas–,
fascinante y ahí está el caldo de cultivo para escribirlo.
De haber podido conocer a Tina de
Jarque, ¿qué te hubiera gustado preguntarle como periodista?
Varias cosas. Quién fue su primer amante, aunque yo lo descubro, que me
certificara eso. Y luego, que en realidad fue una mujer que quiso ser una mujer
normal, tener una vida normal y no pudo hacerlo. Le hubiera preguntado si hubiera
abandonado todo por amor –como estuvo a punto de hacer–, porque en el fondo era
una mujer que quería tener hijos y una casa normal. Invirtió en una granja de
animales en el año 34 porque ella creía que su futuro en el mundo de las
vedetes acabaría algún día y tendría que seguir viviendo a pesar de ello. Era una
mujer previsora, avanzada, ingenua en otras cosas. Le hubiera peguntado, más
que cotilleos, cómo llevaba ese doble empeño de intentar ser mujer, e incluso
madre, siendo diva. Esa es la eterna pregunta de las divas de la época. Se
debían a su público, tenían amantes muy estrambóticos, pero en el fondo estaban
solas. Fueron atropelladas por el éxito, el éxito les impidió desarrollarse de
alguna manera como personas.
«Los traidores acaban siempre
como tienen que acabar, tarde o temprano», le dice Montes a Eliseo Melis en
París.
Si, casi siempre es así. Los traidores acaban siendo traicionados o victimas
de su traición tarde o temprano, ya desde la Biblia obtenemos ese mensaje. No
todos los traidores acaban así. De alguna manera toda traición implica una
culpa, en la sociedad que vivimos, nos lo inculcan así desde la Iglesia. Luego
el hecho de que del amor al odio hay un paso y se pasa a veces fácilmente esa
frontera y se puede llegar a la traición. ¿Quién no ha sido objeto de una
traición?
A la hora de encarar la
construcción de una novela histórica, siendo periodista, ¿dónde acaba la
crónica y comienza la ficción?
Yo diría que es una novela pura a pesar de que descubro un secreto y doy
muchas claves de todo lo que ha pasado, con fechas, lugares y personas reales. Ésta
es una historia que tenía que contar en clave de novela policíaca porque no me
satisfacía contar lineal. Creo que en el drama intervienen una cantidad de hechos, desde punto de vista
literario, muy atractivos: está el miedo, la traición, están los intereses que
tiene todo el mundo en esta vida, está el éxito que se puede convertir en algo
en contra de Tina. Hay impunidad también, tanto en la guerra como después de la
guerra, de los que tienen la sartén por el mango.
Un nuevo guiño literario de
altura cuando Abel Domínguez recuerda haber leído a Einstein y la teoría de la
relatividad.
Y es rigurosamente cierto.
Las teorías de la relatividad tienen predicamento dentro los anarquistas,
sobre todo a raíz de la vista de Einstein a España –que además se entrevista
con uno de los obreros de la CNT en Barcelona en los años ’20–, porque piensan
que la ciencia les va a conducir a la liberación tarde o temprano; a los
científicos les tienen mucho respeto.
Una de las personas que entrevisté, Antonio Vargas, un anarquista que
murió hace dos años y que había convivido con Abel Domínguez, me dio ese dato y
me quede alucinado. Me contó que dirigía el coro y leía este tipo de libros.
Son ese tipo de cosas que, de repente, te quedas muy sorprendido. Me pareció un
elemento literario de primer orden.
Abel Domínguez era muy inquieto, descubro que ha escrito en la revista
Blanca, que tiene artículos de todo tipo. Es muy probable que leyera más libros
de este tipo como también otros anarquistas de la época. Es el típico dato que tú
no te lo inventas si no hay nadie que te lo cuente.
Por Ginés Vera.
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