Entrevistamos a Juan Jacinto Muñoz Rengel,
malagueño, autor de numerosos relatos premiados nacional e internacionalmente,
así como de novelas como El asesino hipocondríaco (2012) o El sueño del otro,
publicada este año, al igual que El libro de los pequeños milagros (Páginas de
espuma, 2013), por el que le preguntamos en su visita promocional a Valencia.
¿Cómo debe leerse un libro de microrrelatos
en general y ‘El libro de los pequeños milagros’ en particular?
Me imagino
que en general un libro de microrrelatos debe leerse haciendo determinadas
pausas o descansos entre los microrrelatos o las baterías de microrrelatos. Hay
gente que se lo lee de un tirón, lo cual está muy bien porque luego dice que le
ha encantado, pero normalmente si te los lees de tirón luego se te va a hacer
una mezcla en la cabeza, es difícil que te acuerdes de lo que has leído. Ya que
como cada uno es una píldora cargada de mensaje y significado luego no te vas a
acordar de cual es cual o, en este libro, qué monstruo aparecía dónde, se te
van a mezclar los títulos con los temas. Lo ideal sería, como ocurre en la
poesía, que se reposara, que se leyeran unos cuantos y se reposaran. De hecho
es un buen ejercicio para leer en los grupos o para leer en un hueco que tengas
a lo largo del día, y dejarlos ahí, dejar que echen raíces, que generen
monstruos, o lo que sea.
En particular
este libro me parece que se leen mejor en orden porque las estructuras bien
pensadas. Por un lado al ir de lo pequeño a lo grande, se va acostumbrando al
lector a que ocurran cosas cada vez más raras; luego, por otra, porque está
estudiado el contraste que hay uno tras de otro. Si hay uno de humor, luego te
puede venir uno trágico. Si hubiera puesto juntos los de humor y juntos los trágicos
se pierde el contraste.
¿La ficción nos salva de la perversa
realidad?
Sí, creo que
la ficción tiene un punto curativo que todos necesitamos y por eso la ficción
es tan consumida sino en literatura por desgracia estos días, al menos se
consume cine y series de televisión. Yo creo que es porque consigue explicarte
el mundo de otra forma y también porque consigue evadirte del mundo, cuando tú estás
viendo ficción o leyendo ficción de alguna forma te estás olvidando de tu vida
y eso es una liberación. Durante el tiempo que lees consigues desconectar, esa
es la parte evasiva. Pero al mismo tiempo te están hablando de otras personas,
de otras vidas, de otra forma de enfrentarte a los retos, de formas de
superación, de tragedias de otros, etc. Creo que esta combinación es lo que
hace que sea tan buena, combinar entretenimiento con aprendizaje.
¿El arte debe provocar, de lo contrario no
es arte?
Probablemente;
creo que sí, que gran parte de lo que consigue el arte implica una provocación.
En este libro lo intentaba de alguna manera. Lo de provocar a lo mejor alguien
lo puede malinterpretar, yo intentaba conmocionar al lector. En algunos casos
va a ser con la risa, otras va a ser con una situación violenta, otras con algo
polémico, algo transgresor, otras por el cambio que te decía antes, el cambio
de registro. He intentado impactar y creo que la portada ya dice algo de eso, tiene
esa contradicción y un punto inquietante. Creo que el libro en conjunto nos ha
quedado bastante coherente.
Dentro de estos milagros encuentro a un personaje recurrente, el tiempo, quizá como
un elemento alquímico, como orfebre imponiendo sus caprichos narrativos.
El
microrrelato tiene mucho de orfebrería, lo tiene el cuento, y cuando ya nos
metemos en una historia todavía más pequeña ahí sí que hay que engarzar mucho,
que quitar todo lo sobrante, entonces claro que hay mucho de ese trabajo de
artesano, de hecho es imposible escribir un microrrelato, bueno uno sí, unos
pocos, si no se va aprendiendo ese oficio del pulido de los textos, luego ya
vas cogiendo el mecanismo, te va siendo más fácil.
Efectivamente
también tiene no solo de mecánica, de encajar, sino de sublimación de una
esencia. Cada microrrelato de alguna forma, es como hacía el personaje de El
perfume, que iba cogiendo elementos aquí y allá; yo creo que esto es lo mismo.
Por mi forma de ver determinadas cosas quiero que otras personas afines a mi
forma de ver las sientan. Yo he cogido elementos aquí y allá para, para en uno
pocos renglones sublimar en esencia y que eso, al meterse como un comprimido en
la cabeza del lector, que vuelva a expandirse, o al menos debería volver a construir
ese pequeño mundo que tuve yo antes.
¿Hay una búsqueda de la simetría? Lo digo
por las ilustraciones entre los capítulos.
Es una
deformación mía, siempre he tendido a ser ordenado y racionalista, a lo mejor
es verdad, eso se nota y tiendo a darle una idea a mis libros de relatos
microrrelatos, cierta coherencia, cierta unidad, por eso hay algunos que se han
quedado fuera. Este orden imagino que obedece a mi manera de ser y organizar en
definitiva. Luego en los microrrelatos he intentado ser contrario a ese
principio, he intentado que eso no me limite. El creador siempre tiene que
hacer un pulso, debe conocer la técnica pero por otro la técnica no puede dominar
la creación. Eso se consigue mediante una labor de introspección y trabajo
interior, siempre tratando dote de liberar de prejuicios, de etiquetas, de cómo
se ha hecho; siempre pensar de nuevo, de un nuevo lugar. Aquí, con tantos
textos, al final lo que quería era cambiar una y otra vez el trípode con la
cámara, el punto de vista, cambiar la realidad a partir de dónde se cuenta o de
quién lo cuenta. Ese intentar cambiar los puntos de vistas y los formatos era
la forma que yo tenía de no dejarme arrastrar por tecnicismos, de intentar
desordenarme.
Descubrimos pequeños milagros de formas muy
diversas, escapando o no a lo que decía Rulfo de que solo hay tres grandes
temas: el amor, la vida y la muerte.
En esos tres
grandes temas se engloban casi todos lo microrrelatos de este libro. Hay muchos
que hablan de la vida, muchos que hablan de la muerte, pero hay unos con el
tiempo invertido donde las personas vienen de la muerte; y luego el amor, claro.
Es que entendido en general es lo que uno da a los seres. Donde yo no me
ubicaría tanto seria ahí, realmente aquí también odio, y también hay relatos
donde hay una recesión metafísica y, por tanto, no hay amor; o un suceso
relacionado con la crisis y lo que nos está pasando ahora.
Eso me lleva a preguntarle por su ‘pequeño
milagro’ favorito. El mío, es de poder elegir solo uno, sería ‘Ah, las fábulas’.
Ese va de la
crisis, ese es la actualidad completa. Así, globalmente, te diría que con los
que mejor me lo he pasado ha sido con los del final, con los de los
alienígenas, que sabía que no los podía poner al principio para no asustar al
lector. Hay uno que se titula ‘Neuroleptol’, con ese creo que conseguí dar
forma a un microrrelato de diccionario, en el sentido de que te cuenta una
historia que acaba donde tiene que acabar, que la última línea te obliga a una
relectura, en poco espacio, está dentro de lo dice el canon de microrrelatos.
Me gustan los
que tienen criaturas, me gusta alguno porque sé que da caña…, este, por
ejemplo: En mitad de la noche, que da como miedo. Cuando tengo algún acto y
escojo microrrelatos para leer al público suelo leer varios de humor y me gusta
meter este porque deja a la gente muy fuera de lugar, volvemos al contraste que
te decía.
Muchas gracias y mucha suerte, Juan Jacinto.
Por Ginés J. Vera.
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