Entrevisto por segunda vez a
Fernando García Calderón. Curiosamente descubro durante la misma que algo
tienen en común la novela por la que le entrevistase en junio del año pasado y
esta ‘Nadie muere en Zanzíbar’ (Algaida, 2016). Suena así el nombre de Juan
Ángel Santacruz hasta el punto, al acabar la entrevista, de agradecer a
Fernando que me obsequie con un libro de relatos escrito a cuatro manos, por él
y por F. Gamboa, y en el que también está muy presente la figura de Juan Ángel
Santacruz. La primera pregunta es obvia y así comienza esta entrevista.
¿Quién es y cómo entra en contacto con la historia de Juan Ángel
Santacruz de Colliure?
Una tía abuela mía estaba en sus
últimos días cuando recibí una comunicación de su hermana, mi abuela,
diciéndome que quería verme. En mi familia se contaba a modo de leyenda una
visita, hacía años, de un señor africano muy bien vestido. Como puedes suponer,
en aquel tiempo en Sevilla un señor africano era una enorme novedad, y los
chiquillos lo contábamos como si fuese algo maravilloso. Luego resultó que era
cierto. Ella me comentó que este señor apareció un día por casa, que traía un
arcón de madera muy bonita, muy trabajada, y que venía a contrale la historia
de Juan Ángel Santacruz de Colliure que había sido el novio de su hermana, ya
muerta.
A este hombre, a Juan Ángel
Santacruz, le habían dado por desaparecido en la Guerra Civil, pero en realidad
había acabado en Zanzíbar y había muerto en el año 76. Habían pasado varios
años, el señor africano tenía una deuda, por así decirlo, de gratitud hacia él
y quiso intentar acercar a la familia este arcón de madera que incluía una
serie de diarios donde venía parte de la vida de Juan Ángel Santacruz. Ella me
pidió que preservara la memoria de este hombre de alguna forma.
Yo desde un principio pensé que de
ser capaz de abordar el asunto era haciendo una novela. Tuve la fortuna de que
esos diarios no estaban completos, faltaban cosas, localicé al señor africano y
me fui a Londres a verlo. A partir de ahí él me dirigió hacia Zanzíbar. Viajé a
Zanzíbar en cuatro ocasiones, todo eso fue generando el desarrollo de la obra.
Pero básicamente es la formulación como novela de la vida de este hombre.
¿La ‘suerte’ de que no estuvieran completos…? ¿Por qué?
Sí, porque cuando uno aborda una
cuestión de este estilo, al principio eres escéptico por definición, sabes que
con una novela te vas a tirar varios años casi con toda seguridad. En este caso
me he tirado más de diez años, casi quince; tiene que ser un proyecto en el que
tú creas. Un proyecto en el que tú creas casi siempre es un proyecto que
generas tú, no un encargo que te hacen, y este encargo era muy muy especial;
obviamente, no iba a fallarle a mi tía, pero el hecho de que los diarios estuvieran
incompletos me abría la posibilidad de buscar más allá de la mera transcripción
que no era el objetivo de partida
En ese caso, imagino, no hubiera sido una novela.
No hubiera sido una novela, eso
es, y ese desde luego, no era mi objetivo. Por eso dije que tuve esa fortuna,
al principio me daba pereza y al final resultó una suerte inmensa.
Le ha dejado huella, por lo
que he leído. Imagino que es normal
después de diez años, casi quince.
Sí, incluso en mi anterior libro
en ‘Yo también fui Jack el Destripador’ hay una pequeña mención en la obra a Zanzíbar
y a este personaje.
Él tuvo su epifanía en África, yo
tuve una pequeñita también siguiendo sus pasos en la costa de Kingenge en Zanzíbar,
y sí, tuve claro que quería hacer varias cosas, no sabía muy bien qué
desarrollo iban a tener en un primer momento, pero también es verdad que yo no
me pongo a escribir hasta que estructuro la obra, por eso tardé en ponerme,
pero cuando me puse ya lo tuve claro.
¿Tiene pensado hacer alguna cosa más para seguir honrando la memoria de
este hombre?
No, con esto concluyo mi parte,
que no concluye con la edición de la novela; ahora se trata de seguir
difundiendo la memoria de este hombre. Mi objetivo no era publicar, mi objetivo
es transmitir la idea y el personaje.
Para que la novela llegue a más lectores, a aquellos que no sepan español
y puedan estar interesados por ejemplo en Zanzíbar o como el señor africano
que vive en Londres, ¿hay posibilidad de que se traduzca al
inglés?
Pues esa persona en concreto sabía
palabras en español y se expresó en español con mi tía y en un español que,
según mi tía, era un castellano recio, castellano recio es formal. Este hombre,
Juan Ángel Santacruz, que era todo un personaje, utilizó el español a
principios de los años 60 como una legua código en una plantación en la que
quiso instruir a una serie de personas en los ideales de cultura y de
independencia; entonces aún se habla en Zanzíbar algunas palabras en español,
existe la idea de que aquella plantación, que se llamaba Triana, es por él, o sea
que algo ha dejado de su paso por aquellas tierras.
Fernando García Calderón
(Sevilla, 1959), escritor e ingeniero de Caminos, afincado en Madrid, autor de
novelas y volúmenes de relatos, algunos reconocidos en los más prestigiosos
certámenes, ha publicado hasta la fecha dos volúmenes de cuentos: ‘El mal de tu
ausencia’ y ‘Sedimentos en un pantano’, así como uno conjunto ‘Diarios de
ausencias y acomodos’ con F. Gamboa (Alfar, 2015). Con ‘El vuelo de los
halcones en la noche’ (1997), su primera novela, obtuvo el premio Félix
Urabayen. A ella siguió la novela ‘El hombre más perseguido’ (1999), con la que
obtuvo el premio Ateneo-Ciudad de Valladolid. Tras publicar ‘Lo que sé de ti’ (2002), ‘La
noticia’ (2006), ‘La judía más hermosa’ (2006), ‘La resonancia de un disparo’
(2008) y ‘Yo también fui Jack el Destripador’ (Ediciones del Viento, 2015), le
entrevistamos por su última novela ‘Nadie muere en Zanzíbar’ (Algaida, 2016).
Os dejo el enlace de la
entrevista que me concedió en 2015, aquí.
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