Le tengo un especial cariño a las plantas. Creo que viene de lejos, en parte heredado de mis padres, gente humilde muy apegada al terruño, como suele decirse. Tuve la inmensa suerte de conocer muchas plantas y especies vegetales gracias a ellos, a deliciosos veraneos en La Mancha. También más tarde, durante la carrera universitaria, gracias a la asignatura de Botánica. Superé con creces las plantas que debíamos presentar en forma de herbario añadiendo al pie de cada una, si era el caso, si poseían propiedades medicinales.
Este largo prologo lo he creído necesario porque el libro “El libro de las plantas olvidadas” (Ariel editorial), de Aina S. Erice, se lo merece. Quería huír de una reseña ramplona o manida al tratarse de un libro con mayúsculas. Es sin duda una guía muy útil de especies poco conocidas en su mayoría. Algunas sí que las solemos reconocer ya en su hábitat ya de oídas. Es fácil así comentar la presencia de árboles como el fresno, el laurel, el madroño, el saúco o el tilo; también nos resultarán familiares la alcaparra, el tomillo, la manzanilla, el hinojo o la amapola… Pero es que junto a estos hay unas cuantas especies más hasta el centenar que merecen ser conocidos o al menos prestarles unos minutos de atención. Más del 80% tienen usos comestibles, lo cual despierta de por sí un interés redoblado en este que suscribe; sin olvidar que la mayoría de las especies descritas en este libro poseen usos medicinales y/o cosméticos.
El objetivo de su autora no es la que nos quedemos con los nombres o la imagen, las ilustraciones de cada especie corren a cargo de Montse Moreta. Quiere despertar nuestra curiosidad por ese variado grupo de especies vegetales «poco aptas al ecosistema supermercado» y al entorno urbano en el que vivimos. Al estupendo prólogo del ensayista, filósofo y pedagogo José Antonio Marina le siguen el centenar de especies clasificadas por ambientes y, de cada una, a modo de ficha, su descripción, usos y curiosidades. Hay plantas tóxicas y plantas que favorecen la digestión, algo más que interesante cara a esas comidas copiosas en fechas venideras. También encontramos recetas de cocina o fórmulas para preparar jabones o lociones.
En el apartado de curiosidades no me resisto a incluir aquí cómo el guillomo se usó para hacer cepillos o escobas, el interés de Napoleón Bonaparte por la violeta de olor, el poder afrodisíaco del cardo corredor o, extrañamente, de la ortiga… cuando no de esa costumbre romana de lanzar nueces en las ceremonias nupciales quizá más contundente que la actual de lanzar arroz. Los glosarios al final del libro permiten la localización de las distintas especies tanto por nombre (vulgar y científico) como de los términos médicos empleados. Una guía para aprender y poner en práctica desde el conocimiento y el ineludible respecto por el medio ambiente.
Aina S. Erice cursó Biología en la Universitat de les Illes Balears donde también realizó una maestría en Biología de las Plantas en Condiciones Mediterráneas. Más allá de su pasión por la biología, sus diferentes ensayos y artículos descubren un interés particular hacia la antropología, el arte, la diversidad cultural, la historia y todo asunto que relacioné la psique humana con el mundo vegetal. Es autora del blog Imaginando Vegetales y del libro La invención del reino vegetal, apadrinado por José Antonio Marina. Precisamente con Marina, Erice está embarcada en un proyecto de tres libros que el escritor y filósofo ha pensado basado en los antiguos reinos que se enseñaban desde Aristóteles: el reino vegetal, el mineral, y el animal.
El libro de las plantas olvidadas. Aina S. Erice. Ariel editorial.
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