"¿Cómo entrenar la mente?", de Fernando Botella, es un libro-gimnasio. Un gimnasio mental, ya que en él encontramos conceptos teóricos, muchos ejemplos y una invitación a pasar a la acción. A lo largo de sus veintiún capítulos, divididos en cinco secciones nos habla de la mente, de técnicas para potenciar habilidades entrenando la escucha, el lenguaje interior o la actitud, entre otras. También hay unos capítulos dedicados al liderazgo, aunque el potente es el denominado “Tu plan de entrenamiento.”
Porque libros de crecimiento personal o autoayuda hay a patadas, muchos se quedan en frases de relumbrón y conceptos brillantes apoyados por gurús y directivos de prestigio. Pero el paso a la práctica marca la diferencia como en otras disciplinas técnicas.
El prólogo corre a cargo de Álex Rovira, todo y que también es interesante el capítulo “Bonus Track” para conocer la opnión sobre el tema de algunos expertos, colegas y amigos de Botella como Toni Nadal o Jorge Blass.
En este manual para de entrenamiento para líderes, Botella propone un modelo denominado de las 4C. Estas corresponden a las iniciales de los conceptos-recursos siguientes: Competencias cruciales, compromiso, cultura y continuo (de aprendizaje continuo.)
Como si fuera un anuncio de prensa, el autor habla de que “se necesitan profesionales con visión y adaptabilidad”. Lo cual me ha recordado al libro “¿Quién se ha llevado mi queso?” Es más, Botella comenta en "¿Cómo entrenar la mente?" que hay una regla a la hora de actualizarnos. Creo que es el famoso Principio de Pareto, en la que deberemos adquirir un 20 por ciento de las nuevas competencias, habilidades y conocimientos nuevos. De manera actualizada, en una aprendizaje continuo. El resto, ese 80 por cien restante corresponde a someterlas a revisión e implementarlas mediante la práctica.
“¿Cómo entrenar la mente?” también es un libro para que cada cual tomemos lápiz y papel y lo adaptemos individualmente a nuestro caso. El libro se convierte así en un plan de entrenamiento. Hemos de ir leyendo y tomando notas para que a través de la guía propuesta por el autor hagamos un plan de mejora personalizado. También incide en esa implementación de lo leído, mediante fichas de entrenamiento. Porque saber no es hacer, remarca Botella; el cambio se opera haciendo las cosas de manera diferente a como se hacían para obtener resultados distintos. Esto es, mejores.
Botella dedica un capítulo al cerebro, a la mente, para ser más precisos. A mostrarnos cómo trabaja, cómo se originan las emociones, los recuerdos o cómo surgen las trampas autoboicoteándnos. Resulta curioso leer que nuestro cerebro está programado para dar más peso a lo negativo que a lo positivo. Se sustenta en una adaptación evolutiva y biológica, nos protege para priorizar desde los tiempos del fuego y las cavernas la supervivencia frente a la felicidad. Solo que ya no hay que salir a cazar la comida como nuestros antecesores ni hay fieras salvajes acechantes en la noche. Hay que reaprender y educar de algún modo a nuestra mente. Botella nos propone desactivar (y comprender) algunos filtros ineficientes como son las suposiciones, la predicción negativa del futuro o la exageración de la situación vivida.
Nuestro cerebro es biológicamente pesimista, nos dice el autor en “¿Cómo entrenar la mente?” Con ello nos protege de las inclemencias de lo que está por llegar. Y esto tiene mucho que ver con el miedo. Diría más, con eso que algunos han llamado miedo atávico. La previsión negativa del futuro junto a nuestras experiencias negativas previas son el mejor abono para generarnos miedo. Partiendo del hecho de que el miedo es una emoción, una muy poderosa, añadiría yo, no es de extrañar leer que nos mueven las emociones. Aunque sorprende saber que la mayoría de nuestras acciones están determinadas por las emociones. Siendo tan importantes para la supervivencia, que nuestro cerebro sea biológicamente pesimista da que pensar. Y no solo es un juego de palabras.
He de romper una gran lanza a favor de Botella en el capítulo dedicado a la “Bendita imperfección”. Alienta en él al aprendizaje, sobre todo en niños y jóvenes, sin la exigencia de la perfección. A instarles a que obtengan placer del puro atrevimiento, de afrontar la adversidad o lo inesperado frente a la inmovilidad por temor al fracaso. La toma de decisiones, leemos, debe admitir el error como base del desarrollo, como motor para avanzar.
Otra de las herramientas en las que el autor se detiene en este libro es la imaginación. La imaginación como fuente de resilencia. Su importancia para ayudarnos a vivir mejor si aprendemos a manejarla. Entrenar la imaginación y previsualizar los objetivos, pues al parecer el cerebro no conoce la diferencia entre lo virtual y lo real. ¿Cómo nos ayuda esto? Al imaginar un logro, al visualizar los objetivos activamos una parte del cerebro dándonos la sensación de estar viviéndola. Gracias a ello, deportistas, actores o músicos mejoran sus habilidades. Imaginar expectativas positivas como herramienta para mejorar el aprendizaje exponencial.
Hay una propuesta o invitación en “¿Cómo entrenar la mente?”: a vivir bajo el continuo aprendizaje apoyado por cuatro conceptos clave: actitud, talento, esfuerzo y acción. Nuestro aprendizaje y entrenamiento personal deberá incluir en este entorno cambiante lo relacionado con lo que nos hace más humanos, las llamadas soft skills serán más relevantes que antes.
Quizá una frase breve que resume si no todo el libro gran parte de su ideario la encontramos en el capítulo “Te vas a morir”. En él, además de poner en valor el disfrutar cada instante de nuestra vida, a aprender a disfrutar como parte de ese aprendizaje vital, lo subraya la frase de que quizás no dejar de aprender nunca sea el secreto de la eterna juventud.
Si quieres leer acerca de "¿Quién se ha llevado mi queso?", pincha aquí.
¿Cómo entrenar la mente? Fernando Botella. Alienta editorial.
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