Ya había leído anteriormente varios libros de mi paisano Millás. Por eso, sabía que rescatar este libro de una caja estos días me aseguraba una lectura entretenida. En “La mujer loca” (Seix Barral), Juan José Millás vuelve a firmar una novela provocativa y divertida a partes iguales.
El lenguaje tiene un especial protagonismo en estas páginas, como también la débil frontera entre lo real y lo ficcional. Hasta tal punto los personajes tienen un peso marcado en la trama que el propio Millás forma parte de ella. Un Millás ficcional a pesar de las similitudes entre el escritor de carne y hueso y el de tinta y papel. El argumento gira entorno a tres personajes: Emérita, una enferma terminal que ha decidido poner fin a su vida; Julia, una joven que trabaja en una pescadería y vive en una habitación alquilada en el piso de Emérita; y Millás, que está realizando un reportaje periodístico sobre la eutanasia. Julia es un personaje entrañable sobre todo porque a partir de él se van tejiendo una serie de acontecimientos a raíz de su reciente afición por la gramática. Emérita es una suerte de personaje de unión entre Julia y el periodista Millás.
Es cierto que la eutanasia cobra un papel relevante en la trama seria de la novela, lo cual justifica la aparición del Millás ficticio y que este conozca a Julia. Emérita también confesará un secreto a Millás, personaje que narra la novela en un acto de doble narración: la que le cuentan a él y la suya propia de lo que recuerda y ve al conocer a estos personajes. Por eso el acto de contar, de narrar, el lenguaje, la fuerza de la palabra son tan importantes en La mujer loca. Tuve una evocación a otra autora, ala belga Amelie Nothomb, por el uso que también hace esta con los nombres propios y el lenguaje en sus novelas.
Me ha sorprendido a medias el tema de la locura, entre comillas, y el de los medicamentos que se toman los personajes. Hay una terapéutica de los fármacos y otra de la oralidad. Palabras y frases se personifican y le cuentan sus problemas a Julia. También Emérita parece encontrar consuelo al hablar con Millás de un modo parecido a como este lo halla en su terapeuta en La mujer loca. Llegados a un punto de la historia, la realidad contada se cruza con una especie de diario de Millás que llama Diario de la vejez de Millás. Otra muestra más de la fuerza de la escritura, de la narración y los estados fronterizos de la realidad.
Una novela tierna, descarada, irónica, inteligente y reflexiva en la que se apela al lector a cuestionarse los límites de eso llamado locura y quizá de los de la propiedad individual de la vida. Millás en estado puro.
Juan José Millás (Valencia, 1946) es autor de las novelas Cerbero son las sombras (Premio Sésamo, 1975), Visión del ahogado (1977), El jardín vacío (1981), Papel mojado (1983), Letra muerta (1983), El desorden de tu nombre (1986), La soledad era esto (Premio Nadal, 1990), Volver a casa (1990), Tonto, muerto, bastardo e invisible (1995), El orden alfabético (1998), No mires debajo de la cama (1999), Dos mujeres en Praga (Premio Primavera de Novela, 2002), Laura y Julio (2006), El mundo (Premio Planeta 2007), por la que recibió además el Premio Qué Leer de los Lectores y el Nacional de Narrativa, y Lo que sé de los hombrecillos (2010). También ha publicado los libros de relatos Primavera de luto (1989), Ella imagina (1994), Articuentos (2001), Cuentos de adúlteros desorientados (2003), Los objetos nos llaman (2009) y el volumen Articuentos completos (2011). Su obra de corte periodístico, reconocida, entre otros premios, con el premio de periodismo cultural Manuel Vázquez Montalbán, está recogida en Algo que te concierne (1995), Cuerpo y prótesis (2001), Hay algo que no es como me dicen (2004) y Vidas al límite (2012), entre otros.
Hola.
ResponderEliminarNo conocía el libro y por el momento no creo que lo lea, tengo demasiados pendientes, pero gracias por la reseña.
Por cierto, acabo de encontrar tu blog y me quedo por aquí. Te invito a pasarte por el mio.
Nos leemos.
Hola Carolina. Me pasaré por el tuyo, claro. Bueno, quizás en otro momento te animes. Un saludo.
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