La escritora Cristina Fernández Cubas, nacida en
Arenys de Mar, Barcelona (1945), me ha concedido una entrevista tras publicar
‘La puerta entreabierta’, novela que ya reseñé semanas atrás anunciándoos esta entrevista.
Autora de varios libros de relatos, novelas, una
obra de teatro y un originalísimo libro de memorias narradas, ‘La puerta entreabierta’ se abre a los
lectores ya desde el comienzo con un curioso pseudónimo.
Espero que os guste la entrevista y el libro por igual.
Ginés Vera: Fernanda Kubbs como seudónimo de esta
originalísima aventura y a la vez reto literario, ¿también cómo parte de la
esencia que impregna la novela?
Cristina
Fernández Cubas: El nacimiento de Fernanda Kubbs tuvo un origen sencillo. Quise avisar a mis
lectores de siempre que iba a dar una vuelta de tuerca y quise también sentirme
más libre que nunca. Pero sí, es cierto; F.K y la novela están más que unidas.
Su nombre me vino a la cabeza en el
primer capítulo y ya no puedo separar una de la otra.
G. V.: La protagonista, Isa, es una periodista a
la que le han encargado un reportaje sobre el mundo de la magia. Escéptica,
curiosa y reflexiva, ¿qué hay de Fernanda Kubss en esta historia?
C.F.C.: Algo
hay, desde luego. Pero muy a menudo sucede al revés y es el escritor quien,
mientras escribe, se contagia del personaje. O se mete en su piel, que es casi
lo mismo.
G. V.: Inicia con ‘La puerta entreabierta’ una serie de novelas con la misma
protagonista, ¿tiene pensada la distancia literaria de este viaje tan singular
de Isa?
C.F.C.: No
tengo pensado nada. De momento es sólo un plan, un proyecto o, si se quiere, un
deseo. Lo único que veo (y ya es mucho) es el posible escenario donde situar la próxima peripecia. Y, desde luego,
la repetición de algunos personajes a los que he tomado cariño y, me parece, tienen todavía por delante bastantes aventuras qué vivir.
G. V.: Me ha parecido entrever una fuerte
presencia femenina, no sólo por la protagonista, y el papel de personajes
secundarios, también con el concepto femenino de origen, creación o la propia
esfera amniótica.
C.F.C.: Así es. Pero la esfera, además de su
carácter amniótico, de la estrechísima
relación que supone entre Krauza, la vidente, e Isa, la joven periodista, puede
sugerirnos un montón de cosas más. Eso, por lo menos, es lo que me ocurrió a
mí. A medida que avanzaba en la aventura, la bola de cristal cobraba más y
más significados.
G. V.: «A menudo –leo en la novela–
necesitamos convertir en palabras nuestros difusos pensamientos, y así fijarlos
y darles existencia.» ¿Ha ocurrido así con esta novela?
C.F.C.: Es
posible que en parte. La escritura, a menudo, va más allá de los propósitos
iniciales del autor.
G. V.: Una novela envolviendo pequeñas historias,
al modo de los cuentos antiguos, legendarios; no me resisto a que me comente la
frase: Los juegos de niños son en realidad juegos muy serios.
C.F.C.: Y muchas canciones infantiles, añado,
resultan inquietantes por sus asociaciones, en apariencia absurdas, sus salidas
crueles o las rimas o salmodias que
parecen imitar formulas mágicas o conjuros brujeriles. Sobre todo antes, cuando
la imposición de “lo correcto” no había llegado a los patios de colegio… En
todo caso, antes o ahora, me fascina ver cómo juegan los niños. En los repartos
de papeles, en las frases “Yo era un pirata…”, por ejemplo, o en el diseño del
escenario de turno con la consabida fórmula “Figura que…” Por unos momentos los
niños son lo que ha decidido ser y la situación es la que han imaginado.
G. V.: Al terminar de leer ‘La puerta entreabierta’ y cerrar los
ojos han venido a mi mente algunos conceptos recurrentes como: espacios
fronterizos, el azar o la importancia de las palabras, de los nombres.
C.F.C.: En todo eso se basa mi novela. El
azar, lo desconocido, ciertas tierras de nadie en las que “todos los espacios
se dan cita” o los propios sueños que “son en sí mismos puerta y frontera”. En cuanto a la importancia de la palabra… Pues sí, su fuerza me parece tal que
me he permitido convertirla
prácticamente en un personaje más
de la novela. Juego con ella, le dedico una de las historias –“El dueño de las
palabras”– y doy rienda suelta a mi
gusto por los anagramas y acertijos.
G. V.: Sueños, subsueños, cajones secretos y puertas entreabiertas a otros mundos, a
otras percepciones. ¿Si leemos ‘La
puerta entreabierta’ corremos el riesgo de descubrir algo sobre nosotros
mismos que desconocíamos?
C.F.C.: Nada
me haría más feliz. O sea que ¡ánimo Ginés! Cierre otra vez los ojos y corra el riesgo. Aunque en realidad conocerse
a sí mismo, como nos prescribe la famosa inscripción del templo de Delfos, no
es malo sino todo lo contrario. Un punto
de partida.
Por Ginés Vera.
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