Recientemente tuve la
oportunidad de entrevistar al escritor y dramaturgo argentino Daniel Dimeco con
su última novela: El mapa de las viudas, galardonada con el Premio Ciudad de
Badajoz 2012 y finalista del Premio Clarín-Alfaguara de Novela 2012. Graduado
en Ciencias Políticas y Máster en Gestión Cultural, ha publicado varias obras
también premiadas. Coordina talleres literarios, colabora en las revistas
Culturamas y Revista de Letras-La Vanguardia y administra el blog Café
Copenhague. Os dejo la entrevista y un giño humilde, pues también colaboro en
la revista Culturamas.
¿Cómo surge la idea de emplazar la novela en la Alemania de posguerra?
Prácticamente cuando la empiezo a
escribir, me doy cuenta de que necesito un sitio, una ambientación que sea muy
cerrada, en el sentido que la gente no hable. Que podía haber sido cualquier
pueblo del mundo, cualquier pueblo muy encerrado en sí mismo, cualquier pueblo
de montaña. La RDA me vale porque todo el sistema que la sustenta es un sistema
sustentado en el miedo, en la represión, en la muerte en definitiva, eso a los
largo de los cuarenta años de la RDA generó un silencio increíble. Hablé con gente
relacionada con Alemania y con Polonia, pasaron cosas tremendas de las que
nadie hablaba, solo el hecho de mencionarlas implicaban a alguien que podía ser
más poderoso, que podía llevarte a consecuencias muy graves, por lo que todo se
tapaba, todo se silenciaba. Ese ambiente me servía para contar esta historia.
Yo no quería que se supiera nada hasta el último capítulo.
¿Cuál fue entonces el germen, el primer chispazo de la novela?
El primer chispazo fue, en realidad,
una anécdota familiar y que tiene que
ver con el médico y la mujer del médico que aparecen en la novela. Ese gesto
ocurrió en los personajes reales y alguna otra gestualidad que manejo en la
novela; esos personales fueron los iníciales. Estoy hablando de la realidad, de
la anécdota de mi infancia. Encerraban una pareja muy particular donde nadie
nunca entró a su casa, Y yo me preguntaba, ¿por qué nadie entraba?, ¿qué ocurría
en esa casa?, ¿por qué este hombre cuando salía de su casa a la calle llevaba
la mano a la espalda y ella le obligaba a encorvarse?, ¿qué había pasado allí
entre ellos.
Yo estaba buscando tema para la
novela y un día, contándome mi madre la anécdota por enésima vez, dije: aquí
hay algo, voy a resolver el enigma.
El mapa de las viudas, ¿es un thriller?
No lo sé; tampoco sé si me interesa
categorizarlo. Tiene algo de thriller, algo de novela dura; no te sabría decir
en que categoría está.
Annette Maler es un personaje tierno, pero en cierto sentido da algo de
miedo.
Si, como todos los niños que están en
una obra o en una película, tienen esa parte tierna y esa parte dura. Annette
es un personaje tierno, lo que ocurre es que está envuelta en una atmósfera que
no le permite expandir esa ternura de niña.
La protagonista de la novela teme a los murciélagos, pero, ¿a qué teme
Daniel Dimeco?
Le temo a la enfermedad si tengo que
mencionar un temor es a la enfermedad, a no poder controlar mi cuerpo, mis
acciones o lo que quiero hacer.
¿Donde se inspira uno para escribir novelas así, tiene algún lugar
fetiche?
Esos lugares fetiche los tengo
dentro. Siempre hago la misma aclaración, normalmente, me rio mucho, me gustan
las cosas buenas y el sol de Valencia, pero escribiendo me gusta entresacar lo
que está tapado, lo que está cubierto, a mi me parece que son las historias más
entretenidas, más interesantes para trabajarlas; me gusta indagar en los personajes,
más allá de lo que muestran, de lo que dicen, hay algo que seguramente
esconden.
Me he fijado especialmente en algunos detalles, murmullos, palabras,
gestos, el sonido del columpio…
Creo que son sonidos maravillosos en
el contexto de la novela. Incluso el sonido de un columpio, que puede ser muy
bonito en cualquier momento, es muy evocador. De hecho, una de las cosas que me
evoca el sonido del columpio no es un parque donde hay muchos niños, sino un
solo columpio, es la soledad de esa persona que se está columpiando, y claro,
cuando me vino esa imagen a la cabeza, ese sonido, dije: esto es maravilloso y
para esa escena en la que sale el columpio.
El tema de los murmullos es como el
murciélago que aparece a lo largo de toda la novela. Cada cual puede verlo de
distinta forma: los murciélagos como tal, como el animal que todos conocemos, o
los murciélagos como aquellos ojos que en esa época y en Alemania veían todo
todos lo que ocurría en esa ciudad y en toda la RDA.
Si que quería preguntar por la atmosfera, el hecho de escoger los
murciélagos en lugar de ratas, por ejemplo.
El tema de las ratas no me valía
porque necesitaba algo que viera desde arriba, desde lo alto. Es verdad que la
ratas trepan, pero lo habitual no es verlas colgadas de ningún sitio. Y los
murciélagos son más silenciosos y me servía además no solamente el hecho de verlos,
imaginármelos colgados, con sus ojos viéndolo todo, sino el vuelo de los
murciélagos; el vuelo de los murciélagos unido al sonido del Trabant, un coche
que todos los días aparca delante de la casa de Eleonora Maler. A mi me servía
para evocar aquella noche trágica de Eleonora en 1945. Y me gustaba la idea de
los murciélagos viniendo hacia la casa en vuelo, me pareció una imagen muy
poderosa.
¿Qué tiene que ver con los vampiros? siempre
me lo preguntan, y digo: nada.
Cuénteme algo sobre la canción de ‘Buenas tardes, buenas noches’ que
Eleonora cantaba.
Es una canción que descubrí por
casualidad mientras buscaba entre el material. Es una nana típica alemana. Cuando
di con esta canción ya la novela estaba bastante avanzada, por la mitad. Cuando
descubro la canción, lo que dice –es una nana muy alemana, me servía mucho, sobre todo la reiteración
para plantear un poco la situación de Annette, de la niña.
Dentro de los detalles de la novela, también destaco el olor a Krasnaya
Moskva.
Es un perfume, todavía existe; era el
perfume más caro de la Unión Soviética. La Unión Soviética imitaba, en algunos
casos, algunos productos occidentales, y este perfume –que además era rojo, tenía
todos los componentes soviéticos– era el perfume que usaban las mujeres ricas,
las que no se compraban los perfumes franceses se compraban este. Se llego a
vender en Cuba, no sé si se seguirá vendiendo ahora en Cuba.
El hecho de que la novela haya ganado el XVI premio de Novela Ciudad de Badajoz
es una doble implicación, ¿qué reporta?
Yo creo que depende de cómo te lo tomes,
en mi caso, evidentemente, es bueno porque cuando no te conocen el premio te da
–no te garantiza nada ni te cambia, por lo menos no a mí– un pequeño empujón,
decir: ‘estoy intentando tener un huequecito aquí’; luego, en lo demás, no me
ha cambiado absolutamente en nada.
Me refería a que tal vez puede ser un compromiso el que se premie a una
novela respecto a las expectativas que se regenere el lector cuando lo vea
rotulado en la portada antes de comprarlo.
Si, en primer lugar ha sido un premio
ganado en buena ley, en una época en la que los premios están muy en tela de
juicio; eso lo primero. Y el resto es una responsabilidad, es una suerte,
porque gracias al premio hoy tengo la posibilidad de que esta novela exista, es
un aliciente para seguir adelante. Con esto no quiero decir que si no me lo
hubieran dado hubiera dejado de escribir porque no sé comunicarme de otra
manera. Es un aliciente, si este trabajo que hago en solitario –que leen mi mujer
y dos personas elegidas–, les ha gustado a las seis ó siete personas que
conforman un jurado pues, bienvenido sea; y si le gusta a más pues, éxito
total.
Muchas gracias y muchos éxitos, Daniel.
Por Ginés J. Vera.
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