Empiezo a estar harto de ver anunciado como novela lo que en realidad es un libro de relatos. Las editoriales lo harán con fines comerciales. Lo que se me escapa del todo es que además se empeñen en colocar al principio del libro los peores relatos. ¿Será para que al final nos quede un buen sabor de boca? Bueno, eso será si seguimos leyendo.
'Ventajas de viajar en tren' es uno de estos casos, pero no es su único defecto. Despliega un humor absurdo que se reduce a la segunda de sus palabras, absurdo, porque para la primera, humor, es preciso un mínimo de identificación –hasta el humor tiene sus reglas– y con un personaje que se come sus propias heces, por ejemplo, es difícil la identificación.
Acaso si el absurdo fuera fruto de una mente absurda podría ser de gran interés, por lo extraño e inaprensible. Sin embargo, Antonio Orejudo no es un demente, se le ve el artificio. Lo cual no es ni bueno ni malo, simplemente es lo opuesto a la naturalidad de los locos.
De hecho redacta bien, con un estilo coloquial y moderno. Tan fluido que a menudo pasa de largo por las escenas, sin detenerse en ellas. Y con espíritu crítico, aunque muy particular, denunciando la violencia, por ejemplo, con violencia.
Su sentido del humor es negro, del color del alquitrán, una especie de humor del patíbulo. Dicen que este tipo de humor se aplica a uno mismo en una situación desesperada. Y es que hay que verlo todo muy negro para escribir: “No somos nada más que un puñado de mierda. Un puñado de mierda y ochenta por ciento de agua”.
Más cercano me siento al humor que emplea en otro de sus relatos para describir la relación entre una lectora y un célebre escritor: “Ella creyó que se casaba con su autor favorito, pero en realidad se había enamorado del narrador, y se casó con un personaje”. Como veis, a mí también me gusta acabar dejando un buen sabor de boca. Ventajas de viajar en tren con billete de ida y vuelta.
Por Ricardo Guadalupe.
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