lunes, 9 de diciembre de 2013

Entrevista a ELOY TIZÓN: «Pretendo que estén representadas la parte sombría y la parte luminosa de la vida en lo que escribo».

Entrevisto a Eloy Tizón (Madrid, 1964) en el céntrico hotel de Valencia donde recala para los medios promocionando su último libro Técnicas de iluminación. Un libro intenso que celebro con él, durante la entrevista, pues me ha estimulado a retomar mi propia escritura de relatos. 

Tizón está considerado uno de los mejores narradores de relato breve y novela de los últimos años. Escribe habitualmente en la prensa, ha ejercido la crítica literaria, y  trabajado también como docente en escuelas literarias. Parte de su obra ha sido traducida al inglés, francés, italiano, alemán, finés y árabe. Es autor de las novelas: La voz cantante, Labia y Seda salvaje; y de tres libros de relatos: Parpadeos, Velocidad de los jardines y, este año, Técnicas de iluminación.

Os dejo a continuación la entrevista.

¿De dónde surgió la primera luz para agrupar estos diez relatos que componen técnicas de iluminación?

Pues surgió cuando tenía escritos aproximadamente tres o cuatro, o alguno más. Los escribí sin buscarles ninguna unidad pero me di cuenta que en todos ellos  apuntaban a que hubiera el elemento luminoso en todos ellos, y un poco por casualidad y en ese momento que el personaje se enfrenta a una situación vital complicada y tiene como que mostrar quien es, de qué pasta está hecho ¿no?, el momento de iluminación al que yo quería llegar. Una vez que vi ese hilo conductor vi que ese era el camino del libro.

¿Es tan importante a veces lo que no se cuenta, lo que permanece oculto, lo que se insinua, como lo que se cuenta?

Totalmente, yo diría incluso que lo que no se cuenta es más importante, porque ese espacio que queda sin explicar es un espacio que tú le concedes al lector para que él participe. Entonces Intento no dárselo todo masticado, no dárselo todo explicado, no para fastidiar al lector sino todo lo contrario, para contar con su complicidad. Yo quiero que estos relatos los termine el lector.

Leo en ‘La calidad del aire’ que hay un punto de iluminación en esa abrazada definitiva que le lleva a uno a un lugar sin vuelta atrás.

Bueno, ese sería el punto que a veces es interesante alcanzar, muchas veces en la vida, y también en la literatura, es ese punto en el que ya nos comprometemos con algo tanto que somos capaces de no pensar en el camino de vuelta, aunque nos cueste la propia vida. En la literatura nos empuja en ese sentido a que perdamos la vida, no llegar a tanto, pero si a un punto que realmente mostremos la valentía y tengamos el coraje de llegar a algún terreno que no habíamos llegado antes y a veces nos asusta un poco llegar.
¿Hay una poética de la luz, de la sombra y de la reflexión a que lectores van dirigidos estos relatos?

En principio yo no establezco ningún tipo de jerarquía, pienso que cualquier tipo de lector con cierta inquietud literaria puede entrar en ellos y puede disfrutarlos. Sí hay una voluntad literaria por mi parte de mirar con la misma intensidad y el mismo detenimiento la parte sombría de la vida y la parte luminosa de la vida, pretendo que las dos estén representadas en lo que escribo. Hay una parte en el libro donde puede haber cierto humor, el atrapar ciertos momentos de dicha, habitualmente efímeros, y la voluntad de mirar el rincón que nos da miedo.

‘La acción supera el pensamiento, es mejor hacer cosas que soñarlas’.

Eso lo dice un personaje, yo no sé si estoy de acuerdo con eso. Yo defiendo mucho el sueño, en concreto, la creación literaria. Creo que es una herramienta creativa, yo escribo mucho con sueños. Alguno de estos cuentos, en concreto, nace con alguno de los sueños que yo he tenido y que me ha servido para ver por dónde podía ir el relato. Por ejemplo en ‘Ciudad dormitorio’ cuando al personaje le entregan la caja forma parte de un sueño que yo tuve. Cuando desperté le asigne esa acción al personaje porque me pareció narrativamente interesante; el momento de decidir, ese dilema, casi es un dilema moral más que de otro tipo.

‘Los besos no recibidos han hecho más por la literatura que los besos recibidos’, leo en Merecía ser domingo.

Esa es una frase de una cierta tristeza, pero yo creo también de una cierta verdad, al final gran parte de la literatura se construye en torno a la ausencia, si pensamos en la poesía, la poesía que echa de menos al ser amado; en contraste una narrativa de la felicidad es más escasa y probablemente mucho menos interesante, nos interesa más cuando hay conflicto, cuando hay problemas. Empatizamos más con ese tipo de literatura.

¿Cuándo se decide por la musa de novela y cuando por la del relato? ¿Qué les dice a sus alumnos sobre las musas?

Que no confíen mucho en ellas, yo prefiero el trabajo disciplinado a lo Picasso, sí que hay momentos en los que sí aparecen las musas o podríamos llamarlo inspiración o iluminación. Momentos de un cierto deslumbramiento, de cierta sorpresa que te llevan a un terreno que no imaginabas, pero que se da porque hay antes un trabajo, y una horas, romper papeles, lo que al final te lleva a que algo de lo que produzcas merezca la pena.


Normalmente yo las historias muy al principio ya intuyo si puede ser novela o puede ser relato porque me da la sensación o bien que es un mundo comprimido que puede ser contado en doce o quince paginas, o que yo veo con bastante ramificaciones, personajes secundarios, caminos alternativos, que necesitan más espacio para ser desarrollados.

Muchas gracias y mucha suerte, Eloy.

Por Ginés J. Vera

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