lunes, 5 de mayo de 2014

JAIME SILES: «Un traductor es un gran lector de la obra porque la tiene que leer, entender y reescribir.»

Esta entrevista es muy especial, en tanto quiero dar las gracias a Jaime Siles por su amabilidad y dedicación al abrirnos las puertas de su casa para llevarla a cabo. También mi agradecimiento a Sergio Martínez, por sus excelentes fotografías y haber hecho posible esta entrevista y la difusión en un importante medio de comunicación valenciano.

Jaime Siles es profesor universitario en la Universidad de Valencia además filólogo, traductor y poeta. Doctor en Filología Clásica ha sido nombrado autor del año 2014 por la Generalitat Valenciana. Entre sus muchos reconocimientos como escritor destacar el premio Loewe de poesía en 1989 o en el premio de las Letras Valencianas en 2004.

¿A qué cree que es debido que España presente unos índices de lectura y comprensión lectora bajos respecto a otros países tanto dentro como fuera de la Unión Europea y cuál sería la fórmula para mejorar esta situación?

Creo que España tiene especialmente la asignatura pendiente de nuestra democracia y es, sin duda alguna, la educación. La educación debe hacer que la gente aprenda no una lengua sino varias, que sea capaz de expresarse en ellas, que sea capaz de leerlas porque es la única manera que tenemos los españoles hoy de ser europeos de pleno derecho. Si no dominamos las principales lenguas europeas somos ciudadanos de segunda categoría no de primera. Y en el sistema español hay unas deficiencias muy claras, y una sobre todo es la no valoración del esfuerzo. Durante años se ha penalizado el esfuerzo y eso es un gran error porque desde la Ilíada hasta hoy sabemos que la moral de occidente se ha basado y esta ha sido la base de nuestro progreso en las palabras de la Ilíada: Esfuérzate por ser el primero y el mejor en todo. Y aquí llevamos 20 o 30 años en que parece que hay que esforzarse por ser el peor, por ser el más tonto de la tierra. Eso no puede ser modelo absolutamente de nada.

¿Qué supone para usted recibir el reconocimiento como Escritor del año 2014 de la Generalitat?

Para alguien que ha vivido veintitrés o veinticuatro años en el extranjero, alejado de España y de Valencia, supone un gran reconocimiento como el que me hizo la Generalitat Valenciana, en el año 2004, al darme el premio a las Letras Valencianas, o como me hizo el Ayuntamiento hace unos meses cuando me nombro hijo predilecto de la ciudad. Yo creo que un reconocimiento como éste lo que supone es un refrendo de la ciudadanía, es decir de los propios paisanos, ¿qué más se puede pedir?

¿Dónde se integra la función de un filólogo en el contexto de la sociedad actual?

Creo que en un contexto muy importante. Hay muchos tipos de filólogos, yo soy un filólogo clásico, es decir, que me dedico a las lenguas antiguas, las que han sentado las bases de nuestra civilización y, naturalmente, la filología es una manera de entender no solo la Historia sino también la realidad, porque la filología es lo que nos enseña la representación verbal de la realidad. Un filólogo sabe si la realidad está bien representada verbalmente, si no lo está es una imperfección o una falsación, según sea voluntaria o involuntaria esa falta de exactitud de la verbalización. Yo creo que la filología es muy importante porque la palabra lo es. Nosotros tenemos identidad porque tenemos lenguaje, si no tuviéramos lenguaje careceríamos absolutamente de identidad, seríamos como un vegetal o como un perro, y es el lenguaje lo que nos permite articular en conceptos todo lo que la Historia de la Humanidad ha ido adquiriendo como conocimiento y experiencia, si eso no se pudiese trasladar al concepto a lo mejor quedarían monumentos en piedra, pero no quedaría una palabra, no quedaría un lenguaje que pudiese trasmitir.

El conocimiento de la cultura clásica, del latín o el griego en el sistema educativo ¿qué cree que aporta a los futuros ciudadanos de nuestra sociedad?

La única manera de ser ciudadano de verdad es sabiendo porqué se hizo la democracia en Grecia y cómo se continuó en la república romana. Piense usted que cuando se hace la gran revolución -que es la revolución francesa, porque es la única que sigue todavía viva-, ésta se hace tomando como ejemplo Roma, la República. Montesquieau escribe en esa dirección, y cada vez que la cultura occidental se ha apartado de las bases del latín y del griego y de las bases de la democracia y de las bases de la república romana el hombre ha empezado a caminar a cuatro patas y no le ha salido rabo de milagro. Y cada vez que ha sucedido lo contrario, ahí tiene usted el renacimiento, ahí tiene usted la ilustración por poner dos ejemplos claros, toda la humanidad ha ido hacia delante. De manera que yo creo que el latín y el griego cumplen una función muy importante, o deberían cumplir una función muy importante en el bachillerato. El bachillerato está irreconocible. En mi época, cuando yo estudiaba en el bachillerato, lo importante era, en ciencias: las matemáticas, la física y la química; y en letras: el latín y el griego. Ahora no. Me he entrevistado cuatro veces con el ministro Wert, me he entrevistado en la Moncloa con los asesores de Rajoy y, bueno, hemos conseguido que el griego no quede muy bien, pero el latín y la cultura clásica lo hemos salvado. No hemos llegado a los objetivos máximos deseables, pero hemos salvado unos mínimos.

Hablando precisamente de política, ¿cómo han afectado las políticas de austeridad a la cultura española y cuándo cree que podrá revertirse esta situación?

No sé cuando se podrá revertir porque eso depende de unos parámetros internacionales, pero parece que tardaremos un tiempo de salir de aquí, unos cuantos años, una década tal vez. Pero, en cualquier caso, yo creo que ha sido muy duro para el cine, muy duro para la música, el IVA sobre los espectáculos y sobre el libro es un atropello y no digamos el problema con los estudiantes la universidad, que tienen muchos menos medios. Los profesores cobran hasta un treinta o un cuarenta por ciento menos, no hay plazas que vuelvan a convocarse en las oposiciones. Después de lo invertido, con el sacrificio social que supone en la formación de una generación, esta generación la estamos exportando. Es una ley antieconómica se mire por donde se mire.

Quería preguntarle por una afirmación suya: ‘el traductor y el crítico textual son los mejores lectores de una obra’.

Sí, yo he traducido de varias lenguas, la traducción me gusta mucho, en periodos de sequia. La traducción ayuda mucho porque es una especie de gimnasia lingüística y mental que mantiene la temperatura poética. Cuando yo he dicho eso me he referido a que un traductor tiene que reescribir en otra lengua aquello que un escritor escribió en la suya propia, y entonces termina conociéndola muy bien porque ve las limitaciones no de esa obra, sino del propio idioma y de la propia cultura para esa obra. En ese sentido es un gran lector de la obra porque la tiene que leer, entender y reescribir. Muy parecido a eso le pasa al crítico textual, el crítico textual es un especialista dentro de la filología y lo que tiene que hacer es fijar un texto. Imagínese usted que tiene una novela de Galdós y que en Galdós hay ocho ediciones distintas: unas con erratas otras sin erratas, unas en las que hay una palabra que se han comido, otras en la que no. ¿Cómo fijar el texto? Por eso el crítico textual debe conocer al autor mejor que el autor a sí mismo, para saber qué palabra es la que debe entrar ahí en el caso de que este falte o cuál de esas distintas versiones del mismo texto es la canónica o sería la mejor. Son lectores muy especiales, yo los he admirado mucho, porque si creo con Borges que la literatura de creación sobre todo es literatura de lectura en el sentido de que de si usted y yo supiéramos, como dice Borges, cómo va leer un hombre en el año 2040 sabríamos cómo va a escribir ese hombre en el año 2040. Si usted supiera el código de lectura o el punto de vista desde el que se lee sabría el punto de vista desde el que se va a escribir.

¿Hay en nuestra cultura una cultura humanística?

En nuestra cultura hay una base de cultura humanística, lo que pasa es que en los últimos años de capitalismo desbordado y de un liberalismo sin precedentes se han venido muchas cosas abajo, entre ellas el humanismo. Y no solo digo el humanismo porque la gente que no quiera leer latín o griego no se ha venido abajo, no se ha venido abajo porque lo que se ha venido abajo es el concepto mismo de ser humano. Claro, esto es lo que no hay de olvidar, y claro, la gente ha confundido precio y valor, que es otra barbaridad. Las cosas de verdad no tienen precio, lo que vale de verdad está fuera del mercado. Y eso es lo que habría que enseñar, eso es lo que enseña la cultura humanística eso y a ser un buen conciudadano a respetar las leyes y sobre todo a ser crítico, porque la cultura humanística tiene como obligación la formación de una ciudadanía crítica, entendiendo por crítica aquella que es capaz de analizar un discurso político y decir: esto es verdad y esto es mentira; esto nos conviene y esto no nos conviene, eso es una cultura humanística, una cultura crítica. La capacidad de que usted pueda criticar, de que usted no vea el periódico y se lo creo que usted no vea la televisión y se lo crea, que usted sea activo en su pensar. Esa es la fuerza de la palabra.

Con la crisis, ¿se aprende el verdadero valor de las cosas?

No, la crisis es una llamada de atención como cuando uno se pone enfermo. Una crisis en una sociedad quiere decir que la sociedad está enferma, y cuando uno está enfermo también se tiene una crisis, solo que es una crisis de su organismo y usted produce automáticamente unas antitoxinas que le defienden. Una crisis hace que la sociedad se replantee cosas. Una crisis no es en principio siempre mala, puede ser muy buena, lo malo es siempre lo que produce la crisis, no la crisis en sí, sino las causas por lo que hemos llegado hasta allí y eso si hay que aprender de ello y, si es posible, hay que corregirlo. Pero en la historia de la cultura las crisis son continuas y no siempre uno sale de la crisis peor. Yo diría que casi siempre la crisis es consecuencia de una mala interpretación de la realidad, de una mala interpretación de los valores verdaderos. La crisis a lo que viene es a recordar a la gente lo que es verdad y lo que es real y aquello por lo que hay que luchar.

Muchísimas gracias y enhorabuena, Jaime Siles.


Por Ginés J. Vera.
Foto: Sergio Martínez

http://www.levante-emv.com/cultura/2014/05/04/tuvieramos-lenguaje-careceriamos-identidad/1107370.html

2 comentarios:

  1. Una entrevista la mar de interesante. Un placer leerla. Y totalmente de acuerdo. El bachillerato está irreconocible. Pero también la primaria, la secundaria... La educación hoy en día es de pena... Pero claro, es preferible tener a la gente analfabeta, que se la controla mejor...
    Besotes!!!

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    1. Gracias, Margari. La entrevista fue extensa, una hora larga en la que hablamos de casi todo. Tienes razón en lo del bachillerato, es curioso como se ven las cosas dentro y fuera, me refiero cuando yo lo estudiaba y ahora, en la distancia. La vida se vive hacia delante, dijo alguien, pero se entiende hacia atrás. Me voy a permitir la poca humildad, por lo del analfabetismo, de citar a Borges cuando afirmaba que estaba más orgulloso de los libros que había leído que de los que había escrito. ¡Qué gran regalo es la cultura! Leamos, huyamos del analfabetismo en busca de la libertad. Un saludo afectuoso.

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