Entrevisto esta semana a Santiago
Posteguillo, no es la primera vez, ya lo hice cuando vino a Valencia a
promocionar un libro que me resultó sumamente interesante ‘La sangre de los
libros’. Le pregunto en esta ocasión por su novela ‘La legión perdida’ (Planeta
2016), su obra más ambiciosa y espectacular, que cierra la exitosa trilogía de
Trajano.
En esta tercera entrega de la trilogía de
Trajano está muy presente China, uno de los temas es precisamente los
tratos del emperador con ese país al que le debemos inventos tan importantes
como el sismógrafo, la pólvora, el compás o el propio papel sin el cual
difícilmente hubiera alcanzado tanto éxito esta trilogía.
Con
esta tercera entrega de la trilogía de Trajano he intentado mostrar el mundo
antiguo en su totalidad. La visión internacional de Trajano facilitaba este
proyecto. “La legión perdida” es una novela histórica de largo aliento, como
dicen en América Latina, es decir, de enormes dimensiones y de gran ambición
narrativa. En la novela tenemos hasta cuatro grandes civilizaciones: Roma,
Partia, el imperio kushan del norte de la India y la China de la dinastía han.
La ruta de la seda unía a todos estos imperios. El mundo es global desde mucho
antes de lo que podemos imaginar. Y Europa es y ha sido una gran civilización,
pero ni la mejor ni la única. Me interesaba mostrar nuestro pasado en contexto.
Entre los muchos detalles históricos que
vamos a encontrar en ‘La legión perdida’, está una naumaquia, con tiburones
incluidos; cuéntenos brevemente este espectáculo naval tan del gusto de Julio
Cesar.
Las
naumaquias eran recreaciones de batallas navales que los romanos realizaban o
bien en lagos próximos a Roma (como hizo Claudio) o en gigantescos estanques
construidos para este propósito, como ocurría en tiempos de Trajano y de la
novela “La legión perdida”. Parece ser que en una primera fase, se realizaron
naumaquias en el propio Anfiteatro Flavio (el Coliseo) antes de que se excavara
la red de túneles del hipogeo debajo de la arena, pero esto no es tan
comprobado.
A menudo descubro novelas que no sé si
calificarlas como ‘ficción histórica’. No
es necesario traicionar la Historia para hacer buena literatura, ¿cierto?
Lo que
tenemos son diferentes tipos de novela histórica donde el nivel de historicidad
(palabra que está en el DRAE) varía. “El nombre de la Rosa” de Humberto Eco es histórica
por su perfecta ambientación de un monasterio medieval, pero la trama es
ficción insertada en esa ambientación. Pero ficción genial y entretenidísima
que además es usada por el autor para ilustrar y explicar los conflictos
religiosos de la época. Robert Graves, sin embargo, hace ambientación histórica
en “Yo, Claudio” además de que sus personajes y trama central sean también
históricas. Mis novelas entroncan con este tipo de novela histórica.
Finalmente, también tenemos ucronías en donde se juega a contar que habría
pasado si la historia hubiera sido diferente. Es un género distinto, pero
especulativo que puede ser interesante. Lo que no es correcto es presentar una
novela que no sigue la historia ni por personajes ni por ambientación como
novela histórica. Los lectores saben lo que quieren y van seleccionando qué
autores o autoras les interesan más.
¿Nos sorprenderá encontrar algún detalle
poco conocido de la figura del emperador Adriano en su libro? Pariente de
Trajano, al morir este creo que accedió al trono en extrañas circunstancias.
Trajano
quizá pensó en Adriano como sucesor en una primera etapa de su gobierno, pero a
medida que observaba que Adriano no era proclive a mantener los territorios
conquistados, Trajano empezó a pensar en otras opciones como sucesor. Aquí
emerge la figura del africano Lucio Quieto, brazo derecho de Trajano, como
opción más probable. Adriano, por supuesto, no estaba por dejarse apartar de la
línea sucesoria y orquesto un complejo plan para, aprovechando la enfermedad de
Trajano, ser proclamado nuevo César. Adriano dio un auténtico golpe de Estado
en el que eliminó a todos aquellos que podían oponerse a su ascenso.
Otros escritores que han tratado en sus
libros sobre las legiones perdidas, creo que en ‘La legión perdida’ la base es
una ucronía, hechos que pudieron haber ocurridos y que imagino usted expone
bajo su mirada personal.
Veamos,
una ucronía, técnicamente, es cambiar los datos históricos. Por ejemplo, una
novela de Saki sobre la invasión de Inglaterra por parte del Kaiser alemán.
Esto es ucronía porque nunca ocurrió y sabemos que nunca ocurrió. Es muy
interesante porque Saki describe como hay gente que colabora con los invasores
y otros que forman una resistencia. Es todo imaginación pero anticipa lo que
luego pasará unas décadas después con la invasión nazi de Francia. En la
“Legión perdida”, no obstante, estamos mucho más próximos a la historia, porque
recreo una posible teoría, la del investigador Homer Dubs, que apunta lo que
quizá ocurrió. Nadie puede afirmar taxativamente que no fuera así. Hay
historiadores a favor y en contra de lo que recreo en la novela, pero esto no
es ucronía, sino novelar una posible teoría. Existe la posibilidad de que todo
ocurriera de forma muy similar a cómo se cuenta en la novela.
A la hora de tratar un tema como el
histórico ¿hasta qué punto un escritor debe ser riguroso para ‘contentar’ a los
cultos y ‘aflojar’ con la acción o los personajes secundarios para hacerla
accesible al gran público?
Muy
buena pregunta. A mi entender, como en casi todas las cosas de la vida, el
secreto está en encontrar un equilibrio razonable. En el caso de la novela
histórica hay que conjugar unas dosis elevadas de seguimiento fiel de la
historia, pero aprovechar todos los vacíos históricos para crear ficción intensa
que complemente los datos que nos faltan.
Imagino que para urdir una novela de este
tipo y máxime si se trata de una trilogía la abordará con ayuda de esquemas,
cronogramas y un guión para que nada se quede en el tintero (si eso es posible
tras más de tres mil páginas), quizá la inclusión de mapas y croquis de
batallas en su libros también es una forma de ayudar al lector, de establecer
ese pacto de verosimilitud tan codiciado por los escritores de ficción o no.
Sin
duda. Dibuja mapas y diagramas, me hago glosarios y cronogramas y mucho de este
material que me ayuda a elaborar la novela lo pongo luego a disposición de los
lectores y las lectoras en los apéndices al final de la novela. Esto es muy de
Tolkien, que hacía lo mismo y que a mí siempre me encantó, así que, en la
medida de mis posibilidades, intento seguir la senda de ese gran catedrático de
Oxford.
Debe de haber un momento, después de miles
de páginas dedicadas a Trajano, donde uno quiera poner el punto y final, por
mucho cariño que se le coja al personaje y se le tenga por un emperador sin
igual, ¿no es así?
Pues
no. Permítemele que te contradiga afectuosamente en este punto. Pero me
explicare. ¿Cómo se puede hartar uno de un líder que luchaba activamente contra
la corrupción, que combatía una crisis económica haciendo política social,
pensando en los desfavorecidos para quienes construía acueductos o distribuía
alimentos? ¿Cómo puede cansarse alguien de un líder que afrontaba los problemas
en lugar de dejarlos pudrirse? ¿Cómo puede alguien sentir hastío por un líder
que antes de exigir un sacrificio predicaba con el ejemplo sacrificándose
primero él? De eso uno no se cansa nunca. De lo que se agota uno en seguida es
de estar gobernado por una pandilla de políticos que cobran sueldo meses y meses
sin hacer su trabajo que no es otro que alcanzar un acto y formar gobierno. De
eso sí se cansa uno. Trajano también sabía pactar. ¿Dónde hay un Trajano o una
Trajana en el siglo XX? A Trajano sólo le he dado muerte porque soy fiel a la
historia y lo he contado según ocurrió. Mucho tendrían que aprender nuestros
gobernantes de este César de quien el Senado decía siempre a cada nuevo
emperador: “Ojalá seas tan bueno como Trajano”. Por cierto, una duda personal:
si Roma como civilización duró siglos y siglos con una sola cámara (el Senado)…
¿realmente necesitamos dos cámaras, un congreso y un Senado en España? Es por
saber. Creo que en algún punto me he perdido.
Muchas gracias y mucha
suerte, Santiago.
Por Ginés J. Vera.
Santiago Posteguillo es profesor de literatura en la Universitat
Jaume I de Castellón. Estudió literatura creativa en Estados Unidos y
lingüística, análisis del discurso y traducción en el Reino Unido. De 2006 a
2009 publicó su trilogía ‘Africanus’ sobre Escipión y Aníbal, merecedora de
grandes elogios por parte de los expertos. Ha sido Escritor Valenciano del Año
2015, premiado por la Semana de Novela Histórica de Cartagena, obtuvo el Premio
a las Letras de la Generalitat Valenciana en 2010 y fue galardonado con el
Premio Barcino de Novela Histórica de Barcelona en 2014. Ha publicado también
‘La noche en que Frankenstein leyó el Quijote’ y ‘La sangre de los libros’. Con
‘La legión perdida’, cierra esta exitosa Trilogía de Trajano, iniciada con ‘Los
asesinos del emperador’ y a la que siguió ‘Circo Máximo’.
Este autor me ha conquistado totalmente con su trilogía de Escipión así que su última trilogía va a caer seguro. Eso sí, cuando esté integra en edición bolsillo, que son muchos los caprichos que se quiere dar una. Una gran entrevista. Es un gustazo escuchar y leer a este escritor.
ResponderEliminarBesotes!!!
La verdad es que entiendo lo que dices de la edición íntegra de bolsillo, Margari, son muchas páginas y el tiempo no infinito, aún. Ya me cuentas qué tal cuando te embarques en esta trilogía de mi paisano. Un saludo.
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