Esta semana entrevisto a un autor al que ya entrevisté al
principio de año, solo que en esta ocasión por su novela ‘Cazadores en la
nieve’ (Versátil, 2016). Destaco su sinceridad y el compromiso con la
literatura no solo desde la reivindicación con esta novela premiada por la
Diputación de Córdoba, también en un sentido más amplio con el género negro en
nuestro país, tal como leeréis a continuación.
Más allá de querer ceñir la novela a una etiqueta, ¿podríamos decir que
nos vamos a encontrar con un thriller de emociones primarias con regusto a
western?
La definición creo que es la
correcta. Yo la veo como novela negra y western. Lo de western me di cuenta
cuando la estaba corrigiendo para editarla. ‘Cazadores en la nieve’ está
ambientada en la naturaleza, en un paisaje nevado; a un pequeño pueblo llega un
forastero, que es un antiguo pistolero; en ese pueblo hay un sheriff con un
oscuro pasado, que es el teniente de la guardia civil; el pueblo tiene un saloon, que es el bar Hiru de la novela,
en el que acaban todos los habitantes del pueblo; y hasta hay un duelo clásico
en la alta sierra. Salió un western, casualmente, escribiendo una novela negra
sobre una serie de personajes malheridos que confluyen en ese pueblo perdido
del Valle de Arán. Pero decirle también que me alegro de que se pueda leer como
western, porque soy un gran admirador de ese género.
El hecho de residir en una pequeña localidad del Valle de Arán, de
haber experimentado personalmente las condiciones a menudo por la ‘mierda
blanca’, de claustrofobia, aislamiento y las particularidades del ámbito rural ¿le
ha ayudado a meterse en la piel de los personajes, en su psicología, en sus
diálogos?
Podría decir que lo he tenido
relativamente fácil esta vez. He trasladado el pueblo en el que vivo, Bossòst,
muy cerca de la frontera con Francia (el tema de las fronteras está muy
presente en mi obra: La Frontera Sur)
y los personajes con los que me relaciono en el pueblo (Martín, el dueño del
Hiru, que así se llama su bar; Silvia, su mujer; la panadera que da el parte
meteorológico; La Paraguaya que tiene la librería y era mi vecina; mi
carnicera, etc.) a una narración negra y tenebrosa. En la presentación
institucional que hice en Bossòst, con el alcalde Amador Marqués (el juez de la
novela) como presentador y en el ayuntamiento repleto de vecinos, dije que era
la primera vez que presentaba una novela
ante mis personajes, y así era.
Llegué a Bossòst con chip de urbanita y eso ha
ido cambiando a lo largo de los cinco años que llevo residiendo. Los inviernos
son muy duros, pero esa época del año, majestuosa y blanca, en la que el Valle
se convierte en un paisaje wagneriano propicio para cualquier tragedia, me
pareció la ideal para telón de fondo de mi drama humano. Pero claro, entiendo
que para el que ha nacido allí la nieve sea “la mierda blanca” y acabe hasta la
coronilla de ella. Es una novela ambientada en un espacio natural, que es
bellísimo, y desde aquí invito a todo el mundo para que lo conozca, pero que
puede generar claustrofobia. La claustrofobia estaba en dos novelas muy
distintas como en ‘Tu corazón, Idoia’ (La Floresta, Barcelona), por ejemplo, o en
‘Lluvia de níquel’ (Las Vegas, Estados Unidos).
El ámbito rural tiene la
particularidad de que uno no es un ser anónimo, como en la ciudad, sino público.
Todo el mundo, en mi pueblo, sabe a qué me dedico y lo que pienso. También, si
me ocurriera algo, no sería un personaje anónimo de ciudad sino alguien muy
cercano con el que mis vecinos se volcarían como yo me volcaría con ellos.
Me gustaría que nos comentase -con la profundidad que estime- el
trasfondo político, esos excesos durante la lucha antiterrorista por la banda
armada ETA, que habita en ‘Cazadores en la nieve’.
El tema ETA ya estaba presente en
otras dos novelas publicadas con anterioridad, en ‘La caraqueña del Maní’,
sobre un etarra emboscado en la Venezuela de Hugo Chávez, y en ‘Tu corazón,
Idoia’, inspirada libremente en los etarras Joseba Urrusolo Sistiaga e Idoia
López Riaño. Que la novela tuviera como trasfondo el terrorismo y la lucha antiterrorista
me lo dio la propia geografía del Valle. La influencia de Euskadi en ese
territorio peculiar de Cataluña es indudable. Fue lugar de paso de etarras y destino
de comandos que quisieron atentar contra el rey emérito. En la novela, en
flash-backs cortantes, se habla de la brutalidad del terrorismo,
injustificable, y de la más execrable respuesta que tuvo el estado con la
guerra sucia para combatirlo, los excesos, torturas y asesinatos que se
cometieron en el siniestro cuartel de Intxaurrondo bajo el mando del general
Enrique Rodríguez Galindo, condecorado por Felipe González, algo que cabe
recordar de alguien que da muchos consejos últimamente. Enfrentar de nuevo a
dos personajes cuyas rencillas vienen del pasado, aunque ETA declare la tregua
unilateral e irreversible (ahí arranca la novela), me pareció el nudo fundamental
sobre el que armar la historia.
Una novela de ritmo creciente con apenas doscientas páginas, un
ejercicio de orfebrería literaria; háblenos de esa concreción desde el punto de
vista previo, de su gestación narrativa.
La música de cada novela es algo
fundamental. Fíjese que yo soy propenso a la frase larga, a las subordinadas, a
la adjetivación. Desde un principio tuve muy claro que la novela tenía que ser seca,
cortante, de frases duras como cuchilladas, pero que sintetizaran al máximo lo
que quería expresar y transmitir. Eso me permitió un ritmo frenético, in
crescendo, sobre todo en las últimas páginas. En doscientas páginas describo un
pueblo, sus costumbres, sus habitantes y su forma de vida; tres personajes
masculinos que son telúricos, brotan de las entrañas de ese paisaje; tres
femeninos muy diferentes, uno volcánico y sensual como la francesa Tiphaine,
otro adusto y seco como un sarmiento, Ana; y el tercero muy potente, Susana,
que viene del pasado, fantasmal, invocado por la canción ‘Suzanne’ de Leonard
Cohen que es la banda sonora del libro; hablo de situaciones políticas,
denuncio la violencia de género, está presente ‘La montaña mágica’ de Thomas
Mann… Son muy pocas páginas, pero muy densas e intensas, creo yo. Yo mismo
quedo sorprendido de haber metido tantísimos temas candentes en un libro tan
breve.
Quería preguntarle por un guiño literario en su novela, por esa afición
del barman del bar de Eth Hiru por el escritor Thomas Mann, ¿quizá es una
manera de evidenciar con sutileza los temas que preocupaban al escritor alemán?
Bueno, eso es real. Así fue como
trabé amistad con ese gran personaje y amigo de carne y hueso que es Martín,
por ‘La montaña mágica’. Vio un tipo que, sobre las 13 horas, se sentaba en la
terraza del bar a leer El País,
cuando ese diario todavía se podía leer, y aquello le pareció insólito. No se
lee mucho en el Valle, pero me voy a implicar para cambiar las cosas. ‘La
montaña mágica’ es una de mis referencias literarias indiscutibles, una obra
cumbre. Para mí el Valle de Arán ha sido el sanatorio al que he ido a curarme
de unas cuantas heridas de mi pasado que yo mismo me hice. En una cierta
soledad, porque cuando llegué a Bossòst no conocía a nadie, aprendí a vivir
conmigo mismo, que es con quien uno ha de estar mejor y ha de aguantar hasta el
fin de sus días. Thomas Mann y esa naturaleza espectacular forman parte de mi
novela que es un homenaje a ese territorio extremo que está al otro lado de los
Pirineos.
¿De algún modo nuestra sociedad genera entornos como el de Eth Hiru
donde existe una violencia latente, una frustración soterrada que aguarda una
ocasión para exteriorizarse… aunque en el fondo sepamos, o no, de lo estéril de
la violencia y la venganza?
Cierto. Además ‘Cazadores en la
nieve’ es una reivindicación de la novela negra rural que empieza a tener obras
en España. Cabe recordar que una de las mejores novelas de Camilo José Cela era
‘La familia de Pascual Duarte’, negra negrísima. En los pueblos, en donde todo
el mundo se conoce, en donde todo el mundo sabe lo que estás haciendo, puede
haber odios ancestrales que se transmiten por la sangre generación tras
generación, y ahí tenemos Puerto Hurraco. En mi novela se cruzan varias líneas
de violencia, las del pasado terrorista de Marcos Díaz Inurrategui y
antiterrorista de Antonio Muñiz Parra, dos de mis protagonistas, y la del
presente de Eric, el tercero en discordia, el guardia forestal cazador furtivo vejado en
su posesión más preciada, la sensual Tiphaine, una especie de Marilyn Monroe
morena que precisa de amor y atención y que creo que es uno de los personajes
que inspiran más ternura. Si algo se puede sacar en claro de mi novela es que
la venganza y la violencia son inútiles, no llevan a ninguna parte. Pero
tampoco era esa mi intención. Lo que siempre quiero, cuando escribo un libro y
este llega a las manos de un lector, es hacerle reflexionar cuando lo cierre.
No hay cosa peor que la indiferencia.
‘Cazadores en la nieve’ ha merecido el reconocimiento del XVI Premio de
Novela Corta de la Diputación de Córdoba. ¿Qué le ha supuesto la concesión de
este premio sobre todo a la luz de haber leído alguna opinión suya sobre la
trastienda de algunos premios
literarios?
Hay premios y premios. Ganar un
premio siempre es positivo, por la resonancia mediática. Estamos en una
sociedad en la que hay que hacer ruido para darse a conocer. Precisamente ayer
ironizaba, en un programa de radio, sobre el siniestro mundo de los premios
literarios y sobre la conveniencia de hacer una guía de los premios literarios
amañados de España para que los autores ahorren en correo y esfuerzos. A partir
de los 18.000 euros es difícil encontrar un premio limpio. Todo el mundo piensa
en el premio Planeta, pero es que ya casi todos son como el Planeta. En mis
inicios, cuando gané el Tigre Juan y el Azorín, yo era un absoluto desconocido.
Y no puedo hablar mal de los premios cuando he recibido más de veinte de novela
y me han reportado beneficios, pero la situación es otra muy distinta ahora.
Ganar un premio en el sur de España, como Córdoba, con una novela ambientada en
el norte, es un poco exótico. Ah, y ese premio, el de la Diputación, lo he
ganado ya dos veces, y no me importaría ganarlo tres.
Y al margen de todo lo dicho, y si me lo permite, le diré que ahora estoy inmerso en una nueva aventura literaria: dirigir una colección de novela negra, La Orilla Negra, que recoja autores de España y Latinoamérica; reivindicar, en el año Cervantes, la literatura negra que se escribe en castellano. Arrancamos en junio con nada menos que siete libros (Relatos de La Orilla Negra, La sonrisa del caimán, Mala hierba, Papel picado, Cuéntame cosas que no me importe olvidar, Destruyan a Anderson y Bala morena), una nómina de autores espectacular que incluye a Guillermo Sacommanno, Guillermo Orsi, Lorenzo Lunar, José Carlos Somoza, Elia Barceló, Fernando Martínez Laínez, Rosa Ribas, Pablo de Aguilar, Mariano Sánchez Soler, Marcelo Luján, Rolo Diez, Alejandro M. Gallo, Julián Ibáñez, Paco Gómez Escribano, Dauno Tótoro Taulis, Marcos Tarre Briceño, Juan Ramón Biedma, Rebeca Murga, Fritz Gloeckner Corte, Francisco Balbuena, Francisco Bescós, Javier Valdez Cárdenas, Augusto Cruz, José Vaccaro Ruiz, Angelique Pfitzner, Nacho Cabana, Raúl Argemí, escritores de España, México, Argentina, Cuba, Chile y Venezuela, y que me perdonen si me olvido de alguien, y un diseño espectacular en Ediciones del Serbal. Vamos a presentar la colección en Madrid, en la Semana Negra de Gijón y en Barcelona, y estaremos presentes en todos los festivales de novela negra.
Una aventura apasionante y novedosa para mí. Un sueño cumplido.
Y al margen de todo lo dicho, y si me lo permite, le diré que ahora estoy inmerso en una nueva aventura literaria: dirigir una colección de novela negra, La Orilla Negra, que recoja autores de España y Latinoamérica; reivindicar, en el año Cervantes, la literatura negra que se escribe en castellano. Arrancamos en junio con nada menos que siete libros (Relatos de La Orilla Negra, La sonrisa del caimán, Mala hierba, Papel picado, Cuéntame cosas que no me importe olvidar, Destruyan a Anderson y Bala morena), una nómina de autores espectacular que incluye a Guillermo Sacommanno, Guillermo Orsi, Lorenzo Lunar, José Carlos Somoza, Elia Barceló, Fernando Martínez Laínez, Rosa Ribas, Pablo de Aguilar, Mariano Sánchez Soler, Marcelo Luján, Rolo Diez, Alejandro M. Gallo, Julián Ibáñez, Paco Gómez Escribano, Dauno Tótoro Taulis, Marcos Tarre Briceño, Juan Ramón Biedma, Rebeca Murga, Fritz Gloeckner Corte, Francisco Balbuena, Francisco Bescós, Javier Valdez Cárdenas, Augusto Cruz, José Vaccaro Ruiz, Angelique Pfitzner, Nacho Cabana, Raúl Argemí, escritores de España, México, Argentina, Cuba, Chile y Venezuela, y que me perdonen si me olvido de alguien, y un diseño espectacular en Ediciones del Serbal. Vamos a presentar la colección en Madrid, en la Semana Negra de Gijón y en Barcelona, y estaremos presentes en todos los festivales de novela negra.
Una aventura apasionante y novedosa para mí. Un sueño cumplido.
Muchas gracias y mucha
suerte, José Luis.
Por Ginés J. Vera.
José Luis Muñoz
(Salamanca, 1951) es autor de novelas, casi siempre negras, además de
artículos, críticas literarias y cinematográficas. Vive entre Barcelona y el
Valle de Arán. Es autor entre otras novelas de: Lluvia de níquel, El mal absoluto, La Frontera Sur, La pérdida del
paraíso, Llueve sobre La Habana, Marea de sangre, Ciudad en llamas y Te arrastrarás sobre tu vientre. Ha obtenido los premios Tigre Juan, el
Azorín, La Sonrisa Vertical, el Camilo José Cela o el Café Gijón con Lifting,
entre otros, al que se añade el Premio de Novela Corta Diputación de Córdoba
2016 con ‘Cazadores en la nieve’. Como articulista ha colaborado en numerosas
revistas y diarios, actualmente lo hace en los medios digitales El Cotidiano,
El Destilador Cultural, Tarántula y Calibre 38. La entrevista que me concedió
por la antología de relatos ‘Marero’ (Contrabando, 2015) podéis consultarla
aquí.
Esta última novela está gustando mucho. Me pica mucho la curiosidad. La entrevista, muy buena, como nos tienes acostumbrado.
ResponderEliminarBesotes!!!
La mejor manera de vencer una tentación es caer en ella, dijo alguien, por lo que no lo dudes, te invito a 'caer' en esta novela. Un saludo y gracias Margari.
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