Hace apenas un par de días que el escritor Montero Glez recogió otro premio literario, en este caso el Ateneo de Sevilla de Novela 2016. Tuve la oportunidad de asistir a la gala de entrega y de felicitarle personalmente. También meses atrás de entrevistarle de promoción con su novela ‘Talco y bronce’ (Algaida, 2015), otra obra galardonada con un premio notable, el Logroño de Novela 2015. A continuación la simpática entrevista que me concedió a la espera de poder entrevistarle en noviembre con su ‘Carmín y sangre’ (título que ha elegido para la novela inédita y recientemente galardonada, como digo, con el Ateneo de Sevilla 2016).
¿Tiene algo de añoranza, de homenaje ubicar ‘Talco y bronce’ en los años ’80?
Cada historia tiene su momento y esta, ¿pedía ese clima ochentero?
Lo que tiene es
que primero, me da una lección, los chavales que salen en 2011 en el kilómetro cero,
el 15 de mayo de 2011; el relato verdadero de un juego sucio, de un juego de
trileros que fue la transición, a partir de ahí me doy cuenta que mi
generación, tengo 50 años, no luchó y eso es por lo que se perdieron tantos
derechos que la generación que me sucede exige, y exige un relato verdadero no
el relato ficticio, no la fábula. Y en ese relato verdadero, yo como literato,
como hombre que trabajo la ficción, la fábula, la mentira, a partir de la
mentira intento rebelar una verdad, esa verdad que fue los años 80, que para
nada han de mitificarse, como se está mitificando, que fueron buenos. Eso fue
un acuerdo entre, por un lado los hijos del franquismo y por otro, unos partidos
políticos mal llamados de izquierdas para reservar el derecho de admisión a la
verdadera izquierda que es la izquierda pura libertaria.
Yo creo que la
transición se hizo no contra el franquismo sino contra el movimiento
libertario. Entonces, bueno, luego hay una seria de rasgos característicos de
esta transición como fue la entrada de la heroína que sirvió para alinear a la
juventud, para marcar una distancia entre el sujeto y el predicado, entre el
hombre y el mundo creado por el hombre. Esta distancia con la heroína se
reconoce y encima se maximiza, no se lucha, el sujeto se revela. Este es uno de
los rasos, la heroína.
Y luego está
aquello que fue la inseguridad ciudadana, que fue el tema que se creó en los
medios informativos para ocultar todo lo demás y crear el miedo contagioso
hasta salir a la calle y que te asaltaban, que era cierto, que era verdad, pero
que dieron mucho altavoz los medios de comunicación para que no se hablase de
otra cosa.
Me ha sorprendido, respecto a la jerga
utilizada, que haya un glosario de vocablos y expresiones de los ‘80 al final
del libro.
Claro es que la
jerga, los diálogos, son los que vertebran a los personajes, estos en toda la
novela se vertebran por el dialogo. Yo en el dialogo no he utilizado un
lenguaje académico ni oficial porque esta gente no emplea un lenguaje académico
ni oficial, todo lo contrario, tienen una código propio, un código interno
propio; pienso que a lo mejor hay gente que no está habituado a ese código, por
eso ha sido, para que se manejen un poco y al final, tampoco ponerlo a pie de página,
sino al final. Hay gente que sabe de qué hablan y hay gente que no. Me pasa
cuando leo las novelas de Vargas llosa, sobre todo las primeras, que hay mucho
peruanismo, pero aunque yo no sepa lo que significa ya dentro del contexto ya
lo controlo. Yo por si acaso decidí meter lo que era las definiciones.
Entre la novela clásica y el trhiller se mueve esta historia de
venganza pero también de amor. No sé si ese género llamado Romántica Adulta
(RA), ahora tan en boga, tiene su público y esta novela tiene otro, distinto.
No lo sé, yo
escribo novela de género, quiero decir, en todo el corpus de mi obra el tema es
la relación del hombre con la propiedad, lo que pasa es que en esta ocasión no
he pasado de la frontera de lo que es el género negro, en otra ocasión sí; no
quería pasarla, quería hacer una novela negra y dentro de lo que es el
realismo, dentro de ese realismo, utilizando como tema la relación del hombre
con la propiedad que es tan importante para mí porque a partir de esta relación
yo construyo un relato donde cuento unos hechos reales y donde revelo unos hechos
reales a partir de esa fabula, a partir de la mentira.
Y luego, yo
escribo para ser leído, yo no sé las cosas de moda y demás porque para mí la
cultura es un derecho y poco o nada tiene que ver con el mercantilismo, con la
mercadotecnia esas cosas me pillan muy lejos, esas cosas lo único que hacen es,
para fijar la economía clásica que tiene una continuidad en nuestros días que
se llama neoliberalismo donde se crea una necesidad y esa necesidad se le llama
en términos mercantiles demanda. Entonces se utiliza el libro y se utiliza una
historia para meterla en un mercado y, bueno, pues con eso una gente se reúne
en un despacho y dice: ‘vamos a hacer el márquetin de esta obra’ y eso quiere
decir que la oferta, de repente, que es lo que nunca manda en un mercado, que
lo que prima es la demanda, bueno, pues que la oferta vaya cosida a la demanda;
pero yo de esas cosas estoy muy lejos porque nunca me han interesado, yo me
dedico a escribir.
¿Qué supone ganar el premio Logroño de
Novela en estos tiempos de crisis, IVA cultural y lectores apáticos?
Supone la
proyección, una proyección de distribución que es lo más importante porque el
dinero tampoco es mucho, es una cantidad simpática, pero la proyección… Uno
escribe para ser leído, uno escribe para llegar a todos los puntos, para que tu
obra esté inundando las librerías y lo que se llaman libródromos, eso por un
lado. Luego, por otro, ¿los premios me gustan? No. Y tampoco me gustan los
castigos. En una sociedad injusta que está llena de castigos, tiene que haber premios.
Yo prefiero ser premiado a castigado por eso me presento a los premios. Pero
como estamos en una sociedad injusta no estoy de acuerdo con que existan los
premios del mismo modo no me gusta que existan los castigos. Me presento a los
premios porque tienen una repercusión mayor. Yo soy un hombre que escribo, no
soy un escritor.
Muchas gracias y mucha suerte, Roberto.
Por Ginés J. Vera.
El escritor
Roberto Montero González, conocido como Montero Glez, (Madrid, 1965) es un
escritor cuya obra enlaza con la tradición del esperpento de Valle Inclán y el
realismo sucio de charles Bukoswki. En 2008 ganó el Premio Azorín de Novela con
su obra ‘Pólvora negra’ y en 2015 el VIII Premio Logroño de Novela con la obra
‘Talco y bronce’. Entre sus novelas se encuentran ‘Sed de champán’ (1999), ‘Cuando
la noche obliga’ (2003), ‘Manteca colorá’ (2005), ‘Diario de un hincha: el
fútbol es así’ (2006), ‘Zapatitos de cemento’ (2006), ‘Besos de fogueo’ (2007),
‘El verano: lo crudo y lo podrido’ (2008), ‘Pólvora negra’ (2008), ‘A ras de
“yerba”, apuntes futboleros’ (2009), ‘Pistola y cuchillo’ (2010) y ‘Polvo en
los labios’ (2012).
Podéis leer una reseña de la novela 'Talco y bronce' en este mismo blog por nuestro colaborador Fidel Tomás. Aquí
Podéis leer una reseña de la novela 'Talco y bronce' en este mismo blog por nuestro colaborador Fidel Tomás. Aquí
Me ha caído muy bien este autor. A ver si encuentro tiempo para leer alguna de sus novelas, que parece que merecen la pena.
ResponderEliminarBesotes!!!
Saqué la misma impresión por partida doble, cuando le entrevisté para esta entrevista y el 23 de junio, tras el fallo del premio Ateneo de Sevilla, en la rueda de prensa... donde, al terminar, bromeando sobre si pesaba o no la figura de bronce que les dan a los premiados me dijo que si y me la dejó unos segundos. Es la 1º vez que tuve un premio así en mis manos.
EliminarSimpático, divertido y con una prosa personalísima, te lo recomiendo. Un saludo.