Entrevisto a Álvaro Arbina en el hotel de costumbre. Veo que
es un arquitecto de Vitoria-Gasteiz, joven, de 1990, y que esta es su primera
novela. El ejemplar que tengo de ‘La mujer del reloj’ es una cuarta edición
pero me dice que ya va por la quinta. Al parecer terminó de escribirla casi a
la par que concluía la carrera de Arquitectura. Una novela de más de 600
páginas que viajó a varias editoriales en busca de ser publicada hasta que Ediciones
B le dio la oportunidad.
¿Dónde cree que radica
el éxito de su novela? Lo digo en relación a ese panorama lector que, según las
estadísticas, sitúa a los españoles en los últimos puestos de hábitos de
lectura de la Unión Europea.
Yo creo que radica un poco, no sé, en conseguir esa
complicidad, que los lectores sientan lo que yo siento leyendo, entonces, al
final estoy descubriendo que generas esa complicidad con el lector, que en
realidad él descubre lo que yo descubro al leer y yo creo que también un poco
se debe a que se sumergen en un ambiente entre personajes que para mí era muy
importante, tiene una trama negra de thriller
que les impulsa, les arrastra en cierto modo y los giros sorprendentes. Pero
sobre todo el final que es el último giro de todos, que he intentado trabajar
con mimo, para mí es ese momento de suspense tras la última página, ese momento
en que todo se termina, ese sabor que te deja la novela al final es muy
importante, y yo creo que es uno de los factores importantes de la novela.
¿Qué le ha llevado a
elegir un género tan exigente como la novela histórica para escribir ‘La mujer
del reloj’, su primera novela, desde su ámbito profesional como arquitecto y
diseñador?
Realmente se debe un poco a las lecturas que siempre me han
conmovido: Ken Follet, Arturo Pérez Reverte, Dumas; digamos que toda esa pasión
que sentía por la lectura muchas veces, ese tipo de admiración requiere salir
de algún modo y en mi caso fue emulándolo. Yo quería hacer sentir a otros lo
que yo había sentido en su día leyendo. Parece que no haya mucha relación entre
escribir una novela y la arquitectura, pero las dos son procesos creativos yo
comencé a estudiar arquitectura porque, de alguna manera, algo tenía que
estudiar y porque me atraía evidentemente, pero mi pasión por la literatura y
la lectura seguía ahí, era un adolescente que me comía los libros. Llegó un momento
en el que decidí embarcarme en esta aventura, al final parece que no hay mucha
relación entre la escritura y la arquitectura pero desde luego la hay, son muy
creativas ambas y la novela se construye como se construye un edificio también.
Es lo que iba a decir,
que las dos son construcciones.
Y más esta novela que mezcla parte de varios géneros,
histórico, thriller, novela policiaca varias tramas que se entrelazan entre
ellas, muchos personajes, todo ello requiere una construcción muy estudiada.
El protagonista de ‘La
mujer del reloj’, no es una mujer sino Julián de Aldecoa, ¿qué rasgos cree que
podrían definir la personalidad?
Yo creo que al final Julián de Aldecoa son los ojos de la
novela, la mirada, que a través de esa mirada entramos en ese mundo, en esos
personajes y en esa época. Él, por un lado, tiene en cierto modo un espíritu
que es acorde con lo que había entonces y por otro lado tiene un toque moderno,
un toque avanzado que tiene mucho que ver con la intelectualidad que surgió en
el siglo XVIII, con la Ilustración, con el Siglo de las Luces y, entonces, un
poco él arrastra esa herencia y hace que pueda generar cierta complicidad con
el lector de hoy en día, es un poco ese puente entre nosotros y el mundo de
entonces.
Se incluyen distintas
ilustraciones que acompañan al texto, por ejemplo: una de la Torre Banderiza o
una de la isla de Cabrera en 1808.
En realidad hay como ilustraciones: el plano de Vitoria de
1808, una de la Torre Banderiza, el de la isla de Cabrera -que está basado en
un plano que hicieron dos supervivientes de aquel cautiverio- y un plano de la
bahía de Cádiz de entonces. Las he realizado yo por mi condición de arquitecto,
evidentemente tengo que saber manejar este tipo de herramientas, y yo creo que
es material que enriquece la edición de la novela y que acompaña a la novela,
es un viaje por la península en aquella época, te enseña diversos lugares, te
enseña cómo fue la guerra, qué sucedió a lo largo de cinco años, y está bien
que tengas ahí a mano material gráfico para saber exactamente donde estás, para
complementar un poco lo que la literatura te está dando, lo que estás leyendo,
ese mundo.
¿Le da un toque de
verosimilitud?
Si, si, le da un toque de verosimilitud, si, sobre todo
porque tú al final estás leyendo una novela y no es una novela sobre la ciudad
de Cádiz, por ejemplo, ni sobre Vitoria -donde arranca y donde termina-, es una
novela que contiene un montón de cosas, y en ellas, de repente, aparece Cádiz.
Nota: La novela transcurre durante la época de la
Guerra de la Independencia, Arbina se ha documentado, por ejemplo, a partir de
un diario de dos reclutas franceses supervivientes de las isla de Cabrera o
consultando los diarios de las sesiones las Cortes de Cádiz para la parte que
transcurre en esa ciudad, para ver qué se trataba en el otoño de 1810.
Yo puedo hablar sobre lo que el personaje está viendo, sobre
lo que el lector está viendo, lo que siente, lo que huele, los ruidos, pero lo
mismo al lector lo que le interesa es saber dónde está la calle por donde
pasea, entonces creo que son importante los mapas, los planos, las vistas
aéreas…
Muchas gracias y mucha suerte, Álvaro.
Por Ginés Vera.
Álvaro Arbina
nacido en Vitoria-Gasteiz, Álava en 1990, es arquitecto, actualmente colabora
con una empresa de arquitectura y diseño. ‘La mujer del reloj’ (EdicionesB,
2016) es su primera novela.
Este libro lo tenía ya bien fichadito, que no paro de leer buenas reseñas en la blogosfera. Me ha gustado conocer al autor.
ResponderEliminarBesotes!!!
Pues ahora ya lo tienes entre los 'más fichados'. Gracias y un saludo, Margari.
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