Manuel Rico. Foto cortesía Herme Cerezo 2016 |
Esta semana última de julio, víspera de agosto, mes
vacacional por excelencia, comparto la entrevista que me concediera en Valencia
el poeta y crítico literario Manuel Rico. Conversamos sobre su novela ‘Un extraño
viajero’ (Algaida, 2016) con la que ha obtenido el premio Ciudad de Logroño de
Novela de este año, pero también de viajes, de Madrid, de visitar en otoño la
sierra norte de Madrid, de ese libro que solemos tener pendiente de leer y se
nos resiste, de perderse quizá para encontrar un tema para escribir una novela.
Qué mejor forma de cerrar la temporada de entrevistas hasta
septiembre que con todo esto, con esta simpática entrevista.
Buen verano.
La protagonista de ‘Un
extraño viajero’ se llama Lucia Olmedo vive y trabaja en un hotel rural de la
sierra de Madrid, La Casona; lleva tiempo intentando leer la novela de Harper Lee ‘Matar
a un ruiseñor’; curioso, como también leer que Lucía ‘ha pasado el Rubicón de
los 35 años’. Me ha llamado la atención lo de la novela de Harper Lee, y lo de
la edad y el Rubicón. ¿Qué pasa a los 35 años?
Que empiezan a aparecer las primeras canas.
¿En las mujeres, en los
hombres, o en ambos?
En las mujeres, aunque las mujeres son más sensibles a ellas,
a los hombres nos da igual. Pero yo lo puse de manera absolutamente
improvisada, ahora que me lo preguntas pienso, ¿por qué puse lo del Rubicón?...
¿Y por qué a los 35?
…¿Y por qué a los 35?, cierto. Bueno, yo creo que por esa
razón, porque el ‘extraño viajero’ que llega en esa noche de invierno es uno
que ronda los cuarenta años y yo me planteé que la protagonista tuviera unos
poquitos menos pero que fueran más o menos de la misma edad, que hubiera
sintonía entre ellos.
Que la hay.
Que la hay durante un tiempo muy breve en la novela. Y ‘Matar
a un ruiseñor’ porque era una novela que yo tenía muy cerca, porque yo llevo
años intentando acabarla, pero no porque no me interese sino porque
sencillamente se va cruzando con otras cosas, con otras tareas, otras lecturas,
que te encargan una crítica, o que, de pronto, has visto un libro que te
interesa más y te pones a leerlo, esas cosas que hacen que ‘Matar a un ruiseño’r
esté ahí siempre y ella lo mantiene a lo largo de la novela, está intentando
leerlo, lo tiene para leer por la noche pero… Yo creo que un libro así lo
tenemos todos.
¿El Quijote?
Claro, el Quijote.
En el año de Cervantes,
el Quijote. Es como un ruiseñor…
Sí, sí muchos lo quieren acabar, se lo plantean por enésima
vez y no lo acabarán.
¿Nos puede hablar algo
sobre el legado del serbio Salko Hamzic, el extraño viajero que llega una noche
de invierno a la Casona, a la vida de Lucía Olmedo?
Sí, el legado es algo tan sencillo como un resguardo de una
tienda de fotografía, un resguardo muy antiguo, que es el único anzuelo, la
única pista que…, más que pista es la rama a la que se aferra Lucía Olmedo para
recuperarle.
¿El resquicio?
Sí, es una vía de búsqueda de Salko, porque él se ha ido
teóricamente, va a arreglar un tema de pasaporte en la embajada pero, de pronto,
desaparece. Y ese resguardo le permite hacer una visita a Madrid -que es donde
ella vivía antes de hacerlo en el alojamiento rural- y tomar contacto con una
tienda antigua de revelado de fotografías desde los años cuarenta o cincuenta y
que en ese momento está regentada por el nieto del propietario original, y
entonces ese resguardo abre la puerta hacia una realidad que era para ella
absolutamente desconocida y que se había desarrollado muy cerca de donde está
el hotel rural que ella gestiona. Y es la realidad de un campo de trabajos
forzados durante los años del franquismo que está en las fotografías que
revela.
Hay mucho de Madrid en
esta novela.
Sí, bueno, en casi todas mis novelas hay mucho Madrid, cada
una tiene un mundo. Hay un Madrid ciudad y un Madrid central fundamentalmente,
y el Madrid periférico y rural, un Madrid muy desconocido, sobre todo en el
norte de la sierra de Guadarrama.
¿Quizá por eso de que
está desconocido le parece interesante para incluirlo en la novela?
Sí, me parece fascinante en esa zona, si puedes ir por allí
yo te lo aconsejo, y si es posible en otoño o en primavera, sobre todo en
otoño.
Un otoño por la sierra
de Guadarrama…
Sí, en la sierra de Guadarrama pero en la vertiente más al
Éste, que es donde está el puerto de Somosierra, no es Cercedilla.
¿Hacia Guadalajara?
Si, los pueblos cercanos a Guadalajara.
Me recuerda a la zona
de los Quiñones, bueno, la leyenda de los Quiñones.
Sí, Riaza… Segovia y Guadalajara. Es una zona que está a una
hora, hora y diez minutos de Madrid…
Y a pesar de eso muchos
madrileños no la conocen.
No solo no la conocen, sino que te puedes encontrar con que
como te quedes sin gasolina en medio de esas montañas y te quedes sin cobertura
te tienes que quedar allí hasta que te encuentren.
Lo cual daría para otra
novela.
Claro. Y eso es una realidad que contrasta mucho, con el
Madrid de las nuevas tecnologías, el Madrid de internet, el Madrid de los
polígonos industriales, es otro mundo. Hay términos municipales que no tienen
más de un habitante por kilómetro cuadrado, lo cual es la misma densidad que
tiene la montaña leonesa o algunas zonas deshabitadas de la vieja Castilla.
Muchas gracias y mucha suerte, Manuel.
Por Ginés J. Vera.
Manuel Rico (Madrid,
1952) es poeta, narrador y crítico
literario. Colabora en diversas revistas culturales y diarios. Desde 1996
ejerce la crítica de poesía en el suplemento Babelia de El País. Es autor de ‘Memoria,
deseo y compasión’ (2001), un ensayo sobre la poesía de Manuel Vázquez
Montalbán y del libro de literatura viajera ‘Por la sierra del agua’ (2006).
Dirige la colección de poesía de Bartleby Editores y ha realizado varias
ediciones críticas. Con ‘Un extraño viajero’ ha obtenido el premio Ciudad de Logroño de Novela 2016.
Creo que todo el mundo tenemos algún libro que se nos resiste. En mi caso es Memorias de Adriano, que lo comienzo y luego algún otro libro se me cuela y ahí se queda otra vez. No le habrá llegado su momento. De nuevo me presentas a un autor que no conocía. Y me ha caído bien. Y su libro me resulta atractivo. Otro para la lista de pendientes.
ResponderEliminarBesotes!!!
Gracias Margari, también esas 'memorias' recuerdo que no acabé de leerlas tras 2 intentos. A veces sí, es por eso, van cruzándose otros libros y, como sucede con algunos que prestas a otras personas, parece que tengan su orgullo, el resultado es que hay libros prestados que no regresan y libros a medias que se te cierran y se alejan.
EliminarNuestra lista de pendientes quizá mengue este veramo, este agosto, a ver si es así.
Un saludo y buen agosto, Margari.
Jamás pude acabar un libro de la serie naranja del Barco de Vapor, era una historia totalmente depresiva de superación sobre una niña que perdía a su familia en un accidente de coche y creo quedaba sin piernas. De más adulta lo revisé y lo retiré totalmente de mi biblioteca, era tan angustioso que no imagino como lo vendían para niños, supongo que a alguno le serviría de ayuda, pero para mi era muy duro.
ResponderEliminarEstupenda entrevista, por cierto. Matar un Ruiseñor me lo leí en nada, fue todo un disfrute y me resulta muy curioso que no lo consiga acabar la protagonista porque es relativamente corto. Es un dato curioso y, a parte de lo demás que se ha comentado sobre Un Extraño Viajero, incita a leerlo.
Saludos
Gracias por tu visita y comentario Martell. Te confesaré que no he tenido oportunidad de acariciar 'Matar a un ruiseñor', hasta Homer simpson en un episodio menciona haberlo leído. Es mi turno. Quizá la protagonista no lo acabe no por motivos personales sino, como emana de la entrevista, porque su creador (el autor) le hace ese guiño hermanándolos en el deseo incumplido. Totalmente de acuerdo en lo de que hay libros infantiles que ni son infantiles ni hay necesidad de acabarlos si uno presume que la lectura no va a ser placentera.
EliminarUn saludo agradecido y buen verano.
Igualmente, buen verano y buenas lecturas para este maravilloso tiempo ;)
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