P.: Tres republicanos es tu primera novela. ¿Cómo surgió la idea de escribirla? ¿Creo que es en cierto modo un homenaje a los personajes que aparecen en ella?
R.: En mi casa, como en la de mi mujer y en la de tantas familias que padecieron la posguerra, nunca pudieron olvidar las circunstancias que acompañaron al franquismo: la represión, los campos de concentración, las cartillas de racionamiento, el miedo a los delatores, los juicios sumarísimos o la marca social que se imponía a los “rojos”. Eran conversaciones todavía en voz baja pese a que los años iban transcurriendo. Es increíble la forma en que permaneció el miedo tanto tiempo.
Tuve la idea de escribir sobre todo aquello a partir del año 2007, cuando se aprobó la Ley de Memoria Histórica. Si recuerdas, fue el expresidente Rodríguez Zapatero quien la llevó al Congreso. Esa ley reconocía los derechos de aquellos que padecieron persecución o violencia durante la dictadura. Fue un impulso definitivo para poner mi grano de arena y contar lo que les sucedió a nuestros abuelos y a otros familiares.
De modo que esta novela pretende ser un tributo a ellos y por extensión a los cientos de miles que sufrieron la represión del autodenominado “bando nacional”. Cuando me planteé la idea de escribir este relato me pregunté muchas veces: ¿para qué?… Ya hay muchos libros de historia que hablan de esto, pensé, y también muchas novelas sobre los represaliados. ¿Qué podría yo aportar que no estuviese dicho?… Al final, entendí que la Memoria es lo que permite conocerlos, recordarlos con sus nombres y apellidos, que sus vidas lleguen a nosotros. Es su memoria, no la historia la que nos posibilita comprender a tantas personas anónimas.
P.: Háblanos de los escenarios en los que transita la trama de esta novela. Muchos son significativos, aunque me quedo con el del puerto de Alicante a finales de marzo del 39.
R.: Dámaso Cabanillas y Francisco Martín, mi abuelo y el de mi mujer, combatieron en lo que se ha dado en llamar “los frentes olvidados”. Las batallas en el frente extremeño-andaluz: Pozoblanco, Peñarroya, Mérida o la de Toledo, frente sur del Tajo, tuvieron su propia tragedia y repercusión, pero fueron eclipsadas por otras más importantes y decisivas como las de Madrid, Barcelona o la batalla del Ebro. José Serrano, primo de mi abuela, por su perfil político y militar, estuvo en diferentes frentes y situaciones. La más significativa es sin duda su salida al exilio desde el puerto de Alicante a bordo del navío Stanbrook hacia Orán. Sobre la singladura trágica de aquel barco podemos encontrar multitud de referencias y relatos, sin embargo, lo que les esperaba a aquellos pasajeros, José Serrano entre ellos, era más desgarrador todavía: los trabajos forzados en los campos de concentración del norte de África.
P.: Tres republicanos, como comentaba, es la historia de tres personas reales, tres hombres enfrentados a un destino adverso de un pasado histórico más reciente de lo que pensamos. Pero en tu novela también hay personajes femeninos, como Juana o Florencia, con capítulos propios. ¿Nos hablas de ellas?
R.: Por supuesto. No podíamos olvidarlas, tenían que estar presentes de cualquier forma, pues fueron ellas las que sufrieron la soledad, el miedo continuo de los que, quedaron fuera de la cárcel, esperando siempre la peor noticia. Ellas soportaron el peso de los hijos y, en muchas ocasiones, las vejaciones de sus propios vecinos.
Creo que nuestras abuelas, tanto Juana como Florencia, fueron verdaderas heroínas. Las circunstancias trágicas a las que tuvieron que enfrentarse fueron muy dolorosas. Ya no están con nosotros ninguna de las dos, pero tuvimos la fortuna de escuchar su testimonio directo y tratar, si esto fuese posible, de reflejarlo en Tres republicanos. Ahora, visto en perspectiva, creo que sus historias deberían haber tenido más vuelo. Bueno tal vez lo remedie con un relato sobre “Republicanas”.
P.: Hablar de la posguerra tras el conflicto del 36 al 39 es hablar de la represión, pero también del exilio. En Tres republicanos se hace patente mostrándonos el devenir de quienes huían a Francia y, especialmente, de quienes sí encontraron un suelo amigo en México. ¿Qué puedes adelantarnos de ello al hilo de tu novela?
R.: La entrada de las tropas de Franco en Barcelona provocó una salida desesperada hacia Francia. Fue un éxodo inimaginable, casi 500.000 personas fueron empujadas a abandonar España. El miedo a las represalias generó una especie de estampida que colapsó todas las vías de comunicación, más tarde un gran número de ellos serían repatriados por el gobierno francés. Después, con la caída de Madrid, a finales de marzo, se produjo la salida definitiva de compatriotas del país.
Alicante se convirtió en el último lugar posible para salir de España. Solo unos cientos pudieron escapar de los bombardeos de la ciudad y del campo de concentración de Los Almendros, el lugar que les esperaba a los que no pudieron subir a bordo de los últimos barcos que zarparon: “África Trader”, “Lezardrieux”, Marítime” o “Stanbrook”. Desde los campos de concentración de Argel algunos pudieron emigrar a México, un país solidario con la República Española que acogió a todos cuantos pudieron llegar.
R.: En efecto, pude recopilar información de fuentes muy diversas: del Centro Documental de la Memoria Histórica, de la Fundación Pablo Iglesias, de la Fundación Largo Caballero. Esa parte de búsqueda de información fue muy gratificante.
Las cartas que enviaba Serrano a sus amigos en España son testimonios magníficos para entender la lucha política en el exilio, pero especialmente los sumarios judiciales de nuestros abuelos. En ellos se observa la falta de legitimidad de aquellos juicios, sin ninguna garantía procesal que los sostuviese. Era emocionante observar cómo los testimonios orales de nuestras abuelas y madres se veían refrendados por la documentación que íbamos consiguiendo. He tratado de construir una trama argumental que diese homogeneidad a esos documentos.
P.: Me gustaría que nos hablases de las citas que encabezan cada una de las partes en las que divides tu novela. También de los magníficos dibujos en blanco y negro intercalados entre las páginas de Tres republicanos.
R.: Al citar intento, desde el mayor respeto, apoyar mis ideas con algunas reflexiones de escritores tan extraordinarios como León Felipe o Miguel Hernández que, de diferente forma, sufrieron igualmente la represión y el exilio. Las ilustraciones que acompañan el texto son fruto de la generosidad de dos buenos amigos: Enrique González Reglero, excelente pintor y Carlos Maiques un dibujante muy contrastado con una extensa obra a sus espaldas. Cada uno se ha expresado de forma diferente: Enrique con un estilo detallista y Carlos con sus trazos valientes y enérgicos. Ambos han sabido transmitir con precisión lo que el texto les sugería.
P.: Creo que esta novela, según he leído, no solo aborda los hechos históricos reales de personajes reales. Entiendo que la has planteado, o así me lo ha parecido, bajo el prisma de reflejar además otros temas más universales, tan humanos como la amistad, el valor, la camaradería, la familia o la impunidad. Coméntanoslo para acercar Tres republicanos a los lectores que también busquen una novela sobre la justicia, el heroísmo y la superación frente a los abusos y la crueldad.
R.: Es emocionante poner voz a personas comprometidas que llevaron sus convicciones hasta el final, personas que constituyen el arquetipo republicano y dibujan las pocas salidas posibles al conflicto: los trabajos forzados, el exilio, la ejecución. Personas que supieron adaptarse a unas circunstancias adversas con fortaleza. A través de Dámaso, Quico y José espero que el lector pueda identificar esos rasgos que mencionas, la amistad, la defensa de los ideales, la lealtad, también el miedo y la miseria de la traición de aquellos en quien confías, es decir los grandes temas que afectan al ser humano.
Hay una tendencia muy extendida en una parte de la sociedad que apela al derecho a olvidar. A hacerlo a cualquier precio. En Tres republicanos se apela a todo lo contrario: al deber de recordar, al deber de la memoria que cada día se hace más perentorio al escuchar, hoy, el discurso de la extrema derecha que tanto recuerda a otras épocas, no tan lejanas como apuntabas tu anteriormente.
P.: Es indudable que Tres republicanos es una manera de recordar a quienes ya no están, es memoria, es dejar por escrito parte de nuestra historia no siempre entendida como cifras y estadísticas. De memoria histórica se ha hablado mucho los últimos años en nuestro país, no sé si quizá por ello el prólogo corre a cargo de Matías Alonso Blasco.
R.: Siempre le agradeceré a Matías su espléndido prólogo, y por supuesto muchas familias, que están pudiendo dar una sepultura digna a sus muertos, siempre le reconocerán su incansable tarea como presidente del Grupo para la Recuperación de la Memoria Histórica. Su trabajo para ayudar a localizar e identificar, en fosas comunes, a las víctimas de la represión franquista es conmovedor. Entiendo el ejercicio de memoria más como un sentimiento que como historia.
Esta novela no va de historia, aunque necesariamente tenga que respetar el contexto. La historia nos podrá contar cuantas personas fueron asesinadas durante la guerra, o lo que es peor, mucho peor, durante la posguerra. Nos podrá contar como se produjo la ayuda de la Alemania Nazi y los fascistas de Italia a Franco o como las democracias europeas dieron la espalda a la república, etc., pero las cartas que escribían aquellos presos anónimos a sus familias, en sus últimas horas, difícilmente las encontraremos en un libro de historia. Esta, tal vez, no reflejará de la misma forma el miedo y el horror que todas aquellas personas tuvieron que padecer.
Me gusta mucho leer sobre este período así que tomo buena nota del nombre del autor y de su novela. que me ha llamado mucho la atención.
ResponderEliminarBesotes!!!