lunes, 24 de mayo de 2021

Agitación. Entrevista a Jorge Freire

Hace unos días compartía la reseña del libro Agitación (Páginas de espuma), de Jorge Freire. En esta ocasión es la entrevista que tan amablemente me concedió. Desde aquí mi agradecimiento al autor y, además, a Juan Casamayor, de la editorial Páginas de espuma.

  P.: Este ensayo “sobre el mal de la impaciencia”, leemos como subtítulo, se pregunta acerca de los principales síntomas de la agitación tanto del Homo agitatus como de la sociedad agitada. Creo que también se invita al lector a encontrar en la filosofía una suerte de medicina del alma en este Agitación. Háblenos sobre ello.

  R.: Deleuze decía en su libro sobre Spinoza que el filósofo es como un anacoreta. Yo he tratado de ser más bien un etólogo. Me he paseado por las calles, por los bares, por los mercados, y me he puesto a reflexionar acerca de una serie de conducta que me llamaban la atención. Me interesa mucho el concepto griego de pharmakon. La filosofía no sana por sí misma; más bien ayuda a que uno aprenda a sanarse por su cuenta. Pero el filósofo no es un chamán ni un hombre medicina, sino un monje que se pasea de puntillas por un mundo que no es el suyo. Hay que desconfiar de los catartas profesionales que van prometiendo curar las heridas del alma. Platón los retrata con claridad en el segundo libro de la República, y parece que esté hablando de escritores de autoayuda. 

  P.: Me ha interesado una reflexión acerca de que los pueblos -dicho en un sentido genérico- se rigen por la misma cultura: la cultura de la agitación y que “cuando la masa se vuelve una recua indiferente de borregos complacientes, innecesario es gobernarla con mano dura.” ¿Nos lo comenta?

  R.: Es célebre el temor que expresaba Tocqueville en el primer tomo de La democracia en América hacia una mayoría impetuosa que arrastrase al conjunto de la sociedad. Menos conocido es el miedo que expresaba en el segundo tomo, escrito cinco años después, al repliegue cívico y la atomización. Es evidente que quien no sabe gobernarse pide ser gobernado. Por eso la agitación lleva a la anomia. Respecto a la cultura de la agitación, cabe hacer notar que disfraza de diversidad su carácter homogeneizador. Por eso los identitarismos, que remiten a aquello que Freud llamó el narcisismo de la pequeña diferencia, son su más genuina creación. Solo hay una cultura, aunque uno se la pinte con barnices locales.

  P.: Hablaba del periodismo pero también en Agitación leemos que “El homo agitatus piensa que la lectura le hará mejor, equivocadamente.” También que “Nuestro tiempo obliga a elegir entre el conocimiento y la información.” Me ha recordado a la cita de Unamuno: Cuanto menos se lee más daño hace lo que se lee. ¿Nos lo comenta?

  R.: Pensar que leer mucho te va a volver más listo, más guapo y más alto es una idiotez. Detesto el bovarismo convertido en preceptiva ética. Decía Karl Kraus que la cultura termina cuando los bárbaros se introducen en ella, y este es un buen ejemplo. Si contase con la potestad de manumitir a un lector, como antiguamente podía otorgarse la libertad a un esclavo, lo eximiría del oneroso lastre de leerse mil páginas de Murakami y le diría que se fuese al bar. Mienten los beatos de la cultura cuando atribuyen a los libros cualidades soteriológicas. Ni los libros te salvan ni te hacen mejor persona. Puestos a elegir, preferiría ser un analfabeto redondo y asolerado que un compulsivo deglutidor de novelas al que se sigue notando el pelo de la dehesa. No se trata de leer mucho, sino de leer bien. Inteligencia viene de inter legere, que significa saber leer entre líneas de ese libro que es el mundo. O sea, separar el grano de la paja. Como Juan Carlos Buzón, “no es el libro, es el lector”.

  P.: En cuanto a posibles soluciones al mal de la impaciencia, al de la agitación, leemos que alberga dudas de “que baste con somníferos para acabar con la agitación”. También que “de lo que se trata en realidad es de aprender a aburrirse.” ¡Qué curioso! Quizá nos valdría con recordar acaso esa cita de Epicuro incluida en Agitación: “mientras estés vivo no coincidirás con la muerte, y cuando mueras no la sentirás porque ya estarás muerto”. ¿Cuál es la verdaera cura al mal del Homo agitatus?

  R.: No hay cura contra la agitación. Pero poner una cierta distancia siempre viene bien. Se trata de hacer un gesto de alejamiento que nos permita dominarnos, en lugar de que nos dominen. No tenemos que reír todos los chistes ni que embestir todos los capotes. Si eso hace que nos motejen de cascarrabias o de aguafiestas, pues miel sobre hojuelas, porque así en lo sucesivo no habrá que dar explicaciones. Fíjate que el aguafiestas es hoy una figura tan extemporáneo como en tiempos idos era la de la bruja, la loca del desván o el ateo del pueblo. Hay, por un lado, una cuestión ínsita en la naturaleza humana, que es la dificultad de estar a solas y en silencio en una habitación, por decirlo con la célebre frase de Pascal. Pero también hay una serie de manías propias de la sociedad hedonista, en la que el goce e incluso la transgresión se han vuelto obligatorios. Quiero decir que no es un carnaval más o menos espontáneo, sino de una liturgia colosal que cuenta con su escuadrón de antifoneros y de cantollanistas. No participar en ella es hacer mucho.

  P.: Leemos que “Quizá una de las armas secretas de la sociedad euforizante sea la esperanza.” Euforizante y hedonista, como ya se mencionó, con paradoja incluida, me temo. Lo digo a la luz de una reflexión en la que comenta que “Por paradójico que resulte, para que cese el sufrimiento es necesario dejar escapar el dolor.” Es más, apostilla que mientras la sociedad de la agitación siga haciendo oídos sordos a esta verdad de perogrullo, “seguirá huyendo de Escila para caer en Caribdis.” Háblenos de esa huida hacia delante que menciona en su Agitación.

  R.: El sueño de la libertad total es una pamema. Ser libre no significa ser anárquico sino, por decirlo con Santayana, íntima, exacta e irremediablemente gobierno. La agitación, en último término, es una variante de la acrasia, que no es sino blandura de carácter. Esto, naturalmente, nada tiene que ver con la acracia. Los acráticos son los que niegan cualquier tipo de autoridad y los acrásicos son sencillamente incontinentes, como el niño que se mea encima. Solo es libre quien ha aprendido a dominarse.

  P.: Agitación ha obtenido el XI Premio Málaga de Ensayo. ¿Qué supone para un libro recibir el respaldo de un premio en estos tiempos tan convulsos y, más concretamente, para uno de ensayo. ¿Es una forma de incentivar que se lea más no ficción frente a la hegemonía de la narrativa y el auge de la poesía?

  R.: La no ficción sigue ocupando un espacio muy exiguo en las librerías. Así que todo empujón ayuda. Este libro ha tenido un éxito resonantísimo, y estoy convencido de que contar con la plica del Premio Málaga ha ayudado sobremanera a su difusión.

  Agitación. Jorge Freire. Páginas de espuma.

Podéis seguir la entrevista aquí y leer la reseña que publiqué en este blog pinchando aquí.

Foto: (c) Amparo Freire


2 comentarios:

  1. Pues gracias por esta estupenda entrevista y hacernos conocer mejor a su autor.
    Besotes!!

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