Hace unos meses, estando en el bus, escuchaba la radio de mi mp3, anunciaron la publicación de la próxima novela de Stephen King. Hablaban de viajes al pasado, de intentar cambiarlo, de JFK… Sí, hablaban de este libro que acabo de terminar. 859 páginas leídas en algo más de una semana. Me he trasladado a casi todas partes con el libro en una bolsa y ha llegado a dolerme el brazo algunas noches al leer en la cama. Reconozcamos que una novela de esta magnitud no es cómoda de leer. ¿Por qué hago esta divagación? Para que veáis como engancha. Por lo menos a mí. No es necesario ser fan de King para disfrutarlo. Pueden apasionarte los libros que hablan de viajes en el tiempo, o de viajes a secas, o puede apasionarte la época narrada o los libros de aventuras.
Comienza en el presente, en el que un joven profesor de inglés, Jake Epping corrige los últimos trabajos de los alumnos, del curso escolar recién terminado. A Jake le acaba de dejar su mujer, ex alcohólica, por un tipo que conoció en A.A. (¿A qué suena muy americano?) acusándole de no tener sentimientos, de no llorar nunca, lo que le hace recordar la redacción de un empleado del instituto, Harry, que asistía a sus clases para adultos. Quizá lo último que le emocionó hasta las lágrimas. En ella cuenta Harry como su padre mató a su madre y a sus hermanos. En ese momento recibirá la llamada de Al, propietario de un Burguer que le mostrará lo que llaman durante la novela: la madriguera del conejo. Una fisura temporal que va a dar a un momento y lugar concreto del pasado. Un día de septiembre de 1958.
A partir de este momento Stephen King nos tomará de las manos, incluso de las orejas y nos arrastrará inevitablemente a correr aventuras junto a Jake, en la América de finales de los cincuenta y principios de los sesenta, que acabará convirtiéndose en una carrera para cambiar el pasado. No el propio, o no solo el propio, como es posible que nos gustará a alguno de nosotros (entre otras cosas porque el personaje aún no había nacido en aquella época), si no qué intentará cambiar el pasado de su país y de paso del mundo entero.
Lo interesante, aparte de dilucidar entre la teoría de la conspiración y la autoría en solitario de Lee Oswald de la muerte del presidente, es la recreación del ambiente social, político, cultural, histórico de la época.
Stephen King no puede evitar siendo quién es, que sin pertenecer la novela a su género maestro, el terror, planeé por ella ciertas sombras que llegan a oprimir y asustar, a darle ese punto que hace que un lugar, un personaje, un momento te ponga y te mantenga en tensión esperando que algo pase.
¡Ah! También hay una bonita e intensa historia de amor, pero esa ya os dejo que la descubráis por vosotros mismos.
Por May.
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