Entrevisto al escritor Andrés Neuman (Buenos
Aires, Argentina, 1977) en el hotel de costumbre de Valencia, con un elemento
que Neuman me advierte al conectar la grabadora: un futbolín.
Hijo de músicos argentinos emigrados, es licenciado
en Filología Española por la Universidad de Granada donde trabajó como profesor
de literatura latinoamericana. Fue seleccionado por Granta revista como uno de
los 22 mejores jóvenes novelistas españoles y Literatura. Escribe en su blog
'Microrréplicas', uno de los mejores blogs literarios en lengua española de
acuerdo con una encuesta realizada por El Cultural. Con numerosos e importantes
premios literarios en su haber, autor de novelas, cuentos y poemarios, le
entrevisto al hilo de su último libro, Barbarismos
(Páginas de espuma, 2014), una suerte de glosario-diccionario personal. Nada
más acabar la entrevista estuvimos a punto de jugar en el futbolín, una lástima
que por imponderables no pudiéramos. Queda pendiente, Andrés.
¿Hasta qué punto en este ‘Barbarismos’ se
juega con la ironía, el humor y la poética?
Creo que estas
tres cosas son ingredientes decisivos para este libro. La ironía está presente
todo el tiempo, ajustando todavía más, la autoironía; muchas de las palabras que se utilizan en este diccionario,
son palabras que yo considero muy personales. La ironía además es una especie
de variante malvada de la precisión, por así decirlo.
En cuanto al
humor, lo considero un instrumento de supervivencia, cuanto más dolor hay en
una sociedad más humor necesitamos, el humor no es una expresión amable para
tiempos benévolos, eso en todo caso es el chiste. El humor es un mecanismo de
reacción y de protesta no moralista, no panfletaria en tiempos de emergencia;
en definitiva, se puede decir que la diferencia entre el chiste y el humor es
que el chiste se termina en la carcajada y el humor empieza en la carcajada.
Sobre la
poética, en la medida en que un libro, como todo diccionario se lo juega todo
en la precisión, en la síntesis, hay que ser poético con el lenguaje que me
servía para construir pequeños atajos en las definiciones.
¿Qué implica nombrar una palabra ‘contra
las leyes y reglas del casto lenguaje’, según cierta definición de barbarismo?
En el libro se
habla de la institución democracia, de la institución iglesia, de la
institución academia. Se trataba precisamente de reflexionar sobre las
instituciones en todos los sentidos, instituciones democráticas e instituciones
lingüísticas… Hay un intento de acercarse transgresoramente a todo lo
relacionado con la institución en tanto entidad que se supone que habla en
nombre de otros y que regula cómo hablamos o deberíamos hablar, tiene una
función; ese propósito, el que alguien regule como hablamos o como deberíamos
hablar, tiene unas enormes consecuencias políticas, toda una declaración de
ideología.
El casto
lenguaje, bueno, a mí la castidad no me interesa nada y la lingüística ni
hablemos. La palabra barbarismo según la
tradición lingüística –y debo confesar que soy filólogo, que de ahí viene mi
tragedia–, ha sido definida siempre o bien como una palabra que procede de los
barbaros, es decir de los extranjeros, un barbarismo, no es su definición
actual, pero fue durante mucho tiempo una palabra que no nos pertenecía a
nosotros, se tiene que somos cristianos viejos y entonces venia un extranjero y
te deslizada una palabra que no era tuya, lo cual era una soberana gilipollez. Es
una soberana gilipollez porque todas las palabras son extranjeras, lo que
estamos hablando ahora es un derivado del griego y el latín, no hay ninguna
palabra que venga de fuera, el lenguaje se hace viajando. Hasta las palabras
que llamamos castizas vienen de otro lado.
¿Algún barbarismo que se haya quedado en el
tintero?
Muchísimos, he
tirado la mitad de lo que tenia. Creo que tirar es parte de escribir y
reescribir es el objetivo de toda escritura. Si una definición no me resultaba
particularmente, en el plan divertida o sintética, se quitaba. Alguna otras
palabras me hubiera gustado incluir y no las incluí porque no me gustaba el
resultado.
Un libro poco convencional que busca tal
vez a un lector poco convencional.
Yo no sé si lo
busca, pero ojala que lo encuentre. Muchas veces uno trata de escribir el libro
que le gustaría leer y si uno hace eso, tratando de escribir honestamente lo
que uno querría leer, se encuentra con que había más gente imaginando el mismo
libro. Eso está en la propia naturaleza del lenguaje, que es maravillosamente
ambiguo. Una palabra que sirve para nombrar lo mas intimo, para nombrar lo que
tiene que ver con nuestras emociones privadas son sin embrago vocablos que
tienen un significado colectivo, una repercusión social, todo es interior y
todo es exterior en el lenguaje.
La pregunta
clásica de: ‘para quién escribes, para ti o para los demás’, muchas veces es
completamente estéril porque tú eres más parecido a los demás de lo que
imaginas, y los demás tienen más que enseñarte de ti de lo que puedas suponer.
Por lo demás, ya se sabe que la aspiración de todo el mundo es ser único, no
hay nada de original en tratar de ser original por tanto tú y tu destino sois
incómodamente parecidos, esto podría ser una especie de barbarismo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario