Entrevisto a la escritora Clara Montero en
un local algo ruidoso de Valencia, en su gira de promoción de su tercera novela
‘La piel dorada’. El éxito ha acompañado a esta escritora madrileña pues con su
primera novela ‘Una dama en juego’ obtuvo en 2009 el Premio Círculo de Lectores
de Novela. Su segunda novela, ‘La Tabla Esmeralda’ ha conquistado a miles de
lectores en España y ha sido traducida a varios idiomas. Entre risas y
complicidades literarias la entrevisto sobre ‘La piel dorada’.
‘La
piel dorada’ surge, tengo entendido, en el Museo del Prado, frente al cuadro de
Picasso ‘La acróbata en la bola’, también conocido como La niña.
Este es un tema
el de las modelos, la figura de las modelos de los artistas que me ha
encontrado a mí más que yo a ellas. A mí me gusta pasear por el museo del
Prado, tengo la suerte de que vivo cerca y puedo hacerlo a menudo, me gusta
perderme y ver qué sucede. Un día estaba delante de esta obra ‘La acróbata en
la bola’ de Picasso y bueno, a Picasso
todo el mundo le conocía y el cuadro también, pero lo curioso es que no es un
cuadro del Museo del Prado, no es de la colección permanente sino que es una
obra cedida por el museo Puskhin que vino para una exposición temporal, y al
quedar delante del cuadro de los muchos cuadros que contemplé a lo largo de mi
vida, empecé a mirar a la niña y pensé en mi hija, vi a mi hija. Me pregunté:
¿por qué acabó esta niña posando para Picasso? ¿Fue algo casual? Me hice una
serie de preguntas sobre la figura de la modelo, me dije: qué desconocidas son,
qué anónimas son estas mujeres, a todas las ponemos cara pero a veces no
sabemos ni quiénes son, no sabemos su historia, aquí tiene que haber algo
interesante que contar. Ahora las
modelos las tenemos muy idealizadas, pero en aquella época una mujer que se
desnudaba delante de un hombre para posar era una prostituta o eras una mujer
de mala vida o una libertina, en cambio ellas no se veían así, consideraban que
era un trabajo, el suyo, que contribuía al arte.
Precisamente el arte está muy presente en
esta novela, no solo por el personaje de Inés, aunque también lo están el
vicio, la decadencia y el lujo de la ciudad de Viena de principios del siglo
XX.
Sí, Viena en
este caso figura como otro protagonista de la novela. A mí me gusta llevar al
lector una imagen de Viena distinta a esa un poco más acartonada de palacios,
el vals, Sisí, Motzart, así como los grandes tópicos de la ciudad de Viena.
Detrás de este telón maravilloso lo que te encuentras a finales del siglo XIX
principios del XX es una ciudad decadente, con problemas económicos, políticos…;
era un imperio que se estaba derrumbando poco a poco, una ciudad en la que, en
cambio, se da una explosión intelectual, cultural, artística que se ha conocido
pocas veces a lo largo de la historia.
¿Cuál ha sido el mayor reto a la hora de
presentar al público ‘La piel dorada’ tras el éxito alcanzado con su novela ‘La
tabla esmeralda’?
El mayor reto
ha sido escribirla… Porque el público te pone cara y me decía que le había
gustado mucho, que quería más y eso me daba mucho miedo. Ponerte delante de la
pantalla en blanco y ser capaz de repetir una fórmula que no tiene receta, que
es el problema: no hay recetas para el éxito. Entonces, al final, yo estoy aquí
porque me divierto, porque me gusta escribir, porque me lo paso bien contando
historias. Con cada libro descubro algo nuevo que me enriquece personalmente y
no quiero perder esa magia, ese vértigo que te da al principio, procuro
pasármelo bien, porque si yo me lo paso bien al final el lector se lo va a
pasar bien.
Además de la fuerza de sus personajes: de
Karl, Hugo, de la baronesa von Zeska, de Inés, quiero preguntarle por esas
jóvenes asesinadas y más en concreto por la organización a la que pertenecían: La Maison des manequins.
La Maison des manequins es inventado por mí,
no existía como tal, tiene una doble función. sí que es verdad que yo me he
basado en esas primeras agencias de modelos que empiezan a surgir entonces,
cuando aparece la fotografía sobre todo, porque había muchos artistas que no
tenían recursos, lo que hacían era coger los catálogos de modelos de
fotografías y compraban o alquilaban, de ahí cojo el germen de las agencias de
modelos, y basándome en eso pero yendo un pasito más para hacer un guiño a la
anarquía que era el pensamiento de moda que estaba entonces. La Maison era una especie de comuna anárquica
en la que no hay normas, el trabajo se pone en común…, todo inventado pero que
tiene su base de realidad.
Uno de los protagonistas, el inspector Karl
Shlackman mantiene una obsesión con el famoso Jack el Destripador.
Realmente es un
recurso que yo utilizo desde la primera frase de la novela para captar la
atención del lector, todo el mundo sabe quién es Jack el Destripador, él mismo
ya genera una atmosfera. Es lo que hago, le digo: Eh lector colócate en este
ambiente, pero ahora vamos a cambiar de ambiente.
Muchas gracias y mucha suerte, Carla.
Por Ginés J. Vera.
Foto: AU Agenda Urbana
No hay comentarios:
Publicar un comentario