Última entrevista de 2015, en este caso al
escritor castellonense Julio Cesar Cano con cierto apetito, no solo por encontrarnos estos
días tan dados a las grandes comilonas, también porque la gastronomía está muy
presente en sus novelas, más aún, en anteriores publicaciones -menos
novelescas- de este autor, como lo son “Cocina, carretera y manta” o “94 Bocadillos
casi imprescindibles” entre otras.
Le pregunto por su reciente novela ‘Mañana, si Dios y el
diablo quieren’ (Maeva, 2015) segunda entrega del personaje Bartolomé Monfort,
tras el éxito de la anterior novela ‘Asesinato en la plaza de la farola’
también publicada con Maeva.
Bartolomé Monfort es un policía atípico,
chapado a la antigua, se comporta de forma peculiar, no sé si compararlo con
Clint Eastwood o Pepe Carvalho, mejor le paso el testigo.
De Clint
Eastwood le gustaría tener su resolución para acabar de forma taxativa con el
mal; de Pepe Carvalho el estómago para trajinarse lo que cocina su fiel
ayudante, Biscuter. A Monfort lo mueve la repulsión que siente por aquellos que
abusan de los demás. La mejor comparación sería la de todos mis personajes
leídos y mezclados a partes iguales. Monfort es sed de venganza, pero también
es música, gastronomía y elegancia.
¿Por qué eligió para la intriga de ‘Mañana,
si dios y el diablo quieren’ un elemento como los versículos bíblicos? ¿De
alguna manera se relacionan con el propio título?
Evidentemente
la iglesia se encuentra en un punto de mira no demasiado agraciado, seamos o no
creyentes y pertenezcamos o no a cualquiera de las religiones existentes. La
utilización de los versículos bíblicos en el libro marcó la pauta necesaria
para crear un perfil determinado de los responsables de las muertes, capaces de
despistar al lector a través de las páginas del libro. Y sí, por supuesto que
en este caso se relacionan con el propio título.
Volvemos al inspector Monfort, ¿cómo ha
evolucionado en esta segunda entrega desde la primera a ojos de los lectores de
‘Asesinato en la plaza de la farola’ si juegan a descubrir las pistas de esos
cambios?
Espero que el
inspector Monfort y yo hayamos corregido en cierta medida algunos de sus
hábitos y defectos en los que ambos no estábamos de acuerdo. Quiero creer que
ahora, en algunas ocasiones, consigue contar hasta diez antes de decidir lo que
va a hacer. Quizás sea algo más introvertido, pero es un ejercicio que deben
realizar los lectores y que a mí, como autor, me encanta que me desvelen.
Ahora, eso sí, no hay dos inspectores, es el mismo y así seguirá en adelante.
De eso no tengan duda. La esencia es la misma. Los casos son distintos, y por
ello cada uno provoca nuevas sensaciones en el inspector.
Ineludible las evidencias a la gastronomía
en sus novelas, en la anterior del inspector Monfort y en esta, ¿se deben a su
pasión por la buena cocina, a una continuación a sus libros publicados, al
negocio familiar?
De todo lo
que comenta hay mucho, sin duda. Siempre digo que aunque sea una novela
policial, los protagonistas deben comer, y ya puestos, mejor que lo hagan bien.
Los casos del inspector Monfort suceden en esta tierra, que para mí es uno de
los paraísos de la buena gastronomía. Sería absurdo por mi parte no citar los
magníficos arroces, el pescado, el marisco… Entre caso y caso, autopsias,
informes, investigaciones, declaraciones, interrogatorios y demás pesadillas
del mundo policial, es bueno deleitarse con unas clotxinas del Mercado Central de Valencia, por ejemplo.
Otro guiño personal en esta y la anterior
investigación de Monfort es la reconocible banda sonora, lo digo porque usted
ha trabajado en el mundo de la música ya como músico ya como manager.
La música
siempre corre paralela a mis trabajos. En el pasado tuve una intensa actividad
musical, es posible que eso haga que mis novelas tengan siempre canciones que
discurren en las tramas, pero es también un rasgo de la identidad del
protagonista, un hombre al que le gusta abstraerse escuchando a sus grupos
preferidos, sobre todo cuando conduce pensativo intentando ordenar las pistas
de los casos en los que trabaja. En los casos del inspector Monfort la música
juega un papel muy importante, tanto, que a veces algunas de las letras de las
canciones le ayudan a caer en pequeños detalles que de otra forma podrían
escabullirse. En ‘Mañana, si Dios y el diablo quieren’, las canciones que van
apareciendo en las páginas del libro constituyen en sí una banda sonora bien
reconocible y al gusto de muchos amantes de la buena música. Monfort es un
confeso melómano que se deleita escuchando a Pink Floyd, The Rolling Stones,
David Bowie, Harry Nilson, Blondie, Joe Cocker y tantos otros.
Ahora, sin dar pistas clave, ¿puede dar
algún indicio de esas fases en las que se mueve el asesino?
Quien
perpetra los crímenes intenta dejar pistas a través de los versículos hallados
en los cadáveres, que son utilizados como tarjetas de presentación. Le gusta
jugar con la policía, los despista, los lleva de aquí para allá manipulándolos
a su antojo, involucrando a un gran número de personas que giran alrededor de
las víctimas. Tiene unas fases marcadas que son las de la persecución, la
tortura, la muerte, la mofa hacia los investigadores, y una clara fase final de
espera a ser descubierto, tras haberse vengado de lo que realmente odia, que no
es otra cosa que a los seres humanos.
‘Su mujer ni siquiera había querido tener
hijos porque según decía «ya tenemos a mi madre, y ya sabes que los abuelos son
como los niños»’. Háblenos del papel de la mujer en esta novela, acostumbran a
tener un papel digamos secundario en el género negro.
Las mujeres
son vitales en las novelas del inspector Monfort, no olvidemos que su mano
derecha, en quien él más confía y se apoya siempre, es la agente Silvia Redó,
que se ha convertido en una figura importantísima en los libros. Ella es el
contrapunto al inspector, su tabla de salvación y su mejor punto de vista, el
real, el de verdad, el de los pies en el suelo. Algunos lectores creen ver en
ella a la pareja que necesita Monfort. Las mujeres aparecen en mis novelas de
forma más que notable. En ‘Mañana, si Dios y el diablo quieren’, la forense
Sonia Trenco es una pieza importante en la trama. Una mujer culta con un
trabajo muy importante que empaña sus días junto a un tipo que no la merece. La
agente Silvia Redó, la doctora Sonia Trenco, Luisa Oliveres, Margarita Renau, la
esposa de Monfort, Violeta Fortuny… las
mujeres ocupan un lugar insustituible, como no podría ser de otra forma, y con
total seguridad lo harán todavía más en próximas entregas.
El género negro de algún modo ha sido
reivindicativo, con tintes de denuncia social, en su caso ha optado más por lo
literario, el entretenimiento. Aun así le preguntaría por algunas reflexiones
de los personajes, la de Israel, por ejemplo, al asumir un trabajo a media
jornada tras los recortes en el gimnasio donde trabaja o las motivaciones de
Sonia, algunas mañanas, sobre si es eso lo que quiere hacer toda su vida:
diseccionar cadáveres, escudriñar entrañas de personas.
Sí, a primera
vista da la impresión de que quizás he optado más por el entretenimiento que
por lo reivindicativo, pero estos aspectos están siempre presentes en los
argumentos de mis novelas: la precariedad laboral que conduce a tener menos
trabajo, menor sueldo y por lo tanto un decrecimiento de la calidad de vida en
todos los aspectos. Ya lo cantaba en su día ‘El Último de la Fila’: “Cuando la
pobreza entra por la puerta, el amor salta por la ventana”. En el caso de
Israel Bonet se trata también de ese machismo estúpido de algunos hombres que
no soportan ver a sus parejas femeninas triunfar en el ámbito profesional, y
que muertos de celos son capaces de las peores atrocidades. Llegados a este
punto, su pareja, la doctor Sonia Trenco se plantea si su trabajo como médico
forense es lo que realmente quiere hacer, aunque descubrirá, cuando se suelte
del lastre emocional, que aquello para lo que se ha preparado durante tantos
años es, en efecto, su verdadera pasión.
Como escenario de los crímenes e
investigaciones está Castellón, en apariencia una ciudad tranquila, quizá con
ello quiere reivindicar nuestro patrimonio cultural, el hecho de que no hay que
envidiar esos paisajes lejanos y truculentos de, por ejemplo, la narrativa
negra escandinava.
Castellón, su
provincia, y en general la Comunidad Valenciana, son mucho más que lugares, son
verdaderos protagonistas de la novela. La exacta descripción de estas
localizaciones es importantísima en mi forma de escribir, es uno de mis rasgos
de identidad. Parte de la felicidad como escritor reside en que el lector
sienta deseos de visitar los lugares por los que discurre la novela, conocer
los pueblos y ciudades, visitar los monumentos, comer en los restaurantes que
aparecen. En ‘Mañana, si Dios y el diablo quieren’, el inspector Monfort se
pasea también por las calles de la ciudad de Valencia: la Estación del Norte,
la plaza del Ayuntamiento, el Mercado Central, y sobre todo esa iglesia
parapetada entre el enmarañado trazado urbano del centro histórico de Valencia,
que es la Iglesia de San Juan del Hospital, donde se esconden algunas de las
partes más importantes del libro, el lugar que hará que el inspector vuelva una
y otra vez sus pensamientos hacia sus regias paredes. Todo ello sin olvidar, ni
por un solo momento, las delicias gastronómicas de la ciudad, motivo de
recuerdo para aquellos que nos visitan. Porque ya saben, al final la memoria
gastronómica es lo que prevalece en nuestra mente cuando recordamos un lugar
visitado. También ocurre con los libros.
Muchas gracias, mucha suerte Julio Cesar y
felices fiestas.
Por Ginés J. Vera.
Foto: Manuel Navarro Forcada (c)
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