De nuevo me reúno con Edmundo
Díaz Conde en un hotel de Valencia, cambiamos de escenario y de novela, aunque
no de camaradería y buen ambiente, no podía ser de otra forma. Le entrevisto en
esta ocasión como flamante ganador del XLVII Premio de Novela Ateneo de Sevilla
2015. En ‘El hombre que amó a Eve Paradise’ (Algaida, 2015) se conjugan temas
aparentemente deslavazados del eje argumental, pero Díaz Conde nos lo explica.
También me muestra al final de la entrevista un cartel de época muy al hilo de
uno de esos temas. Os dejo al final el enlace de la entrevista que ya le
hiciera tras publicar ‘El príncipe de los piratas’ (2013).
«Me
alegro mucho que me preguntes eso –dice
con cierta ironía, tras la primera cuestión, pues bromeo a sabiendas de que no
soy el primero en preguntarle por El
asesino de la Tarjeta Postal y la relación entre este y el asesino de su
novela–. Me gusta mucho hablar de ello –añade, y nos ponemos cómodos, atento a la explicación–. La historia
gira en torno, fundamentalmente, a la investigación de cinco crímenes
truculentos, hay un asesino (que no sabemos quién es) cuya identidad se
investiga a lo largo y ancho de la novela.
»Cuando
pensamos en un serial killer (lo que
se entiende por tal ahora, se acuñó en los años 70 en el FBI), pensamos
rápidamente en Jack el Destripador, pero el modelo de asesino que yo tomé
comenzó su carrera delictiva y criminal cinco años antes que Jack el
Destripador, en 1883, en Nueva Inglaterra, en USA. Se dedicada a matar chicos
jóvenes que se dedicaban a vender periódicos. Se le denominó El asesino de la postal ó de
la tarjeta postal porque tenía la pérfida costumbre de enviar postales a
las familias de sus víctimas indicándoles lo qué había ocurrido y dónde estaba
el cadáver. Este es el antecedente del que tomé al asesino de mi novela.
Precisamente sobre el tema del personaje
soy yo el que empiezo a disertar, defecto profesional, sobre los personajes y
su construcción como autores, como escritores; le indico a modo de guiño esa
importancia en fase creativa de visualizarlos, de componerlos quizá a partir de
uno o varios referentes.
Tienes mucha
razón –admite–, un buen personaje es
un monstruo de Frankstein en el que tú vas adobando y construyendo a base de
trozos de pequeños visiones, de rasgos de personalidades, de rasgos, de gente a
veces próxima y a veces histórica; en este caso ,el tipo me llamó mucho la atención
y a menudo me preguntaba por el primer serial
killer de la Historia y el primer criminal sobre el que se trazó el primer
perfil criminológico, en torno a mil novecientos y poco, ya que se le capturó
en 1912.
»Su
perfil criminalístico fue exitoso, se le capturó gracias a eso y a la grafía de
las postales: hay gente que identificó la letra en ellas. Ciertas
características hicieron mella en mi imaginación y me permitió construir el
personaje.
»A
este asesino fui un poco encontrándomelo por el camino –enarco una ceja pensando mentalmente en ese encuentro–. Es una
novela que está basada en una documentación sobrevenida, escalonada. A él me lo
encontré durante la escritura, no apareció al principio, pensé que era una
perla y tenía que agarrarla.
Con la segunda pregunta es él quien me
pregunta si me interesaría ver un pasquín con el que viaja a las presentaciones.
–Tengo un pasquín, para mi gusto una perlita,
que es un cartel que se colgó en un montón de pueblos de España, en casas, en
tapias, etc–. Dudo, asiento y le digo que más tarde, que estamos grabando la
entrevista. Y es que le pregunto por otro de los grandes temas de la novela, la
emigración española a principios del siglo XX a los USA.
Y, ¿qué es lo
que decía? –Prosigue aludiendo a esa
‘joyita’–, decía: ‘Emigración con pasaje gratuito a Hawai’. Eso, en
realidad, era una recluta en toda regla por parte del gobierno de Hawai y de
los plantadores de caña de Hawai. ¿Qué es lo que pretendían? Jornaleros
reclutados entre los países meridionales de Europa, porque se suponía que
podían soportar mejor las conmociones climáticas del archipiélago de Hawai. Y
así fue, reclutaron entre 1900 y 1913 a 8089 españoles. Un barco salió de Vigo,
y unos cuantos de Málaga y Gibraltar con destino a Hawai. Dadas las condiciones
de Hawai eran mucho peor que las que se podía imaginar, muchos regresaron a
España, otros desembarcaron en California; realmente es una emigración muy
desconocida. 8089 tíos, que sufrieron prácticamente un poco lo que están
sufriendo muchos de los emigrantes de estos días. Me pareció interesante
comentarlo, sobre todo porque esa perlita me lo comunicó una señora cuyo abuelo
fue allí. Esta señora que conocí en Sevilla se llamaba Esperanza, era
malagueña, y su abuelo hizo la travesía en un barco -que aparece en la novela-,
que iba cargado de emigrantes, muchos de ellos que huían de la guerra
intermitente que se había desatado entre España y Marruecos. Como no querían ir
a la guerra, no querían ser reclutados, se vestían de mujer y, una vez
traspasadas las islas Canarias, se despojaban de las vestimentas de mujeres.
»Hay
un testimonio de épica, desconocida, que se refleja perfectamente en ese pasquín
y me pareció que era el germen de esta novela, quién me iba a decir a mí que
iba a desembocar en una novela cuya columna principal son unas crímenes, pero
sí me permitió conjugar ambos mundos.
La tercera pregunta también es otro de los
temas importantes que Díaz Conde aborda en su novela: el de la hipnosis, tan subestimada como
desconocida, a pesar de que los científicos han demostrado su relación con
procesos de la memoria y el dolor, le digo. Afirma que sí.
Es verdad,
todos conocemos un poco por libros, películas, documentales, etc., que la hipnosis
tiene su punto de leyenda, de interés para todos, ¿no?, pero es cierto que en los
últimos años, no desde hace mucho, ha adquirido carta de naturaleza. Los científicos
mismos, a través de los escáneres, han descubierto que se producen
modificaciones en las capacidades cognitivas, que se podría utilizar con
finalidades terapéuticas, etc. ¿Qué es lo que ocurre? Ni más ni menos que es
cierto, está probado, que una voluntad suficientemente poderosa es capaz de modificar
ciertas conductas y de dirigir ciertas conductas hacia donde el propio hipnotizador
quiere, siempre que el hipnotizado no esté moralmente en contra de aquello que
se lo ordena y tenga la seguridad de que quiere ser hipnotizado y pasar por el
trace
»La
hipnosis, claro, me permitía explorar un terreno que me parecía importante,
teniendo en cuenta la intriga, que era la columna vertebral de la novela, todo tenía
que estar subestimado a la intriga, y la hipnosis podía darme tantas
posibilidades… –Es aquí donde Edmundo (a
estas alturas ya me permito tutearle por la confianza generada) me sorprende
con un dato curioso, sin duda–. Abrí esa puerta hacia el trance hipnótico a
través de una novela que se publicó en 1894 titulada Trilby, esta novela la escribió George Du Maurier, el tío del autor
de ‘Rebeca’; se convirtió en el primer best
seller de la historia tal como lo conocemos. Y, ¿a qué viene esto ahora? Pues
a que la protagonista, que lleva el nombre del título de la novela, es una
cantante que es hipnotizada y, gracias al proceso de hipnosis, se convierte en
una cantante exitosa, la más famosa del mundo.
»Pensé
que esto podía aprovecharlo, que rimaba muy bien con la historia que yo quería
contar, y así fue. La hipnosis al final adquiere una importancia en la
peripecia de la novela, como terapia, como proceso terapéutico de regresión,
como sospecha, porque no olvidemos que no deja de ser una novela de sospecha
con una investigación de por medio y tiene una importancia con la peripecia de
la novela.
»También
tiene importancia el que existen dos tipos de mandato u órdenes en la hipnosis:
la intrahipnótica y la posthipnótica. –Ante
mi cara de perplejidad, y de curiosidad también, sonríe y me explica que–: La
intrahipnótica es aquella orden que tiene lugar cuando tú la haces en pleno
proceso de hipnosis y que obedece al hipnotizador; y la posthipnótica, es
cuando tú ordenas algo después del trance, esta diferencia no es baladí en esta
novela.
La conversación, y por añadidura la entrevista,
se alargó más aún sobre la novela y algunos detalles tan interesantes o más que
los que me había contado, pero he preferido dejar algo de misterio, siguiendo
la cita de Voltaire, la de que ‘el secreto de no aburrir es no contarlo todo’.
Muchas gracias y mucha suerte, Edmundo.
Por Ginés J. Vera.
Se nota que fue una conversación muy entretenida. Y si ya tenía fichadito este libro, ahora más ganas le tengo.
ResponderEliminarBesotes!!!
Un saludo Margari. El libro creo que te gustará, por la parte verídica pero también por la trama en sí. Como acostumbro a decir, cuando lo leas tu opinión será bien recibida en este blog. Gracias.
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