Me concede una entrevista Miguel Torija Martí que ha publicado este
año su primera novela ‘La isla de las Culebras’ (La Pajarita Roja, 2016). Había
leído su libro de relatos ‘Cuando la vida se pone perra’ y no dejé pasar la
oportunidad de leer, como digo, su primera novela. Afirma que cuando empezó a
escribirla no sabía que estaba escribiendo una novela histórica. También que el
proceso fue un poco ‘al revés’ ya que admite que lo lógico es documentarse
antes de escribir. En cualquier caso, recomiendo leer primero la entrevista y
luego su novela o al revés si sois tan atrevidos como Miguel. Os dejo la
entrevista.
Hay una frase que resume bastante bien el espíritu de ‘La isla de las
Culebras’, es esa que dice ‘la historia la cuenta a su gusto los que pueden
escribirla, no los que la conocen’. ¿Nos la comenta?
Esto es un hecho atemporal. Siempre ha sido así, actualmente son los
medios de comunicación los que se constituyen en el quinto poder y suministran
la información. Por suerte para nosotros la competencia hace más difícil
ocultar, enmascarar, dulcificar... la realidad, pero los grandes medios siguen
disponiendo de una inmensa influencia sobre la opinión pública y pueden variar
sensiblemente la realidad, modelando el discurso para favorecer a unos u otros.
En el pasado esto todavía debió ser más claro. Las opciones de llegar a
la información eran más limitadas y por tanto más fáciles de controlar.
Otra también curiosa viene después de que al protagonista, a Martín, una
gaviota y un cangrejo ermitaño confundan con comida y éste reflexione: ‘Nunca
sabes de quien fiarte, a quien estar agradecido’. Tan real y tan premonitorio
para quienes se vean atrapados por la lectura hasta el final.
Si la pregunta se refiere al desenlace final, es una de las cosas de
las que más satisfecho estoy. Me costó decidir cómo terminar la novela y creo
que ese final, que deja para el lector el veredicto de inocencia o culpabilidad
de algunos personajes, es muy adecuado para el tono general de la misma. Una
novela que comenzó siendo un microrrelato tiene que terminar como terminan
muchos microrrelatos, dejando al lector parte del trabajo. En definitiva, los
personajes de la novela quedan expuestos al criterio de cada lector. He tratado
de que en la novela no se formen dos bandos: los buenos contra los malos. Al
fin y al cabo así somos los personajes de la vida real, todos tenemos dobleces
y claroscuros.
Los franceses parecen querer invadir España por una cuestión económica,
Martín recuerda una frase de su superior que le dijo: ‘Controlar el comercio,
ese es uno de los principales objetivos de la invasión’. Más allá de la
coyuntura histórica que subyace como contexto de la historia, me ha recordado
al descubrimiento del azúcar de remolacha por parte de los franceses -más o
menos por esta época- precisamente por el tema del comercio. Ya que hay
contrabando de azúcar, café y tabaco susurrado entre la trama le quería
preguntar por ello.
Es un poco lo que hablábamos antes de controlar la información. Se
puede estudiar esta época tan patética de la historia española desde el punto
de vista del patriotismo, de los derechos y las libertades sociales o del
partido que tomaron los estamentos sociales (ejército, monarquía, iglesia...)
pero como siempre ha pasado, en la mayoría de las guerras, subyacen motivos
económicos. Francia intervino porque era un buen momento para apoderarse de los
despojos del imperio español. Estaba en juego arrebatar a los ingleses su
preeminencia comercial con las colonias.
‘La codicia en este país es la
única virtud para alcanzar el poder’, reflexiona Martín sobre la
ambición del general francés. También parece ser una frase no solo
representativa de la novela sino bastante a la orden del día dos siglos después
a la luz de los medios de comunicación actuales.
Cuando terminé la novela (que ya digo, solo pretendía ser una novela de
aventuras) reflexioné sobre ella y me di cuenta de algunas virtudes que podía
tener, más allá de entretener y servir de fuente de información sobre esa época
histórica. Creo que el libro puede servir para reflexionar sobre el patetismo
que la mayor parte de la sociedad española demostró en esa invasión, apoyando a
los que pretendían acabar con las libertades y derechos que la constitución les
había otorgado. Ese patetismo, una vez tamizado por las circunstancias en las
que vivían nuestros antepasados, se parece demasiado al patetismo de la actual
sociedad española que, como entonces, sigue premiando con su apoyo los
comportamientos mezquinos y corruptos de muchos de nuestros gobernantes. Esta
coincidencia hace pensar que es algo intrínseco a nuestra sociedad y que no
hemos sido capaces de aprender de los errores del pasado.
Ineludible la labor de documentación que habrá necesitado para hilvanar
los detalles de esta historia en un contexto histórico concreto aunque
geográficamente más amplio. Háblenos de esas fuentes y cómo fue ese proceso
previo a la creación de la novela.
Sinceramente creo que el proceso que he seguido para ambientar y ubicar
la novela es poco recomendable. Supongo que lo más ortodoxo cuando se pretende
escribir una novela histórica es documentarse primero y después ponerse a
escribir. En el caso de ‘La isla de las Culebras’ fue justo al contrario. En mi
defensa he de decir que cuando empecé a escribirla no sabía que estaba
escribiendo una novela histórica, de hecho no sabía si quiera que fuera a ser
una novela y todavía hoy no sé si se trata de una novela histórica, una novela
de intriga, una novela romántica... Como se dice en el preámbulo, a lo más que
aspiraba ‘La isla de las Culebras’ era a convertirse en una novela de
aventuras.
Benjamín Prado, cuando le conté de dónde había surgido la novela, dijo
de ella que es un microrrelato que no había sabido terminar y no le falta
razón. Todo surgió después de visitar las islas que dan nombre a la novela. Me
fascinaron y me surgió la necesidad de escribir algo sobre aquel lugar. Imaginé
una fragata huyendo de una ciudad sitiada y navegando hacia esas islas
perseguida por una flota enemiga. El capitán de la fragata iba a cometer una
traición y eso le atormentaba y le llenaba de dudas. Ese fue el punto de
partida, no sabía nada más de lo que sucedería, a partir de ahí dejé que el
relato fluyera sin saber dónde me iba a llevar. Solo cuando llegué al capítulo
10 me planteé que era momento de ubicar histórica y geográficamente la acción y
entonces me puse a investigar cuándo y dónde podría haber ocurrido algo
parecido. Para mi fortuna descubrí que durante la invasión de los Cien Mil
Hijos de San Luis una situación así se podía haber dado y comencé a documentarme.
Lo primero que hice fue leer los Episodios Nacionales de Pérez Galdós
que transcurren en ese periodo. Después busqué otras fuentes de información
hasta hacerme una idea general.
Tras hacerme esa composición de lugar inicial, el siguiente paso fue ir
buscando información más específica a medida que el avance de la trama me la
iba reclamando. La primera parte precisó sobre todo mucha documentación en
temas de navegación. Después fui necesitando información sobre el ejército de
la época, la vestimenta, la iglesia, las sociedades secretas... En este
sentido, he de reconocer la inestimable ayuda recibida por parte del editor de La
pajarita roja, para terminar de perfilar algunos aspectos.
No podía faltar entre los ingredientes de esta historia de aventuras
con base histórica la Inquisición y, por si quiere adelantar algún detalle, en
los carbonarios con el tiralíneas, la escuadra y la navaja abierta.
Bueno era inevitable que apareciesen tanto la iglesia, como las
sociedades secretas. Eran dos estamentos con una influencia muy acusada en la
vida y en la política de la época. Actuaron como dos frentes contrapuestos,
cada uno apoyando una causa. La iglesia y por extensión el Santo Oficio
apoyando al absolutismo que representaba Fernando VII, por su parte los masones
y el resto de sociedades secretas, en general se pusieron del lado de los
constitucionalistas. Como de costumbre en España fue la iglesia la que salió
victoriosa y pudo recuperar poder, privilegios e incluso reinstaurar la
inquisición.
Es muy ilustrativo pensar que mientras los que nos invadían para
devolver el absolutismo, valoraban la ciencia y dedicaban miles de sueldos a
ampliar la Enciclopedia de Diderot, en España, con el triunfo de los
absolutistas, se derogó el ambicioso plan que fomentaba la educación universal,
pública y gratuita, para volver a dejar en manos de la iglesia el peso de la
educación, lo que supuso una regresión. Por desgracia, también en esto hemos
aprendido poco. Bajo mi opinión, la sociedad española sigue transmitiendo
inmadurez al permitir el paternalismo de la iglesia católica. Dejamos que la
Conferencia Episcopal se siga inmiscuyendo en algunos campos en los que la
iglesia católica tradicionalmente ha actuado como freno a los avances sociales
y científicos. Un ejemplo claro es la educación, somos uno de los pocos países
civilizados que incluyen la asignatura de Religión en todos los cursos de la
educación obligatoria y del bachillerato, con el agravante de ser impartida por
profesores escogidos subjetiva y unilateralmente por los obispos.
Si antes hablaba de la codicia, llega un momento en el que Martín sufre
una metamorfosis interior, reflexiona y decide que quiere saber cuál es el
sentido de su vida, que le mueven ideales más profundos a los puramente
económicos más allá de que él es un marino de vocación, algo que queda bien
demostrado a lo largo de la novela.
En realidad Martín se pasa toda la novela sumido en un mar de dudas.
Siempre está planteándose si lo que va a hacer es correcto. Creo que a pesar de
ostentar la capitanía de una fragata y por tanto tener la necesidad de
transmitir a sus hombres seguridad en sus decisiones, hay mucho de fachada en
esa seguridad. Sus circunstancias vitales y el desarrollo de la historia lo
único que van haciendo es acrecentar su indecisión. Mi objetivo era que Martín
fuese un personajes real, no el típico héroe que sabe en todo momento cuál es
la decisión más idónea y honorable. No, sus decisiones en muchas ocasiones, ni
son idóneas, ni son honorables. Cómo las decisiones que tomamos todos en nuestra
vida. Nunca me ha gustado la gente que lo tiene todo claro o que se cree en
posesión de la verdad absoluta. En un ejercicio de coherencia, el protagonista
de mi primera novela no podía ser así.
Me gustaría que nos hablara de la ilustradora, de Adriana Torija, una
joven de 14 años que aceptó el encargo y rubrica tres imágenes en blanco y
negro de la historia.
Fue una suerte “encontrar” a Adriana. Había imaginado el libro con
algunas ilustraciones, porque pensaba que en el estilo del libro encajaba la
combinación del texto con imágenes fieles al relato. Con ese fin contacté con
una ilustradora de cierta reputación que se mostró dispuesta a abordar el
encargo, pero al final la cosa no cuajó. Cuando estaba resignado a que el libro
se publicaría sin ilustraciones, pensé en Adriana, que en un plazo muy ajustado
logró terminar el encargo con tres ilustraciones magníficas.
Las ilustraciones aportan mucho al libro, ayudan a que el lector se
tome un respiro después de tres momentos importantes de la novela. De ese modo
es posible saborearlas a modo de anticipo de lo que espera a vuelta de página.
A pesar de ser el primer encargo profesional que recibía Adriana, creo que el
resultado final ha cubierto con creces las expectativas.
Muchas gracias, Miguel.
Miguel Torija Martí (Tortosa, 1972) es ingeniero agrónomo y profesor
de tecnología en un instituto público de Castellón. En 2010 publicó ‘Fábulas
efímeras’, un recopilatorio de relatos con un enfoque didáctico y se autoeditó
‘Catálogo de excusas para seguir vivo (o para estar muerto)’, en 2011 con el
que resultó finalista de los Premios de la Crítica Valenciana 2012. En 2013
publica el libro de relatos ‘Cuando la vida se pone perra’ (Urania, 2013). Acaba
de publicar su primera novela ‘La isla de las culebras’ (La pajarita roja,
2016).
Pues no conocía ni la novela ni a su autor. Y con curiosidad me dejas. Otro a apuntar en mi interminable lista.
ResponderEliminarBesotes!!!
Hola Margari. Creo que tu lista y la mía van a la par. Gracias. Un saludo.
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