lunes, 7 de septiembre de 2020

Hombres de verdad. Entrevista a Alberto Marcos

El pasado mes de julio reseñé Hombres de verdad (Páginas de espuma), de Alberto Marcos. Este es su segundo libro de relatos. Marcos trabaja actualmente en Penguin Random House además de dar clases en la Universidad Autónoma y en  la Complutense de Madrid. Agradecido una vez más a Juan Casamayor por contactar con el autor, y, obviamente, a Alberto Marcos por concederme esta entrevista.  

G.V.: Además de los temas sobre el cuestionamiento de los sentimientos, los miedos y las incertidumbres de la condición masculina, Creo que los relatos en “Hombres de verdad” ahondan en cómo afronta cada cual los problemas diarios. La actitud como terapia clave para afrontar la doble juicio de uno mismo y el de la sociedad. El protagonista de “Lo que necesitaba” parece reflexionar sobre ello. “La vejez está para aceptar que hemos perdido la batalla”. ¿Cree que con la edad los prejuicios se ven de una manera diferente en el contexto de las masculinidades y la igualdad de géneros?

   A.M.: Desde luego, me interesaba igualmente el ámbito privado y personal que el público y social en el que se mueven mis personajes. Pero, a pesar de que el protagonista de Lo que necesitaba ha encontrado cierta paz en la edad madura a través de la aceptación de “lo que es”, no creo que necesariamente la edad le haga a uno más sabio. De hecho, suele pasar al revés. La edad puede ayudarte a ver las cosas con perspectiva y sí estoy de acuerdo en que la experiencia puede ser un grado, pero poco más. Al final, da igual la edad que se tenga, me parece que lo fundamental es estar abierto a la fragilidad, a la duda, a la vulnerabilidad, al caos…

G.V.: El protagonista de “Disfunción eréctil” medita acerca de que cumplir treinta y dos años y que no se te ponga tiesa es como las hemorroides o los prejuicios: nadie los tiene. Sin duda es una de las grandes inseguridades alrededor de la masculinidad. No solo en la actualidad, me temo. Háblenos de los estereotipos y esas inseguridades heredadas que parecen aún perdurar en el nuestra sociedad y que leemos en estos relatos.

   A.M.: A lo largo de la historia, se ha entronizado al hombre como cúspide de la pirámide evolutiva, como rey absoluto de todo lo creado, como sostenedor de la civilización, como su centro, como el único animal de la existencia con alma, como un ser extraordinario capaz de llegar a la Luna, etcétera. Dan igual los matices que cada época haya aplicado al lugar del varón en la Tierra —porque a la mujer nunca se la consideró en estos presupuestos—, es difícil que uno escuche durante siglos y siglos lo importante que es y no acabar creyéndoselo a pies juntillas. 

   »La impotencia sexual es solo una metáfora que aúna todas las inseguridades milenarias del hombre, las cuales se esconden tras sus valores tradicionales aprendidos tras años y años de adoctrinamiento de género; es decir: valentía, fuerza, competitividad, insensibilidad, firmeza, etcétera. ¡Pero tenemos tanto miedo a reconocer lo contrario, a negar siglos y siglos de preponderancia masculina! Al final, ni la biología puede tapar el hecho de que los hombres debemos dejar de medírnosla los unos a los otros y conquistar —si se quiere utilizar un término bélico para que escueza menos— el terreno de la vulnerabilidad, de los afectos, de los cuidados. Eso es realmente lo que nos hace fuertes.   

G.V.: Un clásico heredado de la cultura masculinista de nuestros padres es una frase que extraigo de “Pekeño”. «Mi padre decía que la mili te convierte en un hombre de verdad,» Esto se lo contó Rabazo al protagonista del relato. Me sirve para preguntarle por cuánto hay de ficción en estos relatos, en esta suerte de retrato social plasmando algunos roles tradicionales de los varones en su intento de dar respuesta a los nuevos retos de la igualdad de géneros en el siglo XXI. 

   A.M.: Escuché esa frase muchas veces cuando era niño, pero salvando las inevitables influencias que en cualquier escritor tiene el mundo que le rodea —esa extraña amalgama de experiencias personales, lecturas que uno asimila o historias que uno escucha—, estos relatos son ficción pura y dura. Otra cosa es que se asienten en una contemporaneidad concreta y que, por tanto, informen sobre unos temas que están en la conversación; en este caso: las viejas y nuevas masculinidades.

G.V.: «El siglo XXI no está hecho para maricas —piensa Sergi, uno de los protagonistas del relato Lo que surja—. Y más concreta y trágicamente, el ambiente gay no está hecho para maricas. Hasta un hombre casado y oficialmente heterosexual sabe eso.» Coméntenos esta reflexión a la luz del título de esta antología de relatos.

   A.M.: El ambiente gay ha pasado de ser un reducto minoritario, perseguido y marginado, a simbolizar el privilegio dentro del mundo LGTBI+. Al final, como hombres de clase media, hemos reproducido características del patriarcado más rancio: la persecución del poder, la exaltación de la competitividad y de la fuerza, la entronización de la potencia sexual, la mofa a lo femenino (“plumofobia”), la misoginia… todo ello simbolizado en la adoración al músculo, al pelo, a la barba, a lo “masculino”. No hay más que abrir una app gay para ligar y darse cuenta de ello. Por eso Sergi, el protagonista del relato, dice que el siglo XXI no está hecho para maricas, entendiendo “marica” como el negativo al varón tradicional, sea este gay o hetero. Ser un “hombre de verdad” está lejos de la concepción patriarcal de la masculinidad, independientemente de la orientación sexual.

Hombres de verdad. Alberto Marcos. Páginas de espuma.

Puedes leer aquí la reseña del libro


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