P.: Una imagen vale más que mil palabras y, como aperitivo, le preguntaría por la de la portada de su libro. Aunque puede maridarla si gusta, con el título.
R.: Lo cierto es que estoy muy orgulloso de la portada. Es un impactante trabajo de la artista Gem Díaz, que ha sabido combinar las tradiciones y el folclore valencianos con esa sensación de tensión, de inquietud, que genera la novela negra. El fondo es claro, rompiendo la tendencia de portadas oscuras que tiene la novela negra, y está inspirado en el estampado típico de las falleras. Gem aporta a esta novela el componente realmente valenciano ya que ella es, concretamente, de la comarca de la Safor, que es precisamente donde se ambienta la obra. Desde el comienzo sabía que era la que mejor podría expresar con una imagen esta historia, no solo por su origen valenciano, sino por la estética y por las temáticas que emplea. Ambos estamos muy satisfechos del resultado.
P.: La geografía del ladrillo corrupto, de la especulación inmobiliaria en España, es extensa; pero creo que coincido con Ud. en que la costa levantina se lleva la palma en muchos aspectos. Y aunque no es la primera novela que hunde la pluma del género negro en estas playas, sí me gustaría preguntarle por lo que Nadie corre más que el plomo tiene de especial, de original.
R.: El conflicto sobre el que se estructura la novela no es nuevo, de hecho, es bastante recurrente, no sólo en el arte, sino en nuestro día a día. El desarrollo, cuando es impuesto de manera demasiado radical, genera problemas, expulsa a las personas que no pueden o no quieren adaptarse a las novedades. Lo hemos visto durante toda la historia de la Humanidad y lo vemos hoy en las calles de nuestras ciudades con fenómenos como la gentrificación.
Sobre esta base, quería darle enfoques novedosos. Por un lado, generando un debate continuo sobre las bondades de la Transición, de la especulación inmobiliaria, del turismo de masas. La cultura es verdadera cultura cuando te plantea preguntas, cuando te inquiere. Tradicionalmente, la Transición siempre es contada desde Madrid o, como mucho, desde Euskadi. Quería sacarla de su ámbito habitual y combinarla con otro hito histórico como fue el boom inmobiliario relacionado con el turismo de costa durante la segunda parte del siglo XX. Y además, añadiendo aspectos de fantasía, de realismo mágico, por lo que creo la novela en su conjunto ofrece una historia muy innovadora y llena de matices.
R.: Efectivamente, me parecía muy oportuno introducir un elemento que rompiera los estándares típicos de la novela negra. La Polseguera (polvareda, en valenciano) es una leyenda, un fenómeno sobrenatural que tiñe de rojo el pueblo, Benissa de la Safor, cuando su gente está amenazada. De este modo, se da un curioso conflicto, por un lado, esa especulación urbanística sin escrúpulos, y por otro, esa leyenda que tiene más de humano, más de empático que las propias personas. Al final, se busca una reivindicación de la naturaleza frente a ese supuesto desarrollo que está dispuesto a destruirlo todo por obtener más beneficios en su cuenta de resultados.
P.: Algo me dice que ha leído a Vicente Blasco Ibáñez, a nuestro Zola patrio. Parte de su éxito, no solo nacional sino internacional, Hollywood incluido, lo debió a las adaptaciones al cine de sus novelas. Algo de fantástico, de épico no me negará que tuvo (me viene a la cabeza la anécdota del duelo a pistola y la hebilla del pantalón) su vida. Desde ese guiño en su novela a Blasco, ¿lo es?, háblenos de la parte naturalista, descriptiva e incluso filosófica, de Nadie corre más que el plomo.
R.: Desde muy joven me ha sorprendido la fuerza de las descripciones de autores del Naturalismo español como Benito Pérez Galdós, José María de Pereda o Vicente Blasco Ibáñez. Ya en mi primera novela, Edificio España, uno de los personajes, Blasco, debía su nombre a, como bien dices, nuestro Zola particular. Esta novela, al estar ambientada en la costa valenciana, ha tenido muchas influencias de Blasco Ibáñez, hasta el punto de que dos personajes, Tonet y Neleta, fueron nombrados en homenaje a los protagonistas de Cañas y barro.
Quizá por esa influencia, las descripciones juegan un papel muy importante en mi estilo. Me gusta crear una experiencia sensitiva para que los lectores se sumerjan en la historia y que de este modo sea más creíble, más coherente. En Edificio España, lectores que vivieron el Madrid de casas bajas de los años 70 me felicitaron por las descripciones de ese barro omnipresente, de esa ropa tendida, de ese puchero enfriándose en el alfeizar. Además de enorgullecerme profundamente, me confirmó que debía seguir trabajando en esa dirección.
Esas descripciones tienen además un punto reivindicativo sobre una realidad que hemos perdido. Nadie corre más que el plomo es una obra que añora un modo de vida más relacionado con la naturaleza, más sencillo, más generoso, más humilde. Un modo de vida que no es tan lejano, pero que entra en conflicto frontal con la sociedad actual.
Ignacio Marín (Madrid, 1984). Escritor y periodista afincado en Vallecas. Desde su tribuna en el periódico Vallecas Va señala en cada número a los responsables de la miseria y la pobreza que se sufren en barrios como el suyo. Fue ganador del concurso Narrativa del Centenario del PCE con su relato «Valle de silencio». Su estreno en la novela fue en 2022 con Edificio España. Es así mismo creador y director de Vallekas Negra, el primer festival de novela negra y social de Vallecas.
Nadie corre más que el plomo. Ignacio Marín. (Editorial Alrevés)
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