P.: Las protagonistas de Sala de espera son dos mujeres, ambas esperan, de ahí el título. Entrecruza sus historias en un delicado contrapunto. ¿Se inspiró en alguien conocido para darles vida? ¿Cómo ha sido la experiencia de meterse bajo la piel de ambas?
R.: Con cincuenta años, son muchas las personas con las que me he cruzado, de las que he aprendido, y que me han inspirado. Ni Lucía ni Mariona están basadas en alguien en concreto sino en vivencias de varias mujeres. Aunque pueda sonar a tópico, concebir a las dos, por decirlo de alguna manera, y moldear su carácter, sus anhelos o sus temores ha supuesto un proceso tan gratificante como inmersivo y natural.
P.: Sin duda, además del toque de suspense, hay un poso de crítica o reflexión social. Es curioso que en una sociedad que se abre al lenguaje inclusivo, a nuevas formas de amarse entre les persones..., aún haya grados o barreras de tolerancia entre colectivos sociales como el que aparece en la novela. ¿Nos lo comenta?
R.: Quizás lo único inclusivo que tenemos sea el lenguaje, porque, en mi opinión, estamos en un proceso de polarización que nos lleva a tomar partido en bandos cada vez más radicalizados. Todos somos hijos de nuestro entorno, y alcanzamos solo una porción pequeña de la información a la que llamamos “la verdad absoluta”. Cuando alguien nos reta con opiniones contrarias a la nuestra, nos cuesta poco tacharlo de imbécil, ignorante o majadero. Nos da pereza escuchar, entender que su verdad parte de otra parcela de información diferente pero complementaria a la nuestra, y aprender de la misma. Sería un proceso enriquecedor para todos, al que damos la espalda en pro de la negación y el insulto.
P.: El séptimo arte tiene su pequeño rol en Sala de espera. A lo largo de la trama y en el epílogo, con ese simpático listado. No es casual, ¿verdad?
R.: En absoluto es casual; tanto en mi faceta de cineasta de cortometrajes como en la de cinéfilo empedernido, siempre he considerado el séptimo arte un formato maravilloso para compartir historias. Además, y al contrario que con la novela, el cine, siendo tan joven, ha evolucionado de forma prodigiosa, década tras década, y sigue haciéndolo, con nuevas variantes artísticas y técnicas que, lejos de canibalizar las anteriores, confieren al formato una capacidad de asombro constante.
P.: Mencioné el contrapunto y, como esta novela tiene algo de luz y sombra, al aparecer el ajedrez, he sonreído por lo simbólico, lo metafórico; además de por el hecho curioso que revela y que, personalmente, desconocía. ¿Hay algo de partida de ajedrez en la novela, acaso fuera de ella, en nuestro palpitar diario?
R.: El ajedrez, como la vida, es un juego de anticipación. Para tomar la mejor decisión tienes que viajar tres movimientos al futuro.
P.: Extraigo una frase de Sala de espera por si quiere comentárnosla al hilo de la crítica social ya referida. Me refiero a: “En España, si tienes bienes inmobiliarios, un banco te presta dinero aunque sea para fabricar petardos con olor a pistacho”.
R.: La mayoría de proyectos empresariales nacen de un sueño, de una ilusión que queremos contagiar a quien necesitamos que nos eche una mano. Dicen que vendemos (y compramos) por la emoción, y en parte es cierto. Elegimos coche, casa, pareja, o la ropa que vestimos por criterios emocionales. Pero los bancos no entienden de emociones, solo de riesgos y rendimientos. Da igual cuán original, disruptivo o social sea tu proyecto, ellos solo lo medirán por el riesgo que conlleva y el rendimiento que puedan sacar.
P.: Regresando a su paso al frente en el mundo de la literatura, preguntarle por sus lecturas, por sus referentes. Lo haré de la mano de uno de los míos, inmodestamente, dado que aparece en Sala de espera la obra El proceso, de Franz Kafka.
R.: Sea por falta de tiempo y capacidad de atención, nunca me he considerado un gran lector, aunque albergo el sueño de poder, un día, disponer del tiempo suficiente para leer todo lo que atesoro en mi librería, con unas dimensiones más acorde a mis ambiciones que a la realidad. No obstante tengo mis favoritos, algunos muy recientes como Benjamin Labatut, Yuval Noah o David Foenkinos, como algunos que me han acompañado desde siempre como Javier Cercas, o Raymond Chandler.
Iván de Cristóbal Miras nació en Barcelona en 1972. En la actualidad dirige una agencia de publicidad que trabaja con marcas líderes de sectores como el deportivo, el tecnológico o el energético. Economista licenciado por la Universidad de Barcelona y la Copenhaguen Business School, Iván es también profesor de comunicación en la Universidad de la Salle desde hace diez años y ha escrito artículos sobre estrategia de marca en diferentes medios de comunicación, así como varios guiones de cortometrajes de ficción, algunos premiados en diversos festivales independientes.
Por los temas que trata, resulta una novela interesante. Muy buena entrevista.
ResponderEliminarBesotes!!!