Esta semana entrevisto a un autor
al que quería conocer por una afición común: los microrrelatos. David Roas es profesor
de Teoría de la Literatura y Literatura Comparada de la Universidad Autónoma de
Barcelona, autor de libros de microrrelatos, cuentos y novelas, es especialista
en literatura fantástica sobre la que también ha escrito numerosos
ensayos. Me concede una entrevista
simpática (más larga de lo que aquí detallo, no descarto una segunda parte con
lo que ha quedado en el tintero) al haber publicado recientemente ‘Bienvenidos
a Incaland’ (Páginas de Espuma, 2014).
Para perfilar al protagonista de estos
cuentos, cuaderno de viajes, semi novela, recurriría como ingredientes a: hipocondría,
mal de alturas, una imaginación desbordante, algo de alcohol...
Creo que ahí están
bastantes de los ingredientes, es un poco el resumen del libro. Yo lo que traté
no es tanto contar lo que es Perú, sino qué sentía yo en Perú, y yo me nutrí de
mi mismo, por eso no me disfracé nunca, no invente a otra figura. Ahí sí que
soy un poco hipocondríaco, quizás en la realidad un poco menos hipocondriaco
que el personaje.
Todos estos
ingredientes creo que lo provocan es un delirio, el personaje vive una experiencia
delirante, lo que a mí me preocupaba mucho era dar la sensación de no hablar de
otro, sino que el otro soy yo, sino que el delirio, todo lo fantástico lo
grotesco, que ingerir la Cusqueña ayudan a transmitir esto.
Y dentro de estas vivencias personales,
contadas en primera persona, me ha parecido ver más allá, como un cierto guiño hiperrealismo,
quizá a lo Bukowski.
Creo que me
contagié un poco de la cita que pongo al principio del libro, una que un escritor
de Perú me contó, la de que si Kafka hubiera nacido en Lima seria un escritor
costumbrista.
Yo creo que sí,
que hay una voluntad en algunos cuentos de ir mas allá del realismo, pero creo
que para ir a más allá del realismo hay que hacer lo que Bukowski, que es
distorsionar lo que estás viendo, él lo hace desde muchas perspectivas, pero
sin alejarse del realismo. Yo creo que eso le va mucho sobre todo a Lima, lo de
mostrar la ciudad casi en el detalle pero a la vez como que se te escapa, sobre
todo en el primer relato.
En el relato
del robo de la máquina de escribir de Vargas Llosa quizá si sea el de más
locura, el más Bukowskiano de los personajes.
Distorsión de la realidad, delirios
paranoicos y que Cusco sea una de las zonas más transitadas por ovnis del mundo
imagino que también ayudan a creer en invasiones
y zombis, en otro Plan 9 contra la
Tierra.
Creo que
Cusco y Machu Pichu eran lugares especiales para buscar lo que uno es y lo que
a mí me gusta. Hay elementos de ese lugar que son brutales y sobre todo también
acompañado por la sensación de estar a 3500 metros.
Yo recuerdo
un documental que vi de niño de que esas piedras las movieron los
extraterrestres y dije: esto lo meto, de algún modo; porque mi forma de
escribir es nutrirse de lo que consumo ficcionalmente, porque yo no sé
comparar, me he dado cuenta de que cuando comparo lo hago con algo que he visto
en la ficción o he leído. Y un poco era transmitir eso
Yo me quedé
corto, estuve cuatro días, entre Cusco y Machu Pichu estuve cinco y quise
quedarme quince días. Ahí sí que tuve la sensación de estar en la dimensión
desconocida, en los límites de la realidad.
Uno de los capítulos está dedicado al
maestro del horror cósmico H. P. Lovecraft.
Esas cosas
son las cosas que ahora me reclamaban, estás en las ruinas de Saqsaywamán y
estás viendo ‘las montañas de la locura’. Otros amigos míos que han estado en
las pirámides en Egipto, viéndolas bien, me lo decían, tienes la sensación de
estar en el decorado de Lovecraft. Yo cuando estaba ahí casi nace la idea allí,
se mezclan los dos tiempos, el tiempo de la conquista y el tiempo real; me dije:
esto es Lovecraft, un decorado puramente lovecraftiano.
Lo mismo otra
persona no hubiera visto lo mismo. Yo aquí te lo juro, vi las piedras, además
es una explanada enorme y las rocas y te desborda el tamaño, me dije:
Lovecraft.
La foto de la solapa interior no le hace
justicia, aunque la presencia de la llama (o alpaca) es lógica pues constituye un
verdadero icono animal de este ‘Bienvenidos a Incaland’.
Esa foto de
la llama la hice en 2011, la que coloco como foto de autor.
Sí, todavía
no sé porqué, no sé cuando surgió. Yo creo que surge porque los cuentos no los escribí
por orden, sino que fueron surgiendo según los anotaba. Creo que el primero que
escribí fue el titulado El tesoro de los
incas, y entonces fue lo que provocó el juego ya constante, cuando ya vi
que iba a ser un libro. Incluso esa llama que aparece en el cuento, cuando se
pierde en Lima, dije: no creo que nadie tenga una llama en el jardín en Lima,
se convirtió en un animal tótem, y todo por lo que hemos vivido, desde el libro
de Tintín El Templo del Sol.
Yo creo que
sufrí una metamorfosis, yo me fui perunizando hasta que me convertí en una
llama.
Muchas gracias y mucha suerte, David.
Por Ginés J. Vera.
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