lunes, 22 de agosto de 2016

'No estamos solos', El Gran Wyoming



El Gran Wyoming volvió a la carga con un segundo libro en la línea de su anterior ‘No estamos locos’ (2013), con ‘No estamos solos’  en 2014. Ya el título nos da la pista de su intención, antes incluso de abrir las páginas. ‘No estamos solos’ es una recopilación de testimonios de gente para nada anónima, ni en sus frentes diarios ni en este libro, donde aparecen con rostro, nombre y palabra tras palabra, eso sí, enhebradas por el omnisciente Wyoming que va tejiendo y opinando e incluso añadiendo notas a pie para los más despistados.

Testimonios de personas que han luchado, luchan y a poco que leamos nos damos cuenta que van a luchar por seguir sus ideales; ideales que, para sorpresa de algunos (quienes solo se nutren de titulares de prensa y televisión), son los ideales de la gran parte de los ciudadanos; hilos, muchas veces invisibles, en el verdadero lienzo de la recuperación en nuestro país.
Porque la crisis ya ha dejado de ser algo ambiguo, una palabra incómoda, esa que algunos no se atrevían a mencionar, a buscarle eufemismos, a maquillarla o (no hace tanto) a buscar síntomas de erradicación: la crisis late, vive, se manifiesta y en ‘No estamos solos’ puede casi palparse en forma de declaración, de alegato frente a la rendición por boca y tinta de algunas personas a las que Wyoming hilvana en este libro con su propia voz indignada.

Voces tan representativas como las de: Marina Garcés, Martín Segrera, Begoña Piñero, Juán Luis Ruiz-Giménez, Pedro Uruñuela o David Alegre. O como las de Morosito y El Eurito con la música como instrumento -más concretamente el flamenco-, para reivindicar sus happenings, sobre todo en entidades bancarias; la de Ada Colau, quien fuera activista de la reconocible Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH), actualmente alcaldesa de Barcelona, evidenciando la realidad de los desahucios y quienes los han vivido en primera persona; la de Josep Fontana, profesor de Historia, para quien la primera regla es la de no resignarse: ‘defiende lo poco que todavía puedas defender de lo que te están quitando’; la de Juan Diego Boto, actor e hijo de actores, quien afirma que ‘nunca existió una política cultural que vincule el teatro con la educación, que es algo fundamental para crear espectadores’; la de Alberto San Juan, también actor, que aboga por ‘recuperar nuestra imaginación, porque es el instrumento más necesario para crear un mundo nuevo’; la de Àngels, Celestino y Alfonso, tres representantes de un movimiento surgido en torno al 15-M denominado los yayoflautas, con una idea clara que les une la de que ‘luchamos para que nuestros hijos y nuestros nietos vivan mejor que nosotros’; la de Itziar González Virós, arquitecta y restauradora de inmuebles que es capaz de afirmar algo como que ‘dudé entre dedicarme a la poesía o a la arquitectura, y pensé que en esta sociedad con tanto culto a la tecnología sí me hacía poeta tendría poco que rascar’.

Y un poco antes de los agradecimientos, a modo de corolario, El gran Wyoming cuenta la historia de un barrio de Valencia, el barrio del Cabanyal, como un buen ejemplo de que ‘juntos podemos crear las condiciones de una vida más digna, más justa y más equitativa…’

Se agradece que los testimonios se acompañen de más información sobre los distintos movimientos llevados a cabo por los protagonistas de este libro en forma de código QR.

No sé si recomendar justo estos días de calor veraniego este caluroso libro, pero he querido compartir la reseña aunque solo sea para que reflexionemos sobre una realidad a veces tan real que la ficción no puede superarla. 

 No estamos solos, de El Gran Wyoming. Planeta. 2014. 368 páginas.



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