Entrevisto a Hipólito G. Navarro
en el hotel del centro de Valencia de costumbre. Pronto encontramos la
complicidad precisa para que surja un clima distendido y algunas risas, por ejemplo, al
comenzar preguntándole por algo que he leído en algún sitio sobre que lo que de
verdad le gusta es titular y subtitular más que escribir cuentos. Se ríe y dice
que «es una broma que siempre hago, pero
sí, si me gusta poner títulos».
De este autor había leído, hasta
este libro de relatos, algunos microrrelatos por lo que hilvano lo de los
títulos, por su brevedad, con lo de que quizá por eso le guste el género del
microrrelato. «Los microrrelatos me
fascinan –dice–, es un género que me
da un poco de miedo, porque rápidamente se cae en una tontería, en un chiste,
en una gracieta».
Creo que ahí le comento que también escribo, que comparto
su afición por los microrrelatos, aunque prefiero preguntarle por los doce años
que lleva sin publicar, en barbecho, como si dijésemos, aunque no todo va a ser
publicar libros en esta vida, subrayo. Por alguna razón pienso en voz alta una
frase de Saint Exupèry que, afortunadamente, le saca una sonrisa.
«Han sido 12 años para preparar y construir la publicación de este libro
nuevo y viejo porque tiene textos que me acompañan desde hace mucho tiempo,
pero dices muy bien en tu pregunta que no han sido 12 años perdidos, durante estos
12 años he sido columnista en la prensa andaluza, he colaborado en muchos
libros colectivos, he hecho prólogos, he dado charlas en cuatro continentes, no
he estado separado del mundo literario y la literatura, pero si de un libro
nuevo que me asustaba un poco…» Los puntos suspensivos son porque me cuenta
que su anterior libro, gracias a los lectores, dejó muy buenas impresiones, no
en un listón alto o bajo, afirma, pero sí quería que su siguiente libro
estuviera peinado y repeinado (sic).
Consulto mi libreta para
preguntarle, entre tanto relato, por una doble imagen pictórica, la de un
muchacho encendiendo una vela, alusiva a un cuadro de El Greco que acompaña al
relato ‘Luisito Tristán’. Me cuenta que el origen de este relato vino de la
editorial Seix Barral, de un encargo que les hicieron a 25 escritores entre los
que se encontraba. «Nos pidieron que
escribiéramos un texto a partir de un cuadro de El Greco por el cuarto
centenario…». Me da detalles del encargo, de su interés en que en este
libro apareciera el texto y las fotografías.
Le pregunté a continuación por otros relatos, por algunas
frases tomadas aquí y allá, creo que me quedo con lo que comentó cuando le sugerí
que me comentase esta: ‘Hasta el amor más poderoso y las manos más tendidas
acaban cansándose al cabo de los años’, que leemos en ‘Verruga Sánchez’. Asintiendo,
me cuenta que «este es el parlamento de
una mujer que ve que su compañero está destruido, derrotado, se ha descubierto
a sí mismo como un ser lamentable y ella intenta levantarlo con todo el cariño
del mundo, pero cuando ve que ese hombre no es capaz de salir de ese pozo de
locura y de amargura ella llega a decir, en algún momento, que una mujer no
puede estar pariendo todo el tiempo al hombre que ama, y que hasta el amor y
las manos más tendidas acaban cansándose, alguna vez hay que aferrarse a él y
tirar hacia delante. En algunos de mis cuentos hay algunos personajes
derrotados, pero siempre hay alguien que les tiende una mano, que les da una
oportunidad, pero tienen que ser ellos los que han de coger esa mano».
La entrevista sigue, pero creo que
los lectores agradecerán como en el aforismo de Baltasar Gracián, que por su
brevedad pudiera parecer un microrrelato, aquello de que ‘lo bueno si breve,
dos veces bueno’.
Hipólito G. Navarro (Huelva,
1961) es autor de los libros de relatos El cielo está López (1990), Manías y
melomanías mismamente (1992), El aburrimiento, Lester (1996), Los tigres
albinos (2000) y Los últimos percances (2005, Premio Mario Vargas Llosa NH a
mejor libro publicado), y de la novela Las medusas de Niza (Premios Ateneo de Valladolid
2000 y de la Crítica andaluza 2001). Con la antología El pez volador (Páginas
de Espuma, 2008), preparada por el escritor Javier Sáez de Ibarra, recibió el Premio El Público de Narrativa
2009, otorgado por los periodistas culturales de Andalucía. Durante los años
1994 y 2001 editó la revista Sin embargo, dedicada al cuento literario. Fue el
responsable de la edición de los cuentos completos de Fernando Quiñones,
Tusitala (Páginas de Espuma, 2003). Sus relatos, traducidos a diez idiomas,
están recogidos en numerosas antologías del género en Europa y Latinoamérica.
Interesante entrevista. Felicidades a ambos.
ResponderEliminarGracias José. Un saludo.
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